Rivers se acercó a la mesa correspondiente con una pequeña sonrisa. Venía cargando tres cajas en total: una grande y desconocida abajo, sobre ella la caja que incluía las donas favoritas de su hija y, en la cima, la caja del pastel que recogió en la casa de Ren.
Emma no pudo contener su emoción y corrió hacia su madre, quién frenó en seco para luego dejar todo sobre la mesa y poder recibir con gusto a su hija.
─¡Maa! ─la voz de la chica llamó la atención de ciertas personas cerca de su mesa, pero a ellas no parecía importarles mucho. Emma realmente había extrañado a su madre.
Rivers soltó una risa ronca y dejó caricias sobre la cabellera de su hija.
─Felicidades por tu graduación, Emm. Estoy muy orgullosa de tí. ─le susurró contra el oído.
Emma sonrió con algo de timidez y alegría. ─Gracias, mamá...
Al separarse, Rivers dejó una nueva caricia en la mejilla de su hija y posteriormente se volteó para saludar a su ex-pareja. Ari correspondió su saludo, sonriendo igual con timidez y procedió a jalar la silla de Rivers para indicarle a la mayor su lugar.
Rivera tomó asiento a su lado y pareció no darse cuenta de lo mucho que se acercó a la otra. Ninguna de las dos lo hizo, en realidad, pero Emma definitivamente sí. Quiso seguir viéndolas a ellas interactuar pero justo en ese momento una de sus profesoras la llamó para prepararse a hacer su entrada con sus respectivos padrinos, quienes eran el hermano mayor de su mamá- su tío- junto a su esposa. Ellos lo estaban esperando en la entrada, pero Emma se escapó un rato para asegurarse de que su madre llegara.
─¿Qué es eso de ahí? ─preguntó Ari señalando hacia la caja de fondo negro.
─Es mi regalo para Emma . ─responde simple, junto a una pequeña sonrisa traviesa.
Ari entrecerró sus ojos ─Volviste a comprarle algo carísimo, ¿cierto? ─la mayor se encogió de hombros ─¡Samantha!
─¿Qué? Hoy es su día especial... Además, le fue súper bien con sus notas. Se lo tiene más que merecido.
─Una carta con dinero habría sido suficiente. ─dijo mientras rodaba los ojos, aunque una sonrisa también se extendió por sus labios. Rivers siempre fue la madre que más consentía a Emma.
─¿Tú le regalarás eso, acaso?
Ari alejó su mirada ─No realmente...
─¿Lo ves? ¡A tí también te gusta consentirla!
─¡Pero no tan exagerado cómo tú! ─se defendió.
Rivers frunció su ceño e iba a decir algo si no fuera porque de repente alguien comenzó a hablar desde el escenario a la distancia, el acto estaba a punto de comenzar.
Ari sonrió con diversión al ver la tierna reacción molesta de la mayor mientras escuchaba al director hablar.
Seguía siendo increíblemente tierna.
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