Capítulo 4

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Me puse de pie, hice caso omiso a la necesidad agobiante de descansar.

Respire hondo, esta era mi realidad, fuera del pueblo, en el bosque desconocido para mi, y con criaturas amenazantes. Empecé a caminar sin rumbo, los árboles frondosos y gigantescos bloqueaban los rayos del sol por lo tanto no sabía con exactitud qué tan tarde era. Ni siquiera podía ver animales pequeños, no había aves cantando... nada. Me abracé a mi misma en un intento pobre de no congelarme. Solo escuchaba como el sonido de las ramas crujían bajo mis pies estrepitosamente.

La soledad era algo familiar para mí, aprendí rápidamente a ser autosuficiente, pero con todo y eso, esta vez la soledad más que un lugar seguro se sentía más bien como una advertencia. Una inquietud que me dejó alerta.

Mire a mis pies mientras caminaba, no hay una razón lógica detrás de ello, solo es raro, lo sé no tienen por qué decírmelo.

Algo llamó mi atención, había retazos de tela roja por el suelo. La tela es algo fabricado, ¿cómo es que acabó a mitad de la nada.?

Decidí seguir el camino de retazos, de todas formas no es como si tuviese una mejor opción. Los pequeños trozos me llevaron por un sendero donde se disipaba un poco la niebla permitiéndome ver. Cruce el sendero que desembocaba en lo que parecía ser una cueva. Dude en adentrarme, nada bueno puede salir de algo tan imponente; aunque mi inquietud se tranquiliza al ver el origen de aquellos retrasos no tan adentro de la cueva. Me acerque, levante del suelo el pedazo de tela sacudiéndolo; Era una caperuza de un rojo oscuro, se veía algo vieja sin mencionar los trozos faltantes, no parecía provenir de algún pueblo cercano, ni nada parecido; nuevamente el viento aulló haciéndome estremecer de frío.

Bueno, lo tomaré como una señal.

Me coloque la prenda desgastada, al menos no tendría tanto frío.

El ambiente gradualmente se oscurecía cada vez más. Supongo que es momento de buscar la manera de pasar la noche, de todas formas no creo que Ronald me encuentre fácilmente o tan siquiera que no lo haga tan rápido. La cueva daba miedo, no cualquiera entraría ahí, y... ¿tal vez esa seria mi mejor opción?, sé que suena estúpido, pero realmente mi cerebro estaba a dos parpadeos de apagarse completamente, solo sabía que necesitaba descansar, así que no había que darle tantas vueltas al asunto.

Me senté en una esquina con la espalda apoyada en el incómodo muro de piedra pero eso era lo que había. Mi cuerpo hasta los momentos estaba funcionando a base de adrenalina y miedo, lo que me permitió no colapsar durante este tiempo, pero en el momento que tuve un respiro simplemente todo dejo de responderme, no podía mover mis extremidades, mis ojos apenas permanecían abiertos. Me sentía como una marioneta que no podía moverse por voluntad propia.

Me siento tan miserable...

oculte mi rostro en la capucha rojiza para tratar de descansar un poco.

No se donde estoy, y posiblemente me queden solo 3 días de vida, me duele todo, hace frío y...

Por primera vez no tengo una crítica sarcástica, tengo miedo, y eso es en lo único que pienso, ¿De verdad he sido tan mala?, ¿qué fue lo que hice?. Me disculpo, no se cual ha sido mi error, ¿hablar?, ¿mi insolencia?, ¿simplemente ser yo...?. Solo quería estar tranquila, me faltaban muy pocos ahorros para huir del pueblo, para por fin poder estar en paz.

Soy muy ambiciosa al pedir eso ¿no?.

Una vibración en el suelo me hizo abrir los ojos lentamente, me dolía el cuello y seguía desorientada, por un breve momento creí que todo había sido un sueño, o una pesadilla más bien pero... La realidad me golpeó de manera violenta.

Una bestia acostada al frente mio. O más bien lobo.

Era enorme, su pelaje gris repleto de cicatrices que seguramente solo le hagan cosquillas, garras que te revanarían al mínimo roce, fauces capaces de devorarte de un solo bocado. Soltaba ronquidos potentes y vibrantes capaces de hacer temblar el suelo.

Realmente me sorprende como mi mala suerte puede empeorar tanto.

Me tapé la boca para evitar gritar, tengo que mantener la calma, estaba de espaldas a mi por lo tanto tendría la oportunidad de escapar. Solo había un problema, no me podía mover, sentía mucho dolor al moverme un poco, traté una y otra vez, pero no podía moverme tanto sin quejarme del dolor. Igual no me podía rendir.

He pasado por mucho, que mas da encarar a la muerte si tu vida parece ser el mismo castigo, me levante afligida de dolor, evitando que alguna palabra traicionera saliera de boca, aunque no pudiese ver mi propio rostro seguramente estaba pálida, sentía como el sudor frío bajaba por mi cien, sentía como mi garganta se cerraba. Logré levantarme, ahora solo faltaba caminar hasta la salida de la cueva.

Cuando solían decirme que tenia dos pies izquierdos pense que solo se referían a que bailaba con la gracia y la terquedad de una mula, pero justo ahora me doy cuenta que simplemente soy demasiado torpe para poder caminar más de dos pasos sin que se me enredaroa los pies. Me concentré de sobremanera en pisar con cuidado, un paso en falso y me temo que esta narración quedaría incompleta.

Pie izquierdo, pie derecho, eso era lo que me repetía mentalmente, caminando en las delicadas pero tortuosas puntas de bailarina, todo parecía estar resultando, la criatura no parecía percatarse de mi presencia.

No fue hasta el crujido de una rama seca, y juro por lo más sagrado que haya, que por un instante, por un parpadeo, fue como si hubiera visto a la mismísima muerte, aquel crujir fue lento y tortuoso como una más de las bromas crueles del universo.

Me quedé congelada, ¿esto era todo?, ¿Así sin más voy a morir?.

En este momento solo puedo contemplar cómo pasa frente a mis ojos mis esperanzas de poder encontrar paz al fin.

Bestias| RecuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora