Y a veces sucede, puede pasar,
te desconectas, de tus colores, de tu magia, de tu esencia.
Qué ironía, desconocerse, ¿no?
Hoy me encuentro aquí,
buscándola a más no poder. ¿Dónde está?
Tanto cuestionamiento, tanta introspección,
¿para qué?
Si solo es posible encontrarla sintiendo.
Y por allá, en los andares,
la vuelves a encontrar,
en las cosas más simples:
los domingos con mamá o papá,
los sábados por la noche pintando cuadros con ideas robadas de Pinterest,
en las lecturas de John Green y otras tantas novelas juveniles, dramáticas y boludas,
en los viejos poemas acumulados en tu cuenta absurda de Wattpad,
mirando el retrato con la foto de Cami, hace 18 años atrás.
Y ahí entendes, que cuando no la encuentras, hay personas, lugares, recuerdos y momentos que te la traen sola.
Compruebas que no todo es tan dicotómico,
las ideas irracionales y los sesgos cognitivos pierden fuerza,
dejas de intelectualizar y comprendes, de una vez, la alta gama de grises que existen en la vida.
Y que, como todo en este mundo, todo lo bueno tiene algo malo y todo lo malo tiene algo bueno:
esa dulzura y ternura que a veces se opaca con agresividad e impulsividad,
distraída y torpe, acompañada de una risa exagerada e histriónica,
cálida y alegre, pero malhumorada y dramática.
Vuelves a encontrar tus colores,
siendo la mezcla de todos ellos,
escribiendo frases aisladas, casi sin sentido,
con una birra al lado, inundada de gotas por la inestabilidad del clima.
Qué sal,
también volverla a encontrar en lugares nuevos, con personas nuevas
en tu niña interior que renace cuando los wachos en el trabajo te recuerdan tu propia adolescencia o tentada de risa hamacándote en la rive,
en la risa de tu chamba bestie cuando tiras un mal chiste homo,
con tus hermanas, ahora más grandes, en charlas largas y profundas,
en ti, en lugares nuevos, en proyectos nuevos,
en objetivos ambiciosos con un camino marcado.
Y así, redescubres tu esencia,
en la amalgama de todos esos momentos,
en la belleza de lo cotidiano,
y en la promesa de lo que está por venir.