La primera vez que noté un mareo fue el lunes por la mañana en la cafetería de la escuela. Durante un instante tuve una sensación en el estómago como si estuviera en una montaña rusa bajando a toda velocidad desde el punto más alto. Duró solo dos segundos, pero fue suficiente para que me volcara un plato de puré de patatas con salsa sobre el uniforme. Los cubiertos rebotaron tintineando contra el suelo, aunque conseguí sujetar el plato a tiempo.
—De todas maneras, este mejunje sabe como si lo hubieran recogido del suelo —me dijo mi amigo Jungwon mientras yo limpiaba como podía la porquería —Si quieres, puedes embadurnarte la camisa con mi ración.
—No, gracias —Aunque casualmente la camisa del uniforme del Saint Lennox tenía el mismo color que el puré de patatas, la mancha llamaba desagradablemente la atención, de modo que me abroché la chaqueta azul marino para taparla.
—¡Vaya, el pequeño Sunnie ya está jugando otra vez con la comida! —exclamó Mina —Sobre todo, ni se te ocurra sentarte a mi lado, baboso apestoso.
—No te preocupes, Mina, es lo último que haría —Por desgracia, mis pequeños accidentes con la comida en la escuela se repetían con bastante frecuencia. Hacía solo una semana, una gelatina de frutas verde me había saltado del molde de aluminio y había aterrizado dos metros más allá, en los espaguetis a la carbonara de un alumno de quinto. La semana anterior se me había volcado el zumo de cerezas y había salpicado a todos mis compañeros de mesa, que parecía que hubieran cogido el sarampión. Por no hablar de las veces en que había metido la estúpida corbata del uniforme en la salsa, el zumo o la leche. Aunque anteriormente nunca había sentido vértigos. Pensé que probablemente eran imaginaciones mías. Lo que ocurría era que desde hacía un tiempo en casa solo se hablaba de mareos, aunque no de los míos, sino de los de mi siempre encantadora y perfecta prima Kazuha, que se estaba tomando a cucharadas su puré de patatas sentada junto a Mina. Toda la familia esperaba a que Kazuha empezara a sentir vértigos. Había días en que lady YoungHee, mi abuela, le preguntaba cada diez minutos si notaba algo raro, y mi tía HyeSun, la madre de Kazuha, aprovechaba los intervalos para repetir exactamente la misma pregunta. Y cada vez que ella negaba con la cabeza, lady YoungHee apretaba los labios y la tía HyeSun suspiraba. Aunque también podía ser a la inversa Los demás, mamá, mi hermana MinJeong, mi hermano NiKi, mi tía abuela MiKyung y yo, poníamos los ojos en blanco. Naturalmente, era excitante tener a alguien en la familia con el gen de los viajes en el tiempo, pero con los años todo ese asunto había ido perdiendo interés, y estábamos hasta la coronilla del teatro que se montaba en torno a Kazuha. La propia Kazuha acostumbraba a ocultar sus sentimientos tras una misteriosa sonrisa de Mona Lisa. Yo, en su lugar, tampoco hubiera sabido si debía alegrarme o enojarme por la ausencia de vértigos. Bueno, para ser sinceros, supongo que me habría alegrado. Yo era más bien del género asustadizo. Me gustaba la calma. "Tarde o temprano llegará "decía lady YoungHee todos los días "Y tenemos que estar preparados para cuando eso ocurra". De hecho, después de la comida, en la clase de historia de mister HeeSeung, efectivamente ocurrió. Yo me había levantado con hambre de la mesa. Para colmo, había encontrado un pelo negro en el postre y no había podido decidir si era mío o de alguno de los pinches de cocina. Fuera como fuese, aquello me había hecho perder definitivamente el apetito. En clase, mister HeeSeung nos devolvió la prueba de historia de la última semana.
—Veo que se han preparado bien para el examen, especialmente Kazuha. Un sobresaliente —Ella se apartó de la cara uno de sus resplandecientes mechones pelirrojos y dijo «Oh...», como si el resultado fuera una sorpresa, cuando sacaba siempre las mejores notas en todas las asignaturas. Pero esa vez Wonnie y yo también podíamos estar satisfechos. Los dos teníamos un notable alto, a pesar de que nuestra «buena preparación» había consistido en mirar la película sobre la reina Isabel con Cate Blanchett en DVD mientras nos atiborrábamos de patatas fritas y helado. Aunque también es verdad que habíamos estado siempre atentos en clase, lo que, por desgracia, no podía decirse que pasara en otras asignaturas. Ocurría sencillamente que las clases de mister HeeSeung eran tan interesantes que no te quedaba más remedio que escuchar. El propio mister HeeSeung también era muy interesante. La mayoría de las chicas estaban eHeeoradas secretamente, o no tan secretamente, de él. Igual que nuestra profesora de geografía, que se ponía roja como un tomate cuando se cruzaban. En cualquier caso, todo el mundo estaba de acuerdo en que estaba bueno. Todo el mundo excepto Jungwon, que encontraba que parecía una ardilla de dibujos animados. «Cada vez que me mira con esos ojazos marrones, me entran ganas de darle unas nueces», decía, e incluso llegó al extremo de dejar de llamar ardillas a las ardillas del parque para pasar a llamarlas «mistresses Hee». No sé por qué aquello era, de algún modo, contagioso, y al final yo también decía siempre cuando una ardilla se acercaba brincando: «Mira a esa mistress Hee tan pequeña y gordita, ¿verdad que es una monada?». Debido a esta comparación con las ardillas, Jungwon y yo éramos los dos únicos chicos de la clase que no estábamos colados por él. Yo lo intentaba una y otra vez pero no servía de nada: la comparación con las ardillas se me había metido en la cabeza, ¡y nadie experimenta sentimientos románticos hacia una ardilla! Seon no podía soportarlo. Hay que decir que, antes de que mister HeeSeung llegara a la escuela, todas las chicas de nuestra clase habían estado enamoradas de Seon, incluido yo, aunque me cueste reconocerlo. Pero entonces yo tenía once años y Seon aún era una monada, mientras que ahora, con dieciséis, no era más que un estúpido que desde hacía un par de años se encontraba en un estado de cambio de voz permanente. Por desgracia, los gallos y la voz de bajo no le impedían soltar estupideces sin parar. HeeSeung se detuvo en seco —¿No te encuentras bien, Kazuha? ¿Te duele la cabeza? —Todos la miraron, se estaba sujetando la cabeza con las manos.