Era un día cualquiera como otro de verano en Cokeworth.
Un lugar tranquilo donde el silencio era el líder del ruido.
Desde mi habitación se podía contemplar las vistas tan maravillosas del río y el olor a césped mojado de la gran lluvia de anoche. Por la noche dejaba la ventana de mi habitación abierta y se escuchaba el canto de los grillos. Me desperté por la mañana alborotado, despeinado, con unas ojeras más negras que el alma de mi padre, se escuchaban gritos y golpes fuertes que provenían del cobertizo, no era una novedad para mi.
Mi padre llamado Tobías Snape era nacido de muggles, perdió su trabajo hace un tiempo debido a que se metió en el mundo del alcohol y el tabaco, y así seguido hasta hacerlo insoportable, cada mañana que venía a casa.
Nos echaba la culpa de su desgracia, y su mayor desahogo era pegar a mi madre sin parar.