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— ¡Muy buenos días, familia! — La criada me abre la puerta y me asomo por el barandal viendo a mi tío

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— ¡Muy buenos días, familia! — La criada me abre la puerta y me asomo por el barandal viendo a mi tío. — ¿Dónde está la muñequita del tío Recce? — Mi sonrisa se hace presente, un sentimiento de cariño y felicidad me invade.

— ¡Tío Lece! — Bajo corriendo las escaleras sosteniendome del barandal.

— Mi señorita, tenga cuidado — Escucho a la criada pero la ignoro, mi tío sonríe y abre los brazos agachandose.

— ¡Ven aquí mi pequeño sol radiante! — Me tiro a sus brazos y me carga haciéndome reír, besa mi frente con cariño y yo beso su mejilla. — ¿Cómo está la reina de la casa?, mi hermosa sobrina quien reina todo este mundo insignificante ¿Extrañaste a tu tío favorito?

— Ti lo hice. — Lo vuelvo a abrazar por el cuello y ríe tallando mi espalda — Ameela está feliz de ver a Daddy. — Suelta una carcajada y besa mi frente con cariño.

— Por supuesto que lo estás, ¿Quién en su sano juicio no extraña a Daddy Recce?

— Los tontos — Asiento sacandole otra carcajada.

— Exactamente, dime muñequita ¿no te aburres en casa del abuelo? — Camina conmigo en brazos a la sala.

— No, tengo cliadas que me dio mi abuelito y un león que papi no sabe que tengo, Zeus llega madana. — Me sienta en sus piernas y asiente acomodando mi cabello.

— ¿Cómo se llama tu león?

— No le he puesto nomble, le ofrecí el de tío Lenko pelo ambos llegamos a la conclusión de que era una ofensa.

— ¿Para el Boss?

— No. Para el gatote, que feo nomble tiene Lenko. — Arrugo la nariz y mi tío vuelve a estallar en risas.

— Mi muñequita es inteligente. — Pellizca mi mejilla — Eres hermosa, digna sobrina mía. Hasta pareces mi hija. — Examina la casa — ¿Y mi hermano?

— Buelito está con mi abela en el cualto, mi papá se fue a una misión.

— ¿Qué hacen esos abuelos tuyos? No deberían descuidarte, no aprendieron de cuando tu padre aventó una granada en la mansión. — Bufa — Ven conmigo, iremos al penthouse del muñequito. Tú y yo nos quedaremos ahí.

— Señor Morgan pero ¿Y el ministro?

Recce me tapa los oídos pero me enfoco en sus labios para poder saber que dice.

El ministro puede comerme las pelotas, sólo sabe follar. — Se levanta conmigo destapando mis oídos, me aguanto la risa y me apega a su ppecho.

— ¿Me tlajiste la calacola de tu isla? — Me recuesto en su pecho.

— Claro que la traje, es la más grande que pude encontrar, pero te traje algo mucho más divertido que una caracola. — Subimos al auto.

Soy una...¡¿Bebé?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora