TU CAMBIAS MI MUNDO

Capitulo:4

Annie… Annie Leonhardt. Esa chica… ¿Por qué siento que es diferente a los demás? No sé qué es, pero hay algo en ella que no puedo ignorar. Esa mirada distante, esa forma de mantenerse apartada… Es como si llevara un muro alrededor, pero al mismo tiempo, hay algo que me atrae hacia ella. ¿Será solo una impresión? Como sea, pensaré en eso después. Ahora solo debo concentrarme en pasar el rato con Armin y Mikasa. Solo pasaremos un buen rato… o eso espero. Espero no arruinar nada.

—¡Hey, Eren! ¡Por aquí! —La voz de Armin lo sacó de sus pensamientos. Lo vio agitando la mano, con su habitual sonrisa cálida, mientras Mikasa lo acompañaba con una expresión tranquila.

Eren se acercó a ellos.
—Ya estamos los tres reunidos. ¿Listo para pasar un buen rato, Eren? —preguntó Armin con entusiasmo.
—Sí... —respondió Eren, intentando sonar más animado de lo que realmente se sentía.
—¡Pues bien! Pongámonos en marcha.

Comenzaron a caminar juntos, el aire fresco acariciando sus rostros. La conversación fluía entre Armin y Mikasa, pero Eren se perdía constantemente en sus pensamientos.

Siete años... Han pasado siete años desde entonces. Es lógico que las cosas hayan cambiado, pero… ahora que lo pienso, Armin se ha vuelto mucho más seguro de sí mismo. Mikasa… ella ya no es una niña. Es fuerte, decidida, y aunque su lado sobreprotector sigue ahí, creo que algunas cosas nunca cambian. Pero está bien. Está bien así. Quizá, solo quizá, pueda tener esa vida tranquila que tanto deseo.

—¿Eren? —La voz de Armin lo hizo parpadear, regresándolo a la realidad.
—¿Eh? ¿Qué sucede, Armin?
—Nada, solo que te quedaste callado de repente. ¿Estás bien?
—Sí, solo estaba pensando en algo.
—¿En qué pensabas, Eren? —intervino Mikasa, con un tono de ligera preocupación.
—Nada importante, no se preocupen. Miren, parece que llegamos.

Armin sonrió ampliamente.
—¡Sí! ¡Bien, empecemos con lo divertido!

Pasaron por varios puestos de comida, donde los aromas envolvían el aire, haciendo que Eren se detuviera en más de una ocasión, maravillado por los colores y sabores. Después, probaron algunos juegos. Las risas llenaron el ambiente; era como si todos sus problemas desaparecieran, aunque solo fuera por un rato. Para Eren, era un sentimiento extraño. Hacía tiempo que no se sentía así, casi… feliz.

La noche cayó, cubriendo el cielo con un manto estrellado. Mientras caminaban de regreso a casa, el silencio entre ellos era reconfortante.

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La mañana siguiente

El primer rayo de sol iluminó la habitación de Eren. Se levantó temprano, como siempre, y bajó a la cocina. Allí estaba su madre, con una expresión algo apagada mientras preparaba el desayuno.
—Buenos días, mamá.
—Buenos días, hijo. El desayuno estará listo pronto.
—Está bien. Tomaré una ducha.

Mientras el agua caliente caía sobre él, Eren no podía dejar de pensar en la expresión de su madre. Ella siempre sonreía, siempre intentaba mostrar fortaleza, pero hoy… Hoy había algo diferente en ella. Una tristeza que se reflejaba en cada uno de sus gestos.

Después de ducharse, se sentó en la mesa. El silencio que llenaba la habitación era casi sofocante, hasta que su madre habló, rompiendo la tensión.
—Oye, Eren… ¿me acompañarás a ver a tu padre?

Eren la miró, sorprendido por la pregunta.
—¿A ver a papá?
—Hoy es el aniversario de su fallecimiento. Cada año voy al cementerio. Le hablo, le dejo flores… Pero está bien si no quieres venir.
—Iré, mamá. Yo también quiero hablar con él.

El rostro de su madre mostró un destello de alivio.

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El cementerio