Ruby
Verde: ¡Importante!
Turquesa: Escuela.
Rosa: Comité de actos de Maxton Hall.
Lila: Familia.
Naranja: Deporte y alimentación.
Lila (Hacer las fotos del modelito de Ember), verde (Comprar nuevos marcadores) y turquesa
(Preguntar a la señora Wakefield por el tema para el trabajo de Matemáticas): por hoy ya está
todo. Para mí, la mejor sensación del mundo es, con diferencia, poner el
signo del «visto» en uno de los puntos de mi lista de tareas pendientes. A
veces, hasta escribo alguna que ya hace tiempo que he cumplido sólo para
poder tacharla a continuación, aunque en un discreto gris claro para no
sentirme del todo una tramposa.
Si alguien abre mi agenda reconocerá a primera vista que mi día a día
está compuesto en su mayor parte por el verde, el turquesa y el rosa. Sin
embargo, desde hace apenas una semana, con el comienzo del nuevo curso,
estoy utilizando un nuevo color:
Oro: Oxford
La primera tarea que me he apuntado con el nuevo rotulador: Recoger la
carta de recomendación del señor Sutton.
Deslizo el dedo sobre las letras de brillo metálico.Sólo falta un año. Último en el Maxton Hall College. Me parece casi
imposible que por fin vaya a ocurrir. Puede que dentro de trescientos
sesenta y cinco días esté en un curso de política impartido por las personas
más inteligentes del mundo.
Hasta me pica el cuerpo de los nervios cuando pienso en que ya no me
falta mucho para saber si se va a cumplir mi mayor deseo. Si lo he
conseguido realmente y si puedo estudiar... ¡en Oxford!
En mi familia todavía no hay nadie que haya estudiado en la universidad,
y sé que no resulta lógico que mis padres no se limitaran simplemente a
sonreír cansados cuando les anuncié por primera vez que quería estudiar
Filosofía, Ciencias Políticas y Economía en Oxford. Entonces tenía siete
años.Pero ahora —diez años más tarde—, tampoco ha cambiado nada, salvo
que estoy más cerca de alcanzar mi meta. Haber llegado tan lejos sigue
pareciéndome un sueño. Me sorprendo a menudo con miedo a despertar de
repente y comprobar que estoy yendo a mi antigua escuela y no a Maxton
Hall, la escuela privada de mayor prestigio de Inglaterra.Echo un vistazo al reloj que cuelga sobre la maciza puerta de madera del
aula. Faltan todavía tres minutos. Ayer por la tarde acabé los deberes que
teníamos y ahora sólo he de esperar a que termine. Balanceo la pierna
impaciente y al instante recibo un golpe en el costado.—¡Ay! —digo entre dientes, y voy a devolver el golpe, pero Lin es más
rápida y lo esquiva. Tiene unos reflejos increíbles. Yo supongo que es
porque va a clases de esgrima desde primaria, y allí hay que pinchar con la
velocidad de una cobra.—¡Deja de moverte tanto! —me dice sin apartar la mirada de su hoja
totalmente escrita—. Me pones de los nervios.Esto me asombra: Lin nunca se pone nerviosa. Al menos, no tanto como
para reconocerlo o mostrarlo. Aunque en ese momento sí que logro
distinguir un asomo de inquietud en sus ojos.—Lo siento. No puedo evitarlo.
Deslizo de nuevo los dedos sobre las letras. En los últimos dos años he
trabajado a tope para ir al mismo ritmo que mis compañeros. Para mejorar.
Para demostrar a todo el mundo que merezco estar en Maxton Hall. Y ahora
que empieza el proceso de solicitudes para la universidad, me matan los
nervios. No puedo hacer nada por mucho que lo intente. Aunque, por lo
visto, a Lin le sucede lo mismo, y eso me tranquiliza un poco.—¿Han llegado ya los carteles? —pregunta Lin.
Me mira de reojo y se le cae sobre la cara un mechón de su media
melena morena. Se lo aparta con impaciencia de la frente.—Todavía no. Esta tarde, seguro —contesto negando con la cabeza.
—De acuerdo. Mañana después de Biología los repartimos, ¿vale?Señalo en mi cuaderno bajo la línea correspondiente al color rosa y Lin
asiente complacida. Vuelvo a mirar el reloj. Tengo que hacer un esfuerzo
por reprimirme y no mover la pierna. En su lugar, empiezo a recoger los
rotuladores con la mayor discreción posible. Como todos tienen que apuntar
en la misma dirección, necesito más tiempo para ordenarlos.