Episodio I-1: ¡Adelante, Dúo Mazinger!

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Dedicado a Go Nagai.

La noche parecía tranquila en la ciudad de Tokio, pero era una tranquilidad de luces apagadas y calles vacías. Aquella, la premonición de un cataclismo bélico que estaba por azotar la capital nipona:

Lenguas de fuego se alzaron desde la tierra tras escucharse el horrible zumbido de cohetes, tiñendo de tonos rojizos la densa oscuridad de la noche con su pronta explosión.

Acercándose a la ciudad con siniestra intención, el espejismo de siluetas sombrías acompañaba el retumbar de pequeños temblores que parecían cada vez más cercanos.

Tokio ardió igual que una gran fogata con las primeras carcajadas de una risa demoníaca que brotaba de la penumbra, una risa de retorcido júbilo que intensificaba su emoción con cada edificio que era reducido a escombros y polvo por una fuerza desconocida que los hacía estallar como cristal.

En un esfuerzo por combatir la inexplicable amenaza, soldados, vehículos y aviones militares dispararon sus armas contra enemigos que, estuvo claro, jamás podrían vencer.

Como mofandose de la inútil gallardía de aquellos hombres de bien, un horrendo mensaje se escuchó, exclamando a dos voces:

—¡Escuchen, patéticos humanos! ¡Las inmortales e invencibles armas asesinas...! ¡Las obras de arte que el poderoso genio científico Doctor Hell ha creado...! ¡Nuestras Bestias Mecánicas pronto dominarán todo Japón!

A las palabras acompañó un espectáculo de destrucción protagonizado por las prodigiosas máquinas que las voces describieron con absoluto fervor bélico: colosos de acero que con todo tipo de poderosas armas y artilugios de pesadilla arrasaron con todo lo que hubo frente a ellos.

Las fuerzas armadas de la orgullosa nación seguieron cediendo terreno a paso desmesurado... malgastando decenas de vidas inocentes por unos escasos segundos más de resistencia. Quienes pudieron salvarse en un primer instante, perecieron poco después con la próxima oleada de enemigos.

La doble voz volvió a escucharse tras una segunda risotada de la persona que estaba de pie sobre uno de los inmensos monstruos de metal extendiendo sus brazos, su cuerpo cubierto por una extraña túnica con capucha de dos colores iluminada por las llamas que devoraban la ciudad:

—¿¡Vieron el insuperable poder de mis Bestias Mecánicas!? —Exclamó a gritos.

Con siniestras sonrisas pétreas también dibujadas en sus inanimados rostros, las Bestias Mecánicas estaban por borrar Tokio del mapa, cuando brotó de la noche una segunda voz: ¡la voz de un guerrero!

—¡Rocket Punch!

—¿¡Qué!? —El misterioso sujeto tensó sus hombros al ver pasar frente a sus ojos un puño azul gigante.

Ágilmente, el puño se abrió paso a través de una cuadrilla de robots dejando tras de si un rastro espectacular de destrucción.

El sujeto encapuchado apretó los dientes al ver parte de su pequeño ejército ser fácilmente derrotado por un único ataque de su némesis.

—¡Mis Bestias Mecánicas! —Frunció el ceño volteándose hacia la cortina de humo a sus espaldas. —Mierda, ya apareció...

Tan fugaz como llegó, el puño fue perdido de vista y de la bruma, con un caminar pesado, emergió una presencia de imponente porte: un caballero inanimado en armadura blanca y negra en cuyo pecho resaltaban dos crestas rojas. Sus ojos romboidales brillaban con un amarillo penetrante, que infundió miedo en quien tuvo el valor de mirarlos.

—El Castillo de Metal... ¡Mazinger Z!
—Exclamó el encapuchado con su voz doble, presionero del miedo y de la rabia.

Los ojos del robot volvieron a brillar antes de apagarse, y con un chasquido, una escotilla de cristal se abrió en su centro de comando con forma de aeronave. Una bota amarilla se apoyó en el borde, y abrazando su casco, el piloto de Mazinger Z se mostró a su oponente con una expresión desafiante en su rostro.

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⏰ Última actualización: Jul 11 ⏰

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