Mosser

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La computadora nos lanzó el tiempo que habíamos tardado ni bien nos aproximamos a Mosser-452: novecientas sesenta y seis horas, un poco más de la mitad de lo que habríamos tardado en llegar a Marte. Levanté la mirada y miré a través de la ventana de la cabina, lo único que se podía ver era el azul. Lexer encendió el escudo térmico cuando empezamos a atravesar la atmósfera. Desde esa altitud no podíamos divisar ninguna isla o formación rocosa, según la computadora, desde base tampoco había registros de tierra firme para que pudiéramos descender con comodidad, la nave estaba preparada para aterrizar sobre el mar, pero, después de tantos años, seguía sin ser el fuerte de Lexer. Descendimos hasta sobrevolar casi al ras del agua para continuar con la búsqueda de tierra hasta que decidimos que podíamos seguir buscando una vez instalados en Mosser. Con el Vera sobre la superficie del agua, Lexer desplegó los paneles solares, mientras yo hacía un sondeo del aire. La computadora no tardó en arrojarme el resultado de la composición del aire atmosférico del planeta, los mismos porcentajes que la Tierra de nitrógeno y oxígeno como gases principales para que pudiéramos sobrevivir sin necesidad del traje espacial. Aunque estaba seguro que usaríamos más el traje de buceo, si era totalmente agua, era probable que nos asentáramos bajo el mar.

Hice una comunicación rápida con base en la Tierra, Tischer me recibió enviando las directrices de la misión. Con el tono de voz monótono que la caracterizaba, me recordó que teníamos el plazo de un año para registrar toda la información que pudiéramos para la base de datos de la Tierra y cortó la comunicación. La voz de la computadora resonó en el Vera informando que la escotilla se estaba abriendo, Lexer había desaparecido de la cabina de control y era el primero en salir a explorar.

Me levanté del asiento, caminé hasta el habitáculo donde estaban las cápsulas de esterilización de los trajes, abrí la que contenía el de buceo y me lo calcé. En el compartimento de las herramientas faltaban el constructor y la pistola de estasis, Lexer prefería inmovilizar a lo que fuera que encontrásemos ahí afuera en lugar de matarlo, yo, por el contrario, prefería un arma letal así que agarré el cuchillo de calor que estaba adentro de su estuche para colgarlo en mi cinturón al lado del escáner portátil. Revisé que el traje, el tanque de oxígeno y la máscara que estaba conectado a este estuvieran en condiciones antes de salir de una vez del Vera. El agua era cristalina y cálida. Apenas me sumergí, pude ver las formas orgánicas a mi alrededor, el planeta estaba lleno de vida, tendríamos mucho trabajo por delante. No esperaba encontrarme con formas de vida de tan variada forma y color. Ascendí a la superficie, Lexer estaba sobre la plataforma del constructor guiando a los drones que zumbaban de un lado al otro materializando lo que sería la estructura de nuestro habitáculo y laboratorio. Me miró sin expresión, levanté una de mis manos con el escáner antes de volver a sumergirme lo más profundo que podía antes que el reloj que tenía en la muñeca hiciera que en mi casco empezara a pitar el alerta de profundidad. Casi todo parecía tener algún tipo de bioluminiscencia que resaltaban en distintos colores aún a la luz del día. Los organismos similares a los vegetales marinos eran más parecidos a los de la Tierra que los animales. Las más cercanas a las algas crecían desde la zona batial hasta casi la superficie. Otros, de color rojo brillante crecía apenas como pasto marino, de donde salían algunos animales.

En el fondo marino pude encontrar minerales, muchos eran similares a los de la Tierra, al menos en apariencia. Parecían haber sido erosionados hasta poder verse con facilidad en pequeños fragmentos sobre la arena. Quise sumergirme para agarrar uno, pero un banco de peces hizo que me distrajera, tenían forma de luna creciente. Nadé lo más rápido que pude hasta atravesar uno con mi cuchillo y lograr llevarme el cuerpo de la criatura. Subí al Vera haciendo que se reestableciera la energía y las luces se encendieran. Me saqué la máscara de oxígeno mientras me acercaba al escáner de la computadora para dejar al pescado en él. Un haz de luz verde se proyectó encima y se movió de derecha a izquierda un par de veces. Pensé en un Molidae por la forma de su cuerpo, como si fuera una fase alternativa a la que había en la Tierra, que era más parecido a una luna llena y era bastante más grande. ¿Hacía cuántos años se había extinto ese pez? Lo había visto en un libro antiguo de zoología. No tenía rastros de toxinas que pudieran matarnos si lo consumíamos, podría ser parte de la alimentación de algún asentamiento humano, siempre y cuando pudiéramos constatar que una vida cotidiana fuera viable en Mosser. Guardé los datos en la base de la computadora y el cuerpo del ejemplar en un contenedor para estudiarlo una vez estuviéramos instalados. Me asomé por la ventana. Los drones seguían dando vueltas por la superficie del agua y sumergiéndose de vez en cuando según las órdenes de Lexer. Encima de su cabeza rondaba lo que parecían ser animales voladores, al menos esperaba que lo fueran. Desde Tierra no habían localizado vida, pero este lugar estaba lleno de flora y fauna. Observé los seres que volaban dando vueltas como buitres sobre el constructor, parecía que curioseaban a los intrusos que habían llegado al planeta e intervenían el terreno sin ningún tipo de permiso.

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