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I do not know if it is good for me, 
if your noise suits me. 


El sol de Karhan era más fuerte de lo que en su vida percibió en Susnik, y realmente estaba odiando lo mucho que lo ponía a sudar. Él jamás fue de quejarse, eso era más el estilo de Agustín, pero llevaba tres días sin conocer la privacidad de siquiera ir al baño por si mismo. 

Siempre estaban siendo vigilados, y él lo entendía, era un prisionero después de todo. 

Es sólo que hasta hacía poco él había sido un príncipe de una nación y ahora, no era más que la próxima puta de alguno de los señores nobles de Karhan. Adaptarse era lo menos que estaba haciendo, sobretodo porque sus emociones eran un mar de contradicciones y negacion por lo que realmente le habia pasado. 

Su mente simplemente no parecía lista para asumir larealidad: Susnik estaba acabada. Su familia había sido asesinada, y él, ya no era más que otro omega común y corriente sin nada ni nadie en el mundo. 

­— Ea, acá se desmayó otro. 

Con ese omega ya eran más de la decena que simplemente se desvanecían por la insolación.

 Cualquiera habría pensado que siendo Karhan el imperio más avanzado en tecnología, sus procesos de chequeos biológicos no requerirían más que unas cuantas horas. Pero ellos llevaban en aquel recinto más de dos días, y los omegas capturados seguían llegando. 

— ¡Siguiente! 

El grito sobresaltó a Matías, que comenzaba a cabecear de la fatiga. Uno de los gorilas cogió a la chica delante de él y se la llevó detrás de unas grandísimas puertas corredizas que llevaban a la clínica. 

Detrás de él, los pequeños sollozos de los más pequeños no hacían más que aturdirle, pero cada vez que en su corazón se encendía la chispa de la ira, su mente le recordaba que no había nada que pudiera hacer por ellos. Príncipe y lo que él quisiera, ni siquiera podía cuidar de sí mismo, su destino se le había arrebatado en un parpadeo. 

Pensó en Francisco y su habilidad nata para velar por sus seres queridos, y como durante años se encargó que Agustín y él se encontraran bien y no resintieran tanto la ausencia de su madre. Matías no era Francisco, él no sabía como consolar a los acongojados. No cuando él se sentía como un cascarón de lo que los karhaneses habían dejado. 

— Escuché que a los que no pasan el examen son enviados al matadero. 

— ¿A qué?

Matías cerró los ojos, sintiendo las lágrimas comenzar a escocerle. Inevitablemente culpó a su padre, y a su soberbia. Si su padre hubiera dejado de lado su orgullo y hubiera aceptado los términos que el príncipe heredero de Fionn había impuesto, que Esteban había negociado para ayudarles a enfrentar a Karhan, o más bien, al marqués, nada de eso habria pasado.  

Su padre, en cambio, se había reído del alfa de Francisco junto con los viejos sabios, llamando a las tropas de Fionn meros maniquíes que entorpecerían a sus grupos de élite. 

¿Dónde están tus grupos de élite ahora, Su Majestad?, pensó, sintiendo su garganta cerrarse. 

— ¡Siguiente!

Los ojos de Matías se abrieron alarmados cuando uno de los betas le tomó con fuerza, suspendiéndole como una muñeca. Casi que le arrastró hasta el ala médica y el golpe de aire frío fue como un milagro para su cara. Matías casi suspiró. 

— Por aquí. Quédate quieto y extiende los brazos. 

Una de las enfermeras le ayudó a subirse a una balanza  y tras medirle los signos le despidió. La fila continuaba hasta llegar a médicos practicantes que tomaban apuntes del aspecto físico de cada omega, y Matías casi que tembló cuando la teoría que a algunos los desechaban se hizo realidad frente a sus ojos. 

Le Petite Mort |matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora