𝓐𝓷𝓽𝓮𝓼 𝓭𝓮 é𝓵 : 𝓽𝓻𝓮𝓼

62 16 2
                                    

El reinicio es el nacimiento de un alma humana en el paraíso, un honor reservado para muy pocos. Somos una población reducida, aproximadamente de cuatrocientas almas. Las almas humanas no pueden morir, pero en algún momento de nuestra existencia en el paraíso nos transformamos en polvo.

—234 años, eso existiré —me dijo Jo cuando aprendió la fórmula para calcular los años de existencia de un alma en el paraíso, y me la enseñó—. Lo malo es que no podemos determinar la tuya, Cel.

—No importa. Ahora mismo tú tienes 14 y yo 12. Con existir 100 años creo que puede ser suficiente.

—No lo acepto, debe haber alguna forma de conocer tu vida pasada. Tal vez en tu muerte humana te dieron un gran golpe en la cabeza.

Jo y yo éramos realmente cercanos, prácticamente habíamos sido criados juntos. Nuestros caminos se tornaron diferentes cuando él entró a la academia. El primer año nuestra relación no estuvo tan mal, pero ya al segundo el cambio fue evidente.

Cuando recordaba su vida pasada, Jo solía enseñarme sobre mis derechos, el respeto, cómo ser una buena ciudadana, el voto y las causas sociales. Disfrutaba mucho de esas charlas y aprendía bastante de ellas. Sin embargo, esas conversaciones terminaron al finalizar su segundo año en la academia.

Tenía que traer de regreso al Jo de antes.

—¿Podemos hablar? —llamé a su habitación esperando que contestara, pero no lo hizo, así que debí dejar mis modales a un lado y entrar. La habitación era de colores fríos, limpia y ordenada. Había libreros nuevos y decenas de libros que no recordaba haber visto antes.

—Estoy ocupado en este momento —Jo se mantenía en su escritorio, escribiendo, de espaldas a mí. Ni siquiera se había tomado el tiempo de observarme.

—Realmente necesito hablar contigo, Jo —el tono de urgencia en mis palabras aparentemente hizo que prestara atención. Se levantó de su silla y se acercó a donde me encontraba, en el marco de la puerta. Mi corazón latía muy rápido y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Éramos tan cercanos y ahora nos separaba una enorme distancia emocional.

—Dime, ¿te ha pasado algo? —Jo tomó mi muñeca y me miró con preocupación, examinando mi rostro con su mirada. Entendí que había comprendido mal mi mensaje y buscaba alguna señal de alarma o daño en mí.

—No, yo estoy bien, Jo. Es algo que me preocupa mucho —decidí volverme determinada, no estaba segura de cuánto tiempo estaría dispuesto a escucharme—. Sé que quieres entrar a la corte divina. Y si te vas allí, te perderé para siempre. Sé que ya nuestra amistad no es como antes, pero estoy tan preocupada por ti. No quiero que te vayas lejos. Ya estás lejos emocionalmente, pero si te vas físicamente también...

Jo soltó mi mano, pero no dejó de mirarme. Tenía el entrecejo fruncido, estaba serio otra vez.

—Cel, no hay razón para preocuparse. Yo estaré bien. Lo prometo. Además, jamás en toda mi existencia, podría olvidarme de ti.

—Si realmente estás decidido a hacerlo, no puedo detenerte. Pero al menos, tenía que decirte lo que pienso al respecto.

—Está bien.

De pronto, comencé a sentir enojo. Entendía bastante bien mis emociones gracias al apoyo de Vef, y sabía que era un alma con gran sensibilidad en aquellos temas que consideraba importantes. En particular, me sentía molesta al darme cuenta de que seguía sin entender el comportamiento de Jo.

—¿Por qué me tratas de este modo? Si dices que te importo y que no te olvidarías de mí, entonces no tiene sentido tu distancia e indiferencia.

—He estado concentrado en mis estudios, solo es eso. Siento mucho que mi comportamiento te cause malestar.

—Es una excusa. Eres igual que siempre con Vef.

Jo apartó la mirada, sus ojos oscuros revelaban un conflicto interno que apenas lograba ocultar. Suspiró, pasándose una mano por el cabello, como si intentara encontrar las palabras adecuadas.

—Cel... no entiendes. —Su voz era un susurro cargado de una mezcla de frustración y tristeza—. Hay cosas que aprendí en la academia que me hicieron... cambiar. No puedo explicártelo ahora. No es seguro.

—¿No es seguro? —repetí, sintiendo que mi enojo se mezclaba con la preocupación—. ¿Qué quieres decir?

—Solo... confía en mí. Todo esto es para protegerte a ti, a Vef, a todos. Hay cosas sobre los ángeles que no son lo que parecen. —Jo se detuvo, mordiéndose el labio como si hubiera dicho demasiado—. Quiero ingresar al Consejo Divino para tener poder, para cuidar de ustedes. Especialmente de ti.

Mi corazón se aceleró, sentí una mezcla de miedo e incipiente curiosidad luchando en mi interior. Había algo en sus palabras, en su tono, que sugería que la situación era más grave de lo que podía imaginar.

—¿Y qué hay de mí que necesita tanta protección? —pregunté, tratando de mantener la voz firme.

—Cel... —Jo volvió a tomar mi mano, su agarre era fuerte y cálido—. No estoy seguro, pero creo que hay algo... diferente en ti. Algo que podría hacer que los ángeles se interesen demasiado. No puedo arriesgarme a que te lastimen.

El silencio entre nosotros se volvió palpable, cargado de significados no dichos y emociones intensas. Jo soltó mi mano y retrocedió un paso.

—Por favor, Cel, no preguntes más. No ahora. Solo prométeme que serás cuidadosa y que tratarás de mantenerte alejada de los ángeles.

Asentí lentamente, sintiendo que mi mundo se volvía más confuso y peligroso con cada palabra que Jo decía.

—Prometo ser cuidadosa, Jo. Pero, no puedo entenderte y tampoco aceptar lo que haces. No es justo.

Después de esa conversación, no volvimos a tocar el tema. Aunque intenté varias veces sacarle algo más, Jo se cerró por completo. Los años pasaron, y aunque siempre guardé la esperanza de volver a tener la misma cercanía, nunca lo logramos. Ahora estoy en mi tercer año en la academia y Jo se ha convertido en un miembro destacado y respetado del Consejo Divino. Hace tres meses que se fue, y aunque estoy orgullosa de él, una parte de mí siente la profunda tristeza de su ausencia y el vacío de las palabras no dichas.

𝕷𝖑á𝖒𝖆𝖒𝖊 𝖒𝖔𝖓𝖘𝖙𝖗𝖚𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora