★Le Festin★

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—Creo que esto no requiere explicación, Will —Hannibal se acercó, lento pero seguro, hacia donde se encontraba atado el rizado.

—¿Era necesario atarme? —preguntó Will, notando las ataduras en sus muñecas y piernas —Vine aquí por voluntad propia; hacer esto es muy poco ortodoxo de su parte, Doctor.

—Estamos sin filtros, ¿no es así? Y siendo  franco, está vez que has venido a buscarme... no puedo darme el lujo de que cruces esa puerta.

—No tenía pensado irme.

—¿Y cómo creerte? Creí en tu palabra una vez, vi el futuro con esperanza y salí del extraño confort que me dejó de reconfortar desde que llegaste a mi vida y así fue como decidí volar; tú me proporcionaste alas y las cortaste cuando decidiste traicionarme.

—Te precipitaste.

—No me precipite... —susurró con lágrimas amenazando con salir de sus ojos —Hice lo que creí que podría traernos felicidad y tú razonaste con la moral que finges tener, mas no con el corazón.

—Me arrepiento de que fuera así.

—No podemos cambiarlo, Will —Hannibal totalmente vulnerable acostó su cabeza sobre el pecho de Will —He pensado en miles de maneras para revertir el pasado y arreglarlo, pero es imposible. Siempre somos tú y yo enfrentando la muerte de cerca.

—La muerte nos ha seguido.

—No, nosotros la seguimos por propia voluntad.

Tanto Lecter como Graham se tomaron unos minutos para sentir de cerca su calor corporal. Claro que había un sinfín de cosas que hablar, pero a veces los silencios son más reveladores que una larga platica en donde egos, razones y orgullos chocaban.

—Sé que lo que ocurrió no es reversible. Jack y todo el FBI están tras tu pista; eres uno de los criminales más buscados en todo el mundo; Abigail murió en donde su destino estaba sellado y nosotros jamás podremos estar juntos por completo —la reflexión abrumó la mente de la pareja.

—¿Sugieres algo? —preguntó Hannibal al sentir que Will aún tenía más por decir y quizás un nudo en la garganta -o mejor dicho, en su retorcida moral- no dejaba que la idea saliera y esclareciera la situación.

—Hannibal, puedes tenerme —afirmó con seguridad —Si no podemos estar juntos, hagamos que esto sea significativo.

—Will, ¿estás pensando con claridad?

—Nunca tuve algo más claro en toda mi vida.

Hannibal ahora sí sentía el peso de la moral cayendo sobre sus hombros, ¿comerse a Will? Algo que él había pensado para acallar los sentimientos que surgían ante el agente, pero ahora dichas en palabras del mismo le ponía a tambalear como si de una cuerda floja se tratase.

☆☆☆☆★☆☆☆☆

Hannibal metió el cuerpo sedado de Will dentro de una tina la cual estaba repleta de hielo. Ambos habían llegado al mutuo acuerdo en el cual se ponía en claro 3 cosas:

1. Will no iba a morir durante el proceso.

2. La pieza arrebatada del cuerpo del ojiazul sería consumida por ambos. Will tendría que demostrar su compromiso degustando de su propio sabor, siendo que tendrían una cena exquisita.

3. En cuanto Will retomara conciencia de nuevo, la pareja iba a consumar el deseo carnal que tanto tiempo habían pasado anhelando,  y lo que vendría después de esto sería un misterio para el dúo.

El frío del hielo penetró la piel de Will, que junto al valium y la anestesia local lograron hacer que la conciencia del hombre estuviera apacible y lista para iniciar. Hannibal se encontraba frente a él, excitado por lo que haría, calculando cada detalle con la precisión que solo un artista podría tener ante su opera prima.

—Oh, Will. Confío en la claridad de tu decisión —dijo, mirando cada uno de los instrumentos que utilizaría para la amputación.

—Ya no hay marcha atrás, esto eventualmente pasaría y lo sabemos —afirmó Will, la seguridad en sus palabras hizo que Hannibal sonriera.

Y con esas palabras, el procedimiento dio inicio. El sonido del bisturí cortando poco a poco la piel del rizado era un deleite visual para el gusto macabro de Hannibal, que con la destreza propia de su profesión logró que el proceso fuera ameno para su paciente.

Cada corte, cada movimiento, era realizado con amor, dedicación y un deseo al imaginar lo que se avecinaba. La sangre se mezclaba con el hielo, creando una mezcla divina en el color pálido que todo el cuerpo del rizado había tomado gracias a la inoportuna pero controlada perdida de sangre. Hannibal tenía sus ojos fijos en su tarea; él era un artista, su bisturí un pincel y la piel de Will su lienzo, todo para lograr la obra de arte que debía de ser del agrado de ambos hombres.

En el momento precioso su labor había llegado a su fin. El pedazo de carne amputado fue tomado entre las manos del mayor, quien lo colocó a un lado para poder tomarse el momento de contemplar su obra y capturarla en su palacio mental. Ahora la vida de Will no era más que suya de una manera en la que nadie podría comprender, una compleja metáfora que iba más allá de lo físico.

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—Ya es hora de despertar —ahora el cuerpo del ojiazul se encontraba en una cómoda cama cubierta de sabanas —Hemos terminado —Al abrir los ojos, divisó a Hannibal inyectándole suero para poder traerlo de vuelta a este plano.

—No estás bromeando, ¿cierto? —los ojos desenfocados de Will se toparon con los de Hannibal quien mostraba un rostro apacible.

—Nunca bromearia respecto a algo tan importante.

—No siento nada —susurró aún atontado por el efecto de la anestesia local. Sin embargo, su sentido del olfato se encontraba intacto y pudo percibir a lo lejos el olor de su extremidad siendo cocinada y, sin duda, era un deleite.

—La primera parte de nuestro acuerdo está lista y en un momento viene la segunda —Hannibal salió de la habitación y segundos después llegó con dos bandejas doradas que contenían más que comida, un pacto irreversible.

—Huele delicioso.

—Esta noche, querido Will, celebraremos nuestra unión de una manera que ni siquiera el propio Marqués de Sade podría comprender —pregonó Hannibal poniendo la bandeja en el regazo débil de Will.

Ambos se sentaron frente a frente, mirándose fijamente y con un silencio sepulcral cargado de significado. Cada bocado de carne era tan solo el inicio de algo que duraría hasta la eternidad.

Así fue como el momento culminante se hallaba a la vuelta de la esquina. Cuando la cena terminó, Hannibal retiró los platos y los tiró estrepitosamente en la cocina; lavarlos le quitaría tiempo deseado, así que simplemente no lo hizo, se apresuró hasta la habitación en donde Will yacía con energía y admirando su extremidad faltante que ahora se encontraba dentro de su estómago.

Sin cruzar palabras, un apasionado y necesario calor hizo que sus cuerpos se unieran en un abrazo que, acompañado de besos y caricias, hacía de la vivencia el postre perfecto, sabían que se necesitaban.

Su destino estaba marcado desde su primer encuentro; jugaban con la vida y no se saciarían con la muerte, y así fue como la brecha que antes los alejaba se desvaneció. Eran solo Will y Hannibal, dos seres que estaban destinados por gracia divina y que, a pesar de sus recurrentes daños, necesitaban el uno al otro para descubrir sus verdaderas naturalezas.

La luna y las estrellas fueron testigos del pacto, en donde un ciclo mortal de amor y dolor daba sus frutos más jugosos, haciendo que ambos soltaran sus pesados pecados que lograban aquejarlos, logrando así conseguir la paz que solo encontraban en el cuerpo y alma del contrario.

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⏰ Última actualización: Jun 29 ⏰

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