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Iguro estaba exhausto por el duro día en la preparatoria. Las clases estaban por terminar y ya todo estaría bien para él, ya que siempre se preocupaba por tener las mejores notas, a diferencia de sus amigos Rengoku y Sanemi, quienes solo le copiaban la tarea. Su rutina siempre era la misma, sin intentar nada fuera de lo común. Esa tarde, mientras hacía sus deberes, el cansancio lo venció y se recostó en su escritorio, quedándose dormido.
Cuando despertó, el sol ya había salido y se dio cuenta de que estaba retrasado.
Iguro: ¡Noooo!
Se levantó apurado y, como un trueno, corrió hacia la ducha, bañándose con ropa. Nunca había llegado tarde y temía el castigo. Después de bañarse, se quitó la ropa mojada y, envuelto en una toalla, corrió de vuelta a su habitación para ponerse el uniforme. Agarró su maleta, acomodó sus horarios y tomó su billetera. No tenía tiempo para preparar comida, así que salió de casa rápidamente. Su madre, Fuji, ya estaba en el hospital donde trabajaba como enfermera.
Cerca del instituto, vio las puertas cerradas. Se quedó estupefacto mirando la entrada, hasta que sintió una mano en su hombro. Al girarse, vio a su amigo Sanemi.
Sanemi: Nunca pensé que llegarías un poquito tarde.
Iguro: ¿Me castigarán?
Sanemi: Qué va, ven conmigo.
Iguro caminó detrás de Sanemi, sin saber qué hacer. Nunca había llegado tarde y temía que su madre lo castigara, así que no tenía otra opción que seguir a Sanemi.
Iguro: ¿A dónde vamos?
Sanemi: A una panadería para comer algo.
Iguro: ¿Por qué?
Sanemi: Porque sí y ya, además necesito que me hagas un favor.
Iguro: Ok.
Caminaron en silencio hasta llegar a la panadería. Se sentaron junto a una ventana y pidieron dos panes y jugos.
Iguro: ¿Cuál es el favor que necesitas, Sanemi?
Sanemi: Me ayudas con el proyecto de física y me tienes que pasar la tarea de matemáticas.
Iguro: Oh, claro, te lo puedo pasar mañana.
Sanemi: ¡Eres el mejor, Iguro! ¡Gracias!
Iguro: De nada -_-
Pasaron tres horas viendo la televisión de la panadería. La relación de Iguro y Sanemi como amigos no funcionaba muy bien, ya que se basaba más en Sanemi pidiendo tareas a Iguro.
Iguro: Me tengo que ir.
Sanemi: Adiós, Iguro. Que tengas un buen día.
Iguro se fue de la panadería sintiéndose incómodo. Miró al cielo y notó que estaba lloviendo, así que comenzó a correr para evitar que sus libros se mojaran. A tres calles de su casa, al girar una esquina, chocó con una persona.
Iguro: ¡Perdóname!
Tamayo: Perdón, no me fijé por dónde iba.
Iguro levantó la mirada y vio a una mujer hermosa, pero eso no importaba ahora. La ayudó a levantarse, recogió su maleta y salió corriendo nuevamente. Al llegar a casa, notó que sus libros no se habían mojado y suspiró aliviado. No pensaba retrasarse por una lluvia.
