Nance, Confié En Ti

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Nance, confié en ti

Cuando me di cuenta que estaba enamorada de Ren me sentí la persona más miserable y sabía que no me merecía nada de él. Simplemente era inevitable no dejarme llevar por sus sonrisas, por sus ojos brillosos cuando me miraba, su manera de caminar (como si tuviera el tiempo del mundo), como vestía y como jugaba con su cabello cuando estaba nerviosos o ansioso... Perdí la cuenta de las tantas veces que miré descaradamente su rostro, detallado cada uno de los lunares que decoraban éste y no podía dejar de pensar en la manera tan bella que me trataba, aun cuando las demás personas decían malas cosas sobre mí. Él se quedó conmigo, me hizo reír y me abrazó cuando lo necesité.

Soy una mala persona. No porque quería solo jugar con él al principio, sino porque no quería dejarlo y herirlo después de todo y porque probablemente las cosas terminaran mal para los dos. Sí, me enamoré de esa persona tan amable que solía detestar por llevarse con Miriam, la chica más popular y “humilde” de la Preparatoria. Cedí a dejarme llevar un poco por lo que teníamos, la manera secreta de vernos a escondidas de Miriam y hacerle creer que yo era un ángel.

¿Quién arruinó el trabajo de Miriam? ¿Dónde está el cuaderno de Miriam?

Ellos me señalaron, sin pensarlo dos veces y siempre quisieron juzgarme como la maldad que cambiaba por la escuela. Cuando Ren me miraba en esos momentos, solo quería no haberlo hecho, no dejarme influenciar por la envidia que hasta el momento me carcome.

Ninguno de ellos notaba que por dentro no quería hacerlo, pero no se preocupaban por nadie más que no fuera esa chica de cabellera pelirroja y su manera tan tosca de tratarme, no me preguntaban si tenía una problema, solo sabían atacar hasta matarte. Quise ser su amiga, pero desde el inicio ella supo que sería una desgracia intentarlo, de hecho, las dos nos enteramos de aquello.

Cuando quiso ayudarme, el orgullo me ganó y lo que único que logré fue que me odiara. Cuando quise decirle unas palabras me rechazó y dijo que lo único que veía en mí era un demonio que simplemente quería atención y que jamás podría llegar a ser alguien amada.

¿Quién lanzó ese chicle al cabello, tan hermoso, de Miriam?

Ella sabía que fui yo. Le decía a todos y de una manera perturbadora no hacía nada al respecto.

—¿Le dirás a la maestra? ¿Qué vas a hacer? Ella no te creerá. —Fingí desinterés.

—Pero ellos lo vieron. No me importa decirle a la maestra, ¿qué hará, además de suspenderte? Prefiero que los demás me crean y sepan de una vez por todas que eres una persona mala y envidiosa, solamente eres eso.

Cuando llegaba a mi casa podía derrumbarme, llorar lo tanto que quisiera y gritar tantas cosas, porque nadie estaba ahí para oírme, para detenerse a escucharme y poder abrazarme para reconfortarme. Mi corazón haciéndose pequeño, había dolor y tristeza. Se había vuelto una rutina que ya no sabía como salir de ello sin sentirme tan mal, nadie me creería si tratara de ser yo misma y solo verían a esa chica que fastidió, por casi un año, a Miriam. No querrán ser mis amigos.

Entonces, dejé de tratar y ser lo que era mejor, ser lo único que podía ser sin modificar el presente. Sentir el vacío la mayor parte del tiempo y enojarme por todo lo que sucedía y lo que no. Llorar cuando nadie veía y quebrarme en mi soledad.

La gota que derramó el vaso fue cuando Miriam me descubrió. Se acercó a mí y quiso ser una “amiga”.

—¿Estás bien?

—Sí, no necesito de tu superficialidad para animarme, estúpida —no podía detener las palabras de mi boca y me odié—, vete a ser la buena y la mejor de esta maldita Preparatoria, como siempre haces.

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⏰ Última actualización: Jul 01 ⏰

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