Prologo

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20 de marzo, el día que se considera el inicio de la primavera, la renovación de la natura; después del frío árido y la quietud del invierno; llega la primavera trayendo un renacimiento vigoroso. Iniciando con un aliento cálido pintando de colores vivos la tierra como un lienzo en blanco. Los campos se teñían de un verde copioso, rociados de trazos de aromas danzando al compás de una brisa fresca. Los pájaros entonaban melodías jubilosas, mientras los arroyos canturreaban suavemente al ritmo de la vida que fluía de nuevo.

El rejuvenecimiento que traía consigo el cambio de estación no solo se podía palpar al ver los árboles y las flores, el cantar de las aves y el cálido pero refrescante clima; todo el pueblo de Asthley se encontraba eufórico y expectante por el nacimiento del heredero real. La llegada de este nuevo miembro a la familia real había llenado los corazones de los habitantes de Asthley de un júbilo palpable, pero el misterio en torno a su género solo aumentaba la anticipación y la emoción en las calles de la ciudad.

En el palacio norte del Reino de Asthley, el bullicio de los sirvientes era evidente mientras se preparaban para darle una cálida bienvenida al próximo gobernante del Reino. Mientras tanto, en los aposentos reales resonaban los gemidos de dolor de la Reina, quien luchaba para dar a luz a su tan esperado bebé.

En los aposentos reales, la luz del sol se filtraba a través de las altas ventanas, llenando la habitación con un resplandor cálido y dorado. La partera y las doncellas se movían con diligencia alrededor de la Reina, cuyos gemidos de dolor eran una mezcla de esfuerzo y esperanza. Aferrada a las sábanas de lino, la Reina luchaba con cada contracción, determinada a traer a su hijo al mundo.

Después de lo que pareció una eternidad, un fuerte llanto rompió el tenso silencio, resonando como un bálsamo en los oídos de todos. La partera levantó al recién nacido, mostrando su pequeño cuerpo a la Reina. Con lágrimas de alivio y alegría, la Reina extendió sus brazos temblorosos para recibir a su hijo, el futuro soberano del Reino.

Pero la felicidad solo duró unos segundos, esos segundos que le tomó a la Reina observar a la niña que había traído al mundo... una niña maldita. Las marcas negras alrededor de su pequeño y delicado cuerpo se mezclaban con la sangre que aún cubría a la pequeña criatura. El horror y la desesperación se reflejaron en los ojos de la Reina, mientras un murmullo de miedo comenzaba a extenderse entre los presentes.

—¿Qué significa esto? —susurró la Reina, con voz quebrada.

—Es la marca de la maldición, su majestad—respondió la partera, bajando la mirada—. La niña está destinada a un oscuro destino.

La Reina estaba sumamente preocupada por el futuro que le esperaba a su querida hija, una vida que no deseaba para ella, y estaba dispuesta a trazar un plan para asegurarse de que la niña no muriera. Hace 150 años, se registraron niños con marcas negras, señalados como seres incapaces de controlar la magia que se les había otorgado al nacer Como resultado de esta falta de control miles de vidas se perdieron Los cuatro Reyes de aquella época tomaron la decisión de aniquilar a estos niños, salvando así la vida de muchos. Sin embargo, periódicamente seguían naciendo niños con estas marcas. Las generaciones siguientes mantuvieron la misma decisión: asesinar a cualquier persona que presentara estas marcas, independientemente de su rango. El Reino de Brienne era el encargado de llevar a cabo esta tarea.

La Reina se encontraba perdida en sus pensamientos, planeando cómo llevar a cabo su estrategia con todos los recursos a su disposición. Las pisadas fuertes y apresuradas del Rey lograron captar su atención. El Rey ingresó a los aposentos reales con una radiante sonrisa, emocionado por conocer a su heredero. Sin embargo, su rostro cambió al notar el ambiente pesado. La Reina se aferraba con fuerza y delicadeza al pequeño cuerpo de su hija.

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