Como suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida

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DALE CARNEGIE

Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida

EDICIÓN REVISADA

Traducción de

MIGUEL DE HERNANI

EDITORIAL SUDAMERICANA

BUENOS AIRES

Prefacio

COMO Y POR QUE FUE ESCRITO ESTE LIBRO

En 1909, yo era uno de los jóvenes más desgraciados de Nueva York. Me ganaba la vida vendiendo camiones. No sabía qué era lo que hacía andar a un camión. Y esto no era todo: tampoco quería saberlo. Despreciaba mi o ficio . Despreciaba mi barata habitación amueblada de la Calle 58 Oeste, una habitación llena de cucarachas. R e c u e r d o todavía que tenía una serie de corbatas colgando de la pared y que, cuando tomaba una de ellas por las mañanas, las cucarachas huían en todas direcciones. Me deprimía tener que comer en restaurantes baratos y sucios que probablemente también estaban infestados de cucarachas. Volvía todas las noches a mi solitaria habitación con un terrible dolor de cabeza, un dolor de cabeza que era producto de la decepción, la preocupación, la amargura y la rebeldía. Me rebelaba porque los sueños que había alimentado en mis tiempos de estudiante se habían convertido en pesadillas. ¿Era esto la vida? ¿Era esto la aventura que había esperado con tanto afán? ¿Era esto lo que la vida significaría siempre para mí: trabajar en un oficio que desdeñaba, vivir con las cucarachas, alimentarme con pésimas comidas, sin esperanzas para el futuro? Ansiaba tener ocios para leer y para escribir los libros que había soñado escribir en mis tiempos de estud ian te. Sab ía que tenía mucho que ganar y nada que perder si abandonaba el oficio que despreciaba. No me interesa9

ba hacer mucho dinero sino vivir intensamente. En pocas palabras: había llegado al Rubicón, al momento de la decisión que enfrentan la mayoría de los jóvenes cuando se inician en la vida. En consecuencia, tomé una decisión, una decisión que cambió completamente mi futuro. Hizo mis últimos treinta y cinco años más felices y compensadores que en mis aspiraciones más utópicas. Mi decisión fue ésta: abandonaría el trabajo que odiaba y, como había pasado cuatro años en el Colegio Normal del Estado de Warrensburg, Missouri, preparándome para la enseñanza, me ganaría la vida enseñando en las clases de adultos de las escuelas nocturnas. De este modo tendría mis días libres para leer libros, preparar conferencias y escribir novelas y cuentos. Quería "vivir para escribir y escribir para vivir". ¿Qué tema enseñaría a los adultos por las noches? Al recordar y evaluar mi preparación universitaria, vi que el adiestramiento y la experiencia que tenía como orador me habían servido en los negocios —y en la vida— más que el conjunto de todas las demás cosas que había estudiado. ¿Por qué? Porque habían eliminado mi timidez y mi falta de confianza en mí mismo y me habían procurado valor y aplomo para tratar con la gente. También me habían hecho ver que el mando corresponde por lo general a la gente que puede ponerse de pie y decir lo que piensa. S o li ci t é un cargo de profesor de oratoria en los cursos nocturnos de ampliación de las Universidades de Columbia y Nueva York, pero las dos decidieron que podían arreglarse sin mi ayuda. Quedé entonces decepcionado, pero ahora doy gracias a Dios de que me rechazaran, porque comencé a enseñar en las escuelas nocturnas de la Asociación Cristiana de J ó venes, donde tenía que obtener resultados concretos y obtenerlos rápidamente. ¡Cómo me vi puesto a prueba! Estos adultos no venían a mis clases en busca de

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t ítu lo s universitarios o de prestigio social. Venían por una sola razón: querían resolver sus problemas. Querían ser capaces de ponerse de pie y decir unas cuantas palabras en una reu n ió n de negocios sin desmayarse de miedo. Los vendedores querían poder visitar a un cliente difícil sin tener que dar tres vueltas a la cuadra concentrando valor. Querían desarrollar el aplomo y la confianza en sí mismos. Querían progresar en sus negocios. Querían disponer de mas dinero para sus familias. Y como pagaban su instrucción a plazos — dejaban de pagar si no obtenían resultados—, y a mí se me pagaba sólo un porcentaje de los beneficios, tenía que ser práctico si quería comer. En aquel tiempo me dije que estaba enseñando en condiciones desfavorables, pero ahora comprendo que o b ten ía un adiestramiento magnífico. Tenía que motivar a mis alumnos. Tenía que ayudarles a resolver sus p ro b lema s. Tenia que hacer cada sesión tan interesante qu e provocara en ellos el deseo de continuar. Era un trabajo que me entusiasmaba y que me gustaba. Quedé atónito al ver cuán rápidamente estos profesionales d el comercio adquirían confianza en sí mismos y se ase gu rab an en muchos casos ascensos y aumentos de r e mu n e r a c i ó n . Las clases iban constituyendo un triunfo q u e excedía de mis esperanzas más optimistas. Al cabo de tres sesiones, la Asociación Cristiana de Jóvenes, que me había negado un salario de cinco dólares por noche, me estaba pagando treinta dólares por noche de acuerdo con el p o r c en t a je . En un principio enseñé sólo oratoria, pero con el correr de los años vi que estos adultos también necesitaban la habilidad de ganar amigos e influir en las p erson as. Como no podía encontrar un texto adecuado s o b r e las relaciones humanas, lo escribí yo mismo. Fue e s c rito ... Pero no, no fue escrito al modo habitual: surgió de las experiencias de los adultos en estas clases. Lo llamé Có mo ganar amigos e influir sobre las personas.

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