¡Me voy!

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-No sabía donde estaba, no sabía como había llegado a ese lugar, pero lo que sí sabía era que todo allí era naranja...- Vi a Vero fijamente, pero dejé de escucharla, luego comencé con lo que estaba acostumbrada a hacer: pretender que me importaba. Lo que era totalmente falso, por cierto. Pretender que mis oídos le llevaban algún tipo de información a mi cerebro.También falso. Peor aún, pretender que mi inútil cerebro descifraba algo, lo que sea. Cuando se habla de mi cerebro funcionando, es FALSO.
A fin de cuentas, soy la escoria del planeta personificada.
También una asocial sin remedio.
Una antisocial, mejor dicho, cuya única esperanza en el mundo estaba a punto de gritarle enfurecida.

-¿Escuchaste al menos una de las muchísimas palabras que te dije?- Me gritó, hecha una furia.

Justo como lo predije.

-Eh...- Fue lo único que logró salir de mi estúpida boca, que era igual de inútil que mi cerebro y el resto de mis órganos.

-¡No me respondas! ¡Me voy! Tu no me necesitas...-Ella estaba realmente furiosa, pero como soy yo, no hice nada para detenerla.- Ni yo a ti.- Sentenció.

Vi a Vero dar la vuelta.

Apuesto a que me verá por unos eternos minutos, con la esperanza de que yo reaccione.

Caminó hacia la puerta, luego de abrirla y fulminarme con la mirada por una eternidad...Tres minutos, a lo sumo.

Te necesito, Vero -pensé- Pero no aquí, no conmigo.

Pareció leer mis pensamientos porque salió disparada de mi habitación, no sin antes, dar un estruendoso portazo, porsupuesto.

Suspiré profundamente y busqué, a quien siempre me ayudaba, dentro de mis cajones.

-Allí estás querida, te extrañé- Susurré mientras tomaba entre mis manos a mi compañera.
La única que estuvo después de cada muerte de mis familiares que había presenciado.
La navaja que estaba entre mis manos era lo único constante en mi asquerosa vida, y lo seguiría siendo.

Shelly, ShellyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora