Imporia

Capítulo 2 El cuarto de la familia

 Un día de primavera, en una familia adinerada, nació un muchacho de cabello oscuro como el carbón y ojos de un color profundo como el fondo del océano. El nombre de este niño es Maximilliano Frederick Daniel Henricksen IV. Sus padres eran nobles respetables, poseían grandes minas de hierro, carbón y meridio. Además de tener la mayor red de fábricas a través de la nación, eran los que abastecían al país de armamento.

Max no iba a heredar toda la fortuna y territorios de su familia, tenía dos hermanos y una hermana mayores, y otra hermana más pequeña que él. Se llevaba bien con todos e intentaba seguir los pasos de su hermano mayor, Félix, el primogénito de la familia. Aunque Arthur, el tercer hijo, tenía envidia de su hermano mayor porque heredaría absolutamente todo. Arthur es vengativo y rastrero, haría todo lo posible por conseguir lo que él quería. Luego estaba Aurea, la primera hija mujer, la segunda al mando, es lista, inteligente y hermosa, en el caso de que Félix falleciera ella asumiría el cargo de la familia después de sus padres. Tras Aurea y Arthur estaba Max, y tras él: Lauren, la hermana más pequeña, aún no sabía cómo funcionaba la jerarquía pero su hermana mayor era su modelo a seguir.

La familia Henricksen siempre ha sido respetada, nobles guerreros, grandes pensadores y excelentes gobernantes, entre otras profesiones, han salido de esta gran familia. En Culdinor tienen una gran red de fábricas y minas, kilómetros y kilómetros de territorios. En Glailie tienen su enorme mansión, donde viven la mayor parte de los miembros de la rama principal de la familia, sin embargo, en Conchord habían comprado una casa suficientemente grande para que a Max no le faltase de nada mientras cumplía con sus cursos en la academia de caballería.

Los pájaros piaban contentos, el sol se asomaba entre las cumbres, parecía un buen día, pero no había nada de especial. La luz entraba tímida entre las cortinas, pero se dio la vuelta igual, acurrucándose en las sábanas, para seguir durmiendo. Se escucharon unos pasos al otro lado de la puerta.

― ¡Buenos días señorito! ― dijo el mayordomo entrando en la habitación y dirigiéndose a las cortinas ― Venga, ya es hora de levantarse, ha salido el sol y hace un día espléndido. ― y abrió las cortinas de par en par, dejando entrar toda la luz.

― Giusseppe... ― murmuró Max. ― Es muy pronto...

― ¿Pronto?¿Has dicho pronto? Las clases de la academia empezarán en breve y tú ahí durmiendo. No es pronto, y ahora, levántese.

― Vale... ― dijo Max protestando.

― En el comedor te espera el desayuno, se te va a enfriar.

― Está bien.

El muchacho salió de la cama, se pudo las zapatillas y deambuló por los pasillos de la casa hasta llegar al comedor. No le gustaban mucho los comedores enormes con mesas kilométricas, dejaban mucho espacio entre las personas y el sonido de los cubiertos era lo único que inundaba la sala. Desayunó una tostada y una taza de leche, nada más acabar subió a su habitación, ya la tenía ordenada y recogida. Se dio un baño , se vistió y bajó a la puerta principal. Cogió su espada y se montó en el carruaje que le estaba esperando para llevarlo a la academia. Era un trayecto de unos quince o veinte minutos. Llevaba en la academia desde los 8 años, no le quedaba mucho para su segundo aniversario en la academia. Entró por recomendación en vez de entrar por edad. No le gustaba esforzarse ni destacar pero se desenvolvía bien con la espada. En ese día tan corriente casi comente un crimen, y no dentro de la academia. Un hombre y un muchacho se cruzaron con el carro cerca de la academia. El chofer dio un frenazo con el que casi ahoga a los caballos y provoca que Max se cayera de su asiento, estampándose contra la ventana.

― ¡Señor!¡Tenga más cuidado! ― gritó el chofer.

― ¡Mira tú por donde conduces! ― replicó el hombre.