Halloween.

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Cat Grayson.

Halloween, odioso halloween, niños gritando de miedo, tocando puertas, pidiendo dulces. ¿No tienen nada más que hacer?

—¿Saldremos a pedir dulces?

Kiran, mi pareja, tomó asiento a mi lado.

—¿Bromeas? ya soy casi una adulta.

—Aun no cumples los dieciocho, eres una niña prácticamente, con ese recortado tamaño digo que eres mi hija, y dulces gratis.

—¿Tanto teatro por un chocolate?

—Es halloween amor, anímate.

—Lo pensaré.

No había nada que no hiciera por el, aunque ésto me parece patético. Luego de pensar por un pequeño rato, respondí:

—Es una locura, pero me apunto.

—¡Exelente! hay que comprar un disfraz para ti.

—De hecho, ya tengo uno.

—¿De?

—Marylin Monroe, ¿tú?

—De burro.

—Ya naciste con ese disfraz.

Me burlé, el tomó un cojín y comenzó a golpearme con éste.

—Eres una mala persona Cat.

—Solo soy sincera, Kiran.

Ambos estallamos en risas, me tumbé en el sofá con la cabeza encima de su regazo. Me sentía en casa, Kiran es mi lugar seguro. Más que mi novio, lo veo como mi mejor amigo. Estamos juntos desde secundaria, no me imagino la vida sin el.

La noche cayó, me coloqué mi icónico disfraz de la icónica Marylin. Lo compré por si algún día me entraba el espíritu de halloween, como la llorona o Penny Wise.

Cómo última cosa, pinté un falso lunar en el mismo sitio dónde ella lo tenía, mejillas izquierda debajo del ojo. Hasta parezco la real.

—Vaya señorita, se encuentra muy hermosa, esperemos que no mueras de sobredosis.

—Burro, hablas mucho.

—Burro con estilo.

Lo agarre del brazo para luego irnos a pedir dulces. Trataré de disfrutar esta humillación.

—¿Que harás en las vacaciones de diciembre?

Preguntó de la nada.

—Aún es pronto para saberlo. ¿Porqué?

—¿Recuerdas a mi hermano Kairon?

—Por supuesto. —respondí.

—Ahora es dueño de una cadena de hoteles aquí cerca, quería preguntar si quería pasarlas conmigo en Australia.

—¿Tan lejos?

El asintió.

—Tendría que pedir permiso a mis papás.

—Yo hablaré con ellos, ¿aceptas?

—¡Por supuesto!

—Al fin podremos estar solos un tiempo, ¿no te emociona?

—Claro...

Debería sentirme feliz, pero en lugar, siento nervios, podrían llegar a pasar muchas cosas de las cuales no estoy segura.

Pasamos por demasiadas casas, llenamos son enormes bolsas de golosinas, solo quedaba una casa que había sido abandonada por décadas. Está ubicada demasiado cerca de la mía. En las noches solía ver desde mi ventana el interior para nada iluminado de su deteriorada habitación principal.

—¿Ahí vive tú nuevo vecino?

—Eso creo.

—Vamos a charlar con el, es nuevo en el vecindario, la compañía no le hace mal a nadie, ¿verdad?

—Cierto.

—Ire a comprar unas cervezas para nosotros y una soda para ti, tú ve y haz la labor de halloween.

Tomé valor para acercarme y tocar su puerta hasta que finalmente lo hice, al abrirse dije la famosa frase:

—¿Truco o...

Mis palabras quedaron en el aire al verlo. El es tan alto y fornido, con una complexión musculosa y bien definida. Tiene el cabello negro que le llega a la altura del cuello. Sus ojos son penetrantes y de un color oscuro, Posee una mandíbula cuadrada y una sonrisa irresistible que complementan su aspecto varonil y atractivo. Su porte es imponente y seguro. Parece un bombero de los programas de televisión.

—¿Truco o...—dijo con voz gruesa.

—¿Truco o trato?

—Mejor unos buenos besos, entra.

Me quedé como roca al escucharlo, pero le daría una respuesta.

—Ya tengo suficientes los de mi novio, solo quiero dulces.

—Cierto, tú novio, lo siento niña, no tengo dulces, solo esto.

Sacó de su bolsillo una caja de condones y una tarjetita metiendolas en mi bolsa.

—Atrevido. —reclamé.

—Tengo cosas que hacer niña, ten linda noche.

Me cerro la puerta en la cara. ¿Cuál es su problema? Kiran se acercaba con una enorme sonrisa y las bebidas en las manos.

—¿No hablaste con el?

—Vamos a casa.

Terminé por decirle. Kiran se fue a su casa luego de dejarme en la mía. Subí al cuarto para luego meterme a bañar y tirarme en la cama a no hacer nada.

Agarré la tarjetita que el chico me había entregado con su número. Sentía curiosidad, ¿que pasaría si le mando mensaje? ¿su actitud de mierds cambiaría? seguro que nació así.

Darle tantas vueltas al asunto era malo, quise restarle importancia pero solo pensaba en cuál sería su personalidad.

Mi teléfono comenzó a sonar, un número desconocido estaba llamando. Dudosa atendí la llamada.

—Quizás comenzamos con el pie izquierdo.

—¿Quién habla?

—Preguntas mucho, me llamo Cassyus preciosa, pero puedes comenzar a llamarme mi amor.

Es evidente de quién se trataba.

—Ridículo.

Colgué.

Que drama, ¿tan mal le he caído? Arroje el celular lejor de mi, el sueño me estaba ganando. Para cuándo desperté era pasado del mediodía. Era domingo, mi día menos favorito. Bajé al escuchar risas en el comedor.

—Que ruido, ¿vino el presidente o que?

—No, pero invitamos invitamos al joven a almorzar como regalo de bienvenida. —mi padre fue el primero en hablar.

Volteo la cabeza y el primer rostro que me encuentro es el de ese sujeto. Mierda.

—Un placer Cat, me llamo...

—Se llama Cassyus.

Terminó de decir Anton, la más pequeña de mis hermanas. Ella le miraba con una tonta sonrisa. Tan pequeña y tan enamoradiza.

—Espero que nos llevemos bien.

Desgraciado.

Voy a montar un circo y la atracción principal serán las historias de mi mala suerte.

Los hilos del poder: Pasiones prohibidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora