Carlos.
El ruido de la cinta de correr era un zumbido constante bajo mis pies mientras corría. Apenas había pegado ojo la noche anterior y estaba de un humor de perros. El sudor me corría por la espalda y por la cara. Agarré una toalla y me sequé de mala manera antes de tirarla al suelo. Mi iPod sonaba a todo volumen con música heavy, pero no estaba lo bastante alto, así que subí el volumen, agradecido porque el piso estuviera insonorizado.
Seguí corriendo a un ritmo casi frenético. Había repasado todas mis opciones y planes durante la noche y había acabado con dos ideas.
La primera era que si Fernando y Lance conseguían meterme en la empresa, podría intentar pasar la entrevista dándole a Toto detalles muy vagos acerca de la persona que supuestamente había cambiado mi punto de vista y, por tanto, me había reformado. Si jugaba bien mis cartas, podría mantener la farsa hasta demostrarle mi valía a Toto y luego decir que había pasado lo impensable: esa persona perfecta me dejaba. Podría fingir que estaba destrozado y volcarme en el trabajo.
Sin embargo, a juzgar por lo que Fernando me había explicado, la idea seguramente no funcionaría.
Tendría que presentarle a una persona de verdad, una que convenciera a Toto Wolff de que era mejor persona de lo que él creía que era. Alguien, en palabras de Fernando, «sensato, agradable y afectuoso».
No conocía a muchas personas que encajaran en todas esas categorías, a menos que tuvieran más de sesenta años. No creía que Toto se tragara que me había enamorado de alguien que me doblaba la edad. Ninguna de las mujeres u hombres con los que me relacionaba pasaría su inspección. Sopesé la idea de contratar a alguien, tal vez a una actriz, pero parecía demasiado arriesgado.
Las palabras de Fernando no dejaban de repetirse en mi cabeza.
«Estás ciego, Carlos. Tienes la solución delante de las narices».
Él joven Charles.
Fernando creía que debía usar al joven Charles para que fingiera ser mi novio.
Si me distanciaba de la cuestión e intentaba ser objetivo, debía admitir que tenía razón. Era la tapadera perfecta. Si Toto creía que me marchaba de F1 Inc. porque estaba enamorado de mi asistente personal y lo elegía a él y a nuestra relación por encima de mi trabajo, ganaría muchos puntos. No se parecía en nafa a cualquier otro hombre con el que hubiera estado. Fernando creía que era agradable, inteligente y encantador. Parecía caerles bien a los demás. Todo eran ventajas.
Salvo que estaba hablando del joven Charles.
Apagué la cinta de correr con un gruñido y agarré la toalla que había tirado. Una vez en la cocina, saqué una botella de agua y me la bebí de un tirón antes de encender el portátil. Inicié sesión en sitio web de la empresa, repasé los archivos de personal y me detuve al llegar a la ficha del joven Charles. Estudié su forografía mientras intentaba ser objetivo.
No tenía nada reseñable, salvo los brillantes ojos verdes, rodeados de largas pestañas. El cabello oscuro y siempre bien peinado, aburrido. Me pregunté que aspecto tendría tras pasar por las manos de un estilista profesional y vestido con ropa decente. Miré la pantalla con los ojos entrecerrados, concentrado en su imagen. Dormir unas cuantas horas no le iría mal para librarse de las ojeras que tenía y tal vez le sentaría bien comer otra cosa que no sea sándwiches de mantequilla de cacahuate y mermelada. Estaba como un palo. Me gustaba que mis conquistas tuvieran más curvas.
Gemí, frustrado, mientras me frotaba la nuca.
Suponía que, en esas circunstancias, mis preferencias daban igual. Era lo que necesitaba.
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𝐴𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑀𝑎𝑡𝑟𝑖𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜 | 𝐶ℎ𝑎𝑟𝑙𝑜𝑠
FanfictionDonde Carlos Sainz no tiene más remedio que recurrir a su insufrible asistente personal para proponerle el plan más descabellado de su vida que pondrá su mundo de cabezas. -Mpreg¡! CC a la autora original. ♡