Única parte.

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Tic tac... Tic tac... Unos segundos más y Jungkook podrá verlo. Unos segundos más y se mostrará frente a sus ojos como la luna que llega cada noche. Tic tac... Tic tac... Jungkook se levanta de la cama, se escabulle dentro del baño compartido y se asegura que la puerta del cuarto de su invitado quede entreabierta. Se asoma por el resquicio que lo mantiene en el limbo de su mundo y el suyo, el que lleva ultrajando los últimos tres días. Tic tac... Tic tac... El reloj del pasillo anuncia las doce.

Oculto en la oscuridad del baño, Jungkook contiene el aliento y ve a su invitado entrar a la habitación. Ha estado largo rato metido en el estudio, trabajando en sus pinturas después de la cena. Luce cansado y Jungkook teme que vaya a dormirse directamente. Pero sus sospechas son descartadas cuando su invitado enciende las lámparas de mesa. El ritual no cambia en nada: sus dedos largos desabotonan su camisa de lino poco a poco, como si se supiera observado, como si fuera consciente del espectáculo; se deshace del cinturón y luego de los pantalones. Y cuando está en ropa interior, apoya la espalda contra la pared y clava la vista en un punto del espacio que Jungkook no puede ver. Entonces, permanece ahí largo rato, viendo algo desconocido.

Jungkook carece de habilidades artísticas, pero en esos instantes de espera se atreve a retratarlo en su mente, valiéndose de una sensibilidad que solo los años y la vida aristócrata le han permitido cultivar. Capta la cálida luz que acaricia su piel morena, los cabellos negros que se arremolinan tras sus orejas, las manos posadas en un bulto que crece y la nariz que exhala respiraciones intermitentes. Cuando no encuentra detalles nuevos, toma los que ha podido capturar y los deja en el archivero de sus recuerdos que lleva su nombre y que se ha expandido sin control desde que lo vio llegar hace dos meses, a inicios de primavera. Kim Taehyung, pintor de profesión y poeta de nacimiento, tiene dedos de pianista, las piernas largas, una piel sin cicatrices, pómulos altos, cejas rectas, mirada magnética y unos labios que fácilmente se estiran en una sonrisa. Pidió una estancia de tres meses y Jungkook, cautivado por la foto en su solicitud, le ofreció quedarse también durante el verano.

Kim Taehyung se mudó nada más recibir la carta de aceptación, o eso le dijo a Jungkook durante su primera cena juntos. Había estado al pendiente de la convocatoria un año completo, consiguiendo cartas de recomendación de sus maestros de la universidad y agrandando su portafolio mientras tanto, a manera de aprovechar el tiempo. Cuando Jungkook le preguntó la razón de su perseverancia, Taehyung se terminó el vino de la copa y formó una sonrisa encantadora.

—Quería comprobarlo en persona.

—¿Comprobar qué?

—Se dicen muchos rumores de usted, ¿lo sabía?

Jungkook carraspeó.

—No me trates de usted, tenemos casi la misma edad. Y no, no sabía que se rumorean cosas de mí.

—¿Quiere que le cuente? —preguntó Taehyung mientras se llevaba un trozo de carne a la boca, y continuó antes de recibir respuesta—: Dicen que usted seduce a sus invitados y los enloquece o los asesina.

Jungkook no habló hasta verlo tragar el bocado.

—En primer lugar, mi carácter es más bien tímido, así que no comprendo de dónde se me ha inventado que soy un seductor. En segundo, todos los artistas que han tenido el placer de quedarse conmigo, han regresado a salvo a casa. De hecho, algunos me envían cartas cada tanto. Y, en tercer lugar, ¿por qué pondrías tu vida en riesgo si sospechas que soy un asesino serial?

Taehyung se limpió las comisuras de los labios con la blanca servilleta de seda y volvió a sonreír.

—Sería interesante formar parte del mito.

A PRINCIPIOS DE PRIMAVERA ; kth&jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora