Capitulo 0: Abismo.

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El paisaje frente a mí era indescriptiblemente macabro. Un vasto abismo rojo se extendía más allá de lo que mis ojos podían captar, su profundidad insondeable, tan vasta que cualquier intento de discernir un final se sentía inútil.

No era solo un vacío en la tierra, era un portal al terror mismo, una grieta en la realidad que parecía hecha para atormentar mentes frágiles.

El aire alrededor del abismo vibraba con una energía oscura y opresiva, como si el espacio mismo respirara. Una pulsación sorda, como el latido de una bestia inmensa, reverberaba desde las profundidades, atrapando mis pensamientos en una red de ansiedad creciente.

"¿Qué es este abismo?" me preguntaba, el temor apoderándose de mí mientras lo contemplaba.

No era solo un vacío, parecía consciente, vivo de una manera antinatural. El abismo no solo existía, me miraba. Lo sentía en mi piel, una presencia insidiosa que se arrastraba bajo mi carne, una invitación silenciosa, pero implacable, a entregarme a él.

Su oscuro resplandor carmesí palpitaba como si hubiera algo más allá de la sangre que lo alimentara, como si hubiera un hambre insaciable esperando, acechando en su inmensa profundidad.

Cada segundo que lo observaba, esa sensación de que el abismo me llamaba se hacía más fuerte. No era un lugar, era una entidad. Una criatura hecha de sombras líquidas y terror coagulado, una bestia hambrienta de carne y sangre, anhelando más de ese líquido escarlata que le daba su diabólica forma.

Su atracción era palpable. Cada fibra de mi ser sentía su tirón magnético. Parecía querer devorarme, hacerme desaparecer en sus fauces invisibles, como si mi destino fuera simplemente saltar a él. Y el horror no radicaba solo en ese pensamiento, sino en la abrumadora tentación de obedecer.

Retrocedí, pero cada paso hacia atrás provocaba un dolor agudo en mi pecho, una presión que se clavaba en mi corazón. El castigo por resistir el llamado del abismo. Sentí cómo mis rodillas flaqueaban y un sudor frío comenzó a recorrer mi cuerpo, mientras el mundo a mi alrededor se volvía borroso, como si todo se redujera a esa brecha carmesí, ese vacío viviente que me quería para sí.

La oscuridad me invadió, lenta pero implacable, cubriendo mis sentidos en una sombra sofocante. Y en ese último instante, justo antes de sucumbir, el abismo pareció susurrar una simple orden, sus palabras retumbando dentro de mi cráneo.

Salta

(...)

Riiiing!

El fuerte sonido de la alarma de mi teléfono me despertó de inmediato, desconcertada mi mano fue en busca del celular, buscando apurada dicho aparato para silenciarlo de inmediato.

RIIIIIIIING!!!

— ¡Ya te escuché maldita sea! —Molesta por fin tome el teléfono en mis manos y apagué la alarma.

Eran las 6 de la mañana, amanecer nublado y con unas pésimas ganas de ir hoy al colegio.

*Suspiro*

— ¡¿Quien fue el idiota que tocó mi teléfono?! —grite molesta en mi solitaria habitación.

No suelo usar alarmas, son ruidosas y molestas, así que el que está cosa sonará solo significa que uno de mis estúpidos hermanos lo manipuló.

Quise pensar quien pudo ser el responsable pero estaba tan irritada que nadie me llegaba a la mente.

— Tch... Vaya mierda de mañana, y todavia tuve esa tonta pesadilla de nuevo—Me puse a balbucear para mí misma mientras buscaba mi uniforme, si ya estaba despierta no quedaba mas que alistarse para la escuela.

ANOMALÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora