Cuando Las Medusas Bailan ᯓ★ KookTae.

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La música resonaba por todo el salón de baile, envolviéndolo en una atmósfera casi mágica. Cada nota parecía estar diseñada para desconectar su mente de la realidad y sumergirlo en un mundo de movimiento puro. Con cada paso, sus movimientos se volvían más suaves y precisos, como si sus pies estuvieran guiados por una fuerza invisible que lo apartaba de todo lo que lo rodeaba. En ese instante, nada existía fuera de la música y su cuerpo en perfecta armonía, creando una pieza magnífica que solo él podía entender en su totalidad. La melodía llenaba sus oídos, envolviéndolo en una sensación de gratitud y éxtasis.

Jeon Jungkook se movía al compás de la música, perdiendo la noción del tiempo y de sus propios movimientos a medida que avanzaba. La coreografía, que había ensayado con tanto rigor, se desvanecía en su mente, reemplazada por una libertad improvisada y creativa. Era como si cada célula de su cuerpo estuviera en sintonía con cada nota, llevándolo a un estado de trance. En ese momento, no era solo un bailarín, era un ser celestial, un ángel que volaba libremente en un cielo de melodías, sintiéndose único y especial en un universo creado solo para él.

Cada giro, cada salto, cada sutil movimiento de sus manos parecía tener un propósito más allá del mero acto de bailar. Era una expresión de su alma, una traducción física de sus emociones más profundas y sinceras. La música no solo guiaba sus pasos, sino también sus pensamientos, alejándolos de cualquier preocupación o distracción mundana. En el vasto espacio del salón, solo existía él y la sinfonía que lo envolvía, fusionando su ser con cada acorde y cada ritmo.

Jungkook había sido bailarín toda su vida, aunque esa afirmación no alcanza a capturar la profundidad de su conexión con el baile. Descubrió su pasión en uno de los tantos programas de televisión que solía ver con fascinación. Recuerda vívidamente a una niña bailando frente al público, su rostro iluminado por una expresión de gozo puro. Sus movimientos eran una sinfonía visual, reflejando una mente llena de alegría y orgullo por lo que estaba haciendo. Fue en ese preciso momento cuando Jungkook sintió, con una certeza inexplicable, que el baile sería su camino.

A los cinco años, su deseo de ver más danza se volvió casi obsesivo. Rogaba a sus padres una y otra vez que lo llevaran a ver las grandes obras de ballet y danza que se presentaban en la ciudad. No le importaba tener que viajar largas distancias, ni el cansancio que eso pudiera implicar. Lo único que importaba era la oportunidad de sumergirse en ese mundo de movimientos sutiles y embriagadores, donde cada gesto contaba una historia y cada pirueta desafiaba las leyes de la gravedad.

Después de mucha insistencia y perseverancia, tanto por parte suya como de su hermana mayor, sus padres finalmente accedieron a que tomara clases de danza como actividad extracurricular. Nadie en la familia esperaba que Jungkook fuera aceptado en la mejor escuela de arte de Corea, ubicada en Seúl. Esta oportunidad significaba un cambio monumental en sus vidas, obligándolo a mudarse desde su natal Busan. La transición no fue fácil, pero la promesa de un futuro brillante en el mundo de la danza lo impulsó a seguir adelante.

A los doce años, comenzó su formación formal en la prestigiosa escuela de arte. Enfrentó desafíos y sacrificios que pocos de su edad podrían comprender. Sin embargo, cada clase, cada ensayo, y cada actuación fortalecía su amor por el baile y confirmaba que estaba en el camino correcto. Su dedicación y talento innato lo distinguieron rápidamente, y ahora, a los veintitrés años, Jungkook no solo era uno de los mejores bailarines de Corea, sino también un reconocido actor, a pesar de actuar muy pocas veces.

Su viaje había sido largo y arduo, lleno de momentos de duda y de superación. Pero cada paso en el escenario y cada movimiento ensayado en la soledad de su estudio eran testimonio de su pasión y de la fuerza de su espíritu. Jungkook había encontrado su voz a través del baile, y cada día continuaba explorando y expandiendo los límites de lo que era capaz de lograr.