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El viento gélido de Siberia ya no acariciaba su rostro en cambio, el aire fresco del otoño japonés lo recibía al salir del auto. Hyoga se quedó un momento en la entrada del Instituto de Atenea, observando el edificio imponente que sería su nuevo hogar académico.

(espero que esta vez sea diferente) pensó mientras ajustaba la corbata de su uniforme su madre había insistido en este cambio, convencida de que una nueva atmósfera le haría bien.

Hyoga caminó por el pasillo principal, sintiendo las miradas curiosas de los estudiantes a su alrededor su cabello rubio y sus ojos azules, tan poco comunes en Japón, lo hacían destacar sin esfuerzo con cada paso, intentaba mantener la calma y la indiferencia que solía proyectar, pero la ansiedad por lo desconocido se agitaba en su pecho.

Al llegar al aula asignada, la profesora lo presentó a la clase.

— este es Hyoga, un estudiante de intercambio desde Rusia espero que lo reciban con calidez y lo ayuden en todo lo que necesite —dijo con una sonrisa.

Hyoga inclinó la cabeza en señal de respeto y se dirigió a un asiento vacío cerca de la ventana apenas se había sentado cuando sintió una presencia a su lado.

—¡Hola! Soy Seiya —dijo un chico de cabello castaño y ojos llenos de energía— si necesitas algo, no dudes en preguntar todos me llaman "Pegaso", pero tú puedes llamarme Seiya.

(Más bien burro, pony, burro con alas)

Hyoga asintió, un poco abrumado por el entusiasmo de su compañero.

—gracias, Seiya.

Seiya sonrió ampliamente, pero antes de poder responder, alguien había entrado al aula acompañando a cierta persona aunque al ver al castaño cerca de alguien que no conocía decidió acercarse al conocer a ese rubio.

—¿Quién es el nuevo? —preguntó, mirando a Hyoga con una seriedad y frialdad que no parecía humano.

—Es Hyoga —respondió Seiya rápidamente— viene de Rusia.

El otro chico levantó una ceja, observando detenidamente a Hyoga.

—Parece un pato —dijo — miren esos ojos azules y ese cabello rubio es como un pato en un estanque.

Seiya soltó una carcajada, pero no con malicia, sino con un tono amistoso.

—¡Tienes razón, Ikki! ¡Pero no te preocupes, Pato! Aquí te vamos a tratar bien.

Hyoga, sorprendido por el apodo repentino, no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa había algo en la manera despreocupada y amistosa de Seiya que lo hacía sentir un poco más cómodo, aunque el apodo "pato" no fuera exactamente halagador.

A lo largo del día, Hyoga notó que Seiya siempre estaba cerca, presentándolo a otros estudiantes y ayudándolo a orientarse en el enorme campus aunque su apariencia y su origen lo hacían destacar, Seiya se aseguraba de que Hyoga no se sintiera excluido.

Cuando finalmente sonó el timbre que anunciaba el final de las primeras clases Hyoga se dirigió al patio, buscando un lugar tranquilo para reflexionar sobre su primer día encontró un banco bajo un árbol y se sentó, dejando que el suave susurro de las hojas lo tranquilizara.

No pasó mucho tiempo antes de que Seiya apareciera nuevamente, con una sonrisa en el rostro.

—¡Hey, Pato! ¿Qué te parece si te muestro los mejores lugares para relajarse? —dijo con entusiasmo.

Hyoga suspiró, pero no pudo evitar sentirse agradecido quizás, después de todo, este nuevo comienzo no sería tan malo.

—Claro, Seiya. Vamos.

Mientras caminaban juntos, Hyoga se dio cuenta de que, a pesar de las diferencias y el apodo inesperado, había encontrado a alguien que podría convertirse en un buen amigo en este nuevo capítulo de su vida.






Shun siempre había sido conocido por su naturaleza gentil y su disposición a ayudar a los demás en el Instituto de Atenea, era una presencia constante de calma y bondad, características que contrastaban con la intensidad y el temperamento de su hermano mayor, Ikki.

Era una mañana fresca cuando Shun se levantó temprano, como de costumbre le gustaba aprovechar esos momentos de tranquilidad antes de que la escuela se llenara de estudiantes después de realizar su rutina decidió que era hora de ir a clases, las primeras pasaron volando la hora del primer receso paso rápidamente casi en un abrir y cerrar de ojos.

Al llegar a su salón, Shun notó la presencia de un nuevo rostro un chico de cabello rubio y ojos azules profundos estaba sentado en su lugar habitual, mirando por la ventana con una expresión pensativa.

—Buenos días —dijo Shun con su habitual sonrisa cálida— ¿Eres nuevo aquí?

El chico desvió la mirada del paisaje otoñal y asintió levemente.

—Sí, soy Hyoga —respondió con voz tranquila— acabo de transferirme.

Shun notó el acento extranjero y la frialdad en su tono, pero no se dejó intimidar.

—Soy Shun si necesitas ayuda con algo, no dudes en preguntar —ofreció mientras se sentaba en su pupitre.

Hyoga no respondió de inmediato, pero algo en la amabilidad de Shun lo hizo sentir un poco más cómodo aunque ambos no dijeron mucho más, una conexión silenciosa comenzó a formarse entre ellos.

Durante el almuerzo, Shun se encontró con Seiya y su hermano Ikki en la cafetería. Seiya, siempre enérgico, no perdió la oportunidad de bromear.

—¡Oye, Shun! ¿Conociste al nuevo estudiante? ¡Le decimos Pato! —dijo Seiya riendo.

Shun sonrió suavemente, sabiendo que Seiya lo decía con cariño.

—Sí, lo conocí esta mañana parece un buen chico —respondió.

Ikki, que a menudo tenía un aire protector hacia Shun, observó a Hyoga desde la distancia.

—Espero que sea así —dijo Ikki con tono serio— no quiero que nadie te cause problemas.
(Aunque quizás esto iba para ambos tanto para el joven peliverde como para el castaño ya que se preocupaba por ambos)

Shun apreció la preocupación de su hermano, pero no pudo evitar sentirse intrigado por Hyoga había algo en su mirada, una tristeza oculta, que despertó en Shun el deseo de conocerlo mejor.

Después de las clases, Shun decidió pasar un rato en el club de jardinería, una de sus actividades favoritas mientras cuidaba de las flores, escuchó pasos acercándose levantó la vista y vio a Hyoga, quien parecía estar explorando el campus.

—Hola, Hyoga, cierto?? —saludó Shun— ¿Te gustan las flores?

Hyoga miró a su alrededor, sorprendido de ver a Shun.

—Hola, Shun no suelo pasar mucho tiempo en jardines, pero este lugar es... tranquilo —dijo Hyoga, apreciando la paz que emanaba del jardín.

Shun sonrió, sintiendo que quizás Hyoga también buscaba un refugio en la tranquilidad del lugar.

—Puedes venir aquí siempre que quieras es un buen lugar para relajarse y pensar —ofreció Shun.

Hyoga asintió, agradecido por la invitación.

A medida que pasaban los días, Hyoga y Shun comenzaron a coincidir más a menudo en el jardín y en otras partes del instituto aunque sus personalidades eran diferentes, una amistad empezó a florecer, basada en el entendimiento mutuo y en la calidez de Shun, que poco a poco derretía el exterior frío de Hyoga.

El otoño continuaba su curso, pero para Shun y Hyoga, cada día traía consigo un nuevo descubrimiento Shun sentía que había algo especial en Hyoga, algo que quería proteger y comprender mejor, mientras que Hyoga comenzaba a ver en Shun una luz que iluminaba su camino en este nuevo y desconocido lugar.

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⏰ Última actualización: Jun 27 ⏰

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