El debate

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Mis manos empiezan a doler debido a la fuerza que ejerzo sobre el volante, pero no hago nada pare frenarlo, ya que posiblemente si lo detengo me estrelle, la escena de Paul besando a Emily se repite en mi mente y por más que intento meterme en la mente de que Emily no es para mí algo dentro de mí imagina una vida con ella la cual va en contra de todos mis principios. 

No sé qué me pasa cuando estoy con ella, pero cada vez que ese iris azul entra en contacto conmigo, todo en lo que puedo pensar es en como sería si solo brillaran para mí y nadie más… Pero, también otra parte me recuerda que es la novia de mi amigo y que está muy distante de ser mía.

La noche está bastante bonita, pero a estas alturas del partido solamente quiero hundirme en alcohol, así que saco la botella de tequila que siempre guardo y empiezo a empinármela, dejando que mi garganta y mi organismo empiece a arder. 

Cuando el sonido de mi teléfono indica que del otro lado contestaron, no veo el mensaje, sino que pongo la ubicación dejando que esta me lleve; no pasan más de veinte minutos cuando llego a un club que de lejos se ve que está lleno de gente fresa. 

– Hola amor — Scarlett, sale de la nada abalanzándose sobre mí y devorándome la boca en el proceso. 

Cuando entramos, verifico totalmente mi opinión acerca de que aquí había pura gente fresa, en vez de una música movida solo hay una pista de electrónica y ni eso pueden bailar bien. 

– Es allá — Me señala la mesa y cuando veo a las mujeres que están, preferiría haberme tirado a un puto balcón, sus dos amigas están ahí junto con todas sus primas. 

– ¡Comandante! — Dania se levanta como si fuéramos amigos de toda la vida y mi humor no puede empeorar más — Siéntese. 

Mandan a traer otra silla y quedó al lado de Scarlett, pero eso no es lo peor, lo peor son las caras sonrientes de todos como si fuéramos la pareja ideal. 

En toda la noche, ignoro a todo mundo y decido que el alcohol será mi único acompañante en lo que queda de este putrefacto día. 

– Osito, has tomado demasiado — «osito» Daría la cifra de dólares que sea con tal de borrar ese puto apodo. 

– No jodas. 

– ¿No quiero que la pases mal, porque mejor no nos ocupamos de algo más interesante? — Empieza a subir su mano por mi pierna y aprieta el bulto entre mis piernas mandando electricidad a mi cuerpo. 

Empezamos a fundirnos en un beso el cual será por el grado de alcohol,  pero sencillamente solo parece un beso superficial, Ambos nos levantamos de la mesa y salimos sin hacer mucho ruido entrando a trompicones al carro. 

– ¡Mierda! — No tengo ni un puto condón. 

– Me vine preparada — Scarlett saca de su cartera el envoltorio y empieza a abrir  la hebilla sacando mi polla ya lo suficientemente erecta, necesita dos manos para poner el condón, pero en cuanto lo pone, la agarró por los brazos y sin mucho preámbulo le quitó la braga embistiéndola con fuerza. 

– ¡Nich! — Gime, pero ese no me excita tanto como el de la afrodita de ojos azules que tiene jodida toda mi vida, mis embestidas van con suficiente furia y poco a poco siento que voy sacando todo lo malo de los últimos días, le devoró los labios con fiereza y por la manera tan desaforada en la que se mueve, es seguro que ya ella está alcanzando su liberación. 

Cuando ambos llegamos, somos una nube de vapor, la cual empaña todos los vidrios del carro y a la vez nos inunda en un ambiente húmedo; cuando Scarlett se acomoda, caigo en cuenta de que el puto condón se rompió y de él solo quedó la sombra. 

En ruinas (borrador) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora