Elena se sentó en su pupitre, sintiendo el peso del último año escolar sobre sus hombros. Observó la monotonía del aula, donde el ruido de los murmullos inundaba el ambiente. Para ella, comenzar un año nuevo no era solo una transición, era una odisea que repetía con desgana cada febrero. Elena detestaba la familiaridad de la rutina, el eco constante de las mismas conversaciones triviales y los mismos pasillos desgastados. Pero entre el murmullo constante y el susurro de lápices sobre papel, encontraba un atisbo de esperanza, un destello de posibilidades renovadas. Era como si cada ruido en el aula fuera una sinfonía de oportunidades, una invitación a explorar lo desconocido. Aunque el inicio del año escolar era tedioso, Elena sabía que también era el prólogo de un nuevo capítulo en su vida, lleno de desafíos y descubrimientos. Mientras el ruido persistía a su alrededor, Elena frunció el ceño al percibir el desagradable olor que inundaba el aula, un aroma que le revolvía el estómago, le generaba fatiga, una bola de sentimientos desagradables y aires de pedantería que siempre parecía preceder al profesor de historia. Levantó la vista para encontrarse con la figura alta y delgada del hombre que tanto le había perturbado el año anterior.
El profesor, con su voz poco común y su enfoque poco convencional, era una presencia constante en la mente de Elena. Aunque ella se esforzaba por mantener una actitud gentil y respetuosa, no podía evitar sentir una profunda aversión hacia él. Era un hombre solitario, centrado en su trabajo, pero con un aura oscura que parecía emanar de lo más profundo de su ser. A diferencia de otros profesores que se limitaban a los libros de texto, él prefería sumergir a sus estudiantes en un mar de ideas y conceptos, desafiándolos a pensar más allá de los límites establecidos. Hablaba con cada estudiante de manera individual, como si estuviera extrayendo fragmentos de sus mentes para alimentar sus clases. Sin embargo, en los ojos del profesor, Elena notaba algo más que un simple deseo de enseñar. Había una oscura energía que parecía acechar en las sombras de su mirada, una presencia inquietante que la llenaba de desconfianza. A pesar de su inteligencia y su habilidad para cautivar a sus alumnos, Elena no caería en esa actitud engañosa.
- Elena que bueno verte este año nuevamente.
- Me gustaría decir lo mismo profesor, rezo por el día en que esta tortura acabe.
- Eso dices cada que tenemos clase.
- Si, usted me aburre.
- Gracias por tus palabras, pero me encantaría saber el por qué le molesta tanto mi presencia, claro si desea compartirlo.
- Me molesta su existencia en general sin ofender, no me causa gracias ni confianza y no es nada personal solo no confío mucho en las personas, espero lo entienda.
Fernando extendió su mano, pero Elena lo miro fijamente y de su boca solo salieron 6 palabras.
- No me gusta el contacto físico
Fernando puso su mirada sobre ella, una mirada picara y solo asintió, respetando completamente el "rechazo" que tenía Elena hacia él. - Puedo vivir con eso.
(Narra Elena) "Parece que Fernando se burlara de mi todo el tiempo, la clase duraba 2 largas horas, de verdad era un tipo detestable, todos lo amaban, pero a mí me causaba repugno y él lo sabía, intentaba entender por qué, pero realmente no era nada del otro mundo, intento mantenerme a la raya
El timbre finalmente sonó, liberándome de la prisión temporal de esa clase. Me levanté de mi asiento con un suspiro de alivio, sintiendo como si hubiera sobrevivido a otra batalla en la guerra interminable contra "la historia del mundo".
- Elena tú te quedas.
Lo miré de la peor manera, y le dije a Mikaela y mi grupo de amigos que se adelantaran.
ESTÁS LEYENDO
Entre la moralidad y el deseo, el tabu romance de Elena y Fernando
RomanceEn los pliegues del amor hay peligros ocultos que despiertan sombras ancestrales, susurrando al corazón secretos insondables, Fernando y Elena perdidos en el abismo de sus propios deseos, se enfrentan al desafío de desentrañar las lecciones de un co...