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Febrero, 2018.

El engorroso sonido metálico de la puerta cerrándose, resonó en los oídos de Alexander, un recordatorio final de los años que había pasado trás las frías paredes de la prisión.

Respiró profundamente, llenando sus pulmones con el aire libre que tanto había extrañado. Con cada paso hacia el mundo exterior, Alexander sentía una mezcla de alivio y ansiedad. Decir que estaba contento por su liberación sería un eufemismo, la enorme vergüenza de los errores pasados y las malas decisiones aún colgaban pesadamente sobre sus hombros. De tantas cosas malas que hizo, lo más insignificante lo encerró durante tanto tiempo.

Alexander no se considera un delincuente de alto riesgo, no tiene una mente perversa de psicópata, solo hace lo que creé necesario e incluso divertido.  Su vida ha sido un constante vaivén entre la oscuridad y la búsqueda desesperada de un propósito. Siempre con un talento especial para meterse en problemas. Desde temprana edad, se rodeaba de personas de dudosa reputación y se involucraba en actividades cuestionables. Aunque nunca cruzó la línea hacia lo inhumano, su cercanía a ese mundo lo puso en una situación comprometedora.

Una noche, en el lugar equivocado, asistió a una fiesta organizada por uno de sus conocidos, sin saber que en realidad era una reunión para planear un atraco importante. Alexander no participó en la planificación, ni en la ejecución del suceso, pero cuando la policía irrumpió, se encontró atrapado en medio del caos. A pesar de su inocencia en cuanto a la comisión del delito, la evidencia circunstancial junto con su historial de malas compañías y acciones pesaron en su contra. Los verdaderos culpables lograron escapar, dejando a Alexander como expiatorio. Sin pruebas que lo exoneraran y con una defensa débil, fue condenado a dos años de prisión por complicidad.

Fue absurdo que un robo a mano armada en el cual no contribuyó, determinará su destino, en especial cuando lideró y organizó delitos mucho mayores.

En el momento que su familia se enteró de su condena no hubo gran conmoción, todos sabían la fatalidad con la que algún día pagaría por sus actos. Alexander no esperaba una reacción diferente, solo quería que su hermano estuviera al tanto de la situación, al ser el único familiar que genuinamente se preocupaba por él.

Su hermano gemelo, Alejandro, siguió un camino completamente diferente al suyo. Siempre siendo un orgullo para la familia, un hijo ejemplar, él importante agente policial cuyo nombre era sinónimo de justicia y valentía. Un héroe que siempre hacía lo correcto, incluso si eso significaba poner su vida en peligro. Alexander no podía evitar sentirse como la sombra de su hermano, comúnmente metido en problemas y decepcionando a sus padres. Con cada paso hacia la libertad, sentía un poco de emoción por volverlo a ver. Podía existir algunos sentimientos negativos hacia Alejandro, sin embargo: seguía siendo su hermano al cuál quería demasiado.

Sabía que su gemelo estaría ocupado con sus misiones peligrosas, pero una pequeña parte esperaba que hubiera encontrado el tiempo para estar allí, para recibirlo con una gigantesca sonrisa característica de él.  Pero cuando cruzó la última puerta, su corazón se hundió. En lugar de la figura familiar de Alejandro, encontró a cuatro hombres vestidos de negro esperándolo. Su postura rígida y sus expresiones serias enviaron un escalofrío por su columna vertebral.

—¿Alexander Lightwood? —preguntó uno de ellos, con voz firme cuando estuvo lo suficientemente cerca.

—Sí —respondió, manteniendo la calma, aunque un mal presentimiento comenzaba a formarse en su mente.

descarado ¡! malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora