♡•1

42 8 0
                                    

En una fría mañana de invierno, cuándo aún los reinos combatientes permanecían en guerra, una madre daba a luz al segundo de sus hijos, una niña, una que con el paso del tiempo crecería dotada de un gran talento para las artes, en específico destacando en la pintura, algo sin precedentes pero gratificante para los padres de la pequeña.

La pequeña, llamada Xiàng Mei, creció con gracias, con los bellos rasgos faciales de su madre, con el cabello color terracota, lacio y sedoso de su padre, y los brillantes ojos ocre de su abuela que compartía con su hermano mayor.

No obstante, la familia era bastante humilde, no tenían el suficiente dinero como para que la menor de la familia desarrollase su talento apropiadamente, de vez en cuando se podían permitir el lujo de comprar un poco de tinta, papel gastado y un pincel maltratado. A la pequeña le tenía sin cuidado la calidad, con eso era más que feliz. Lo único que le partía el corazón era que con el paso de los años tendría que abandonar su sueño y dedicarse al negocio familiar, siendo la carpintería, o bien, ser ama de casa, una de dos. Vivió años de paz creciendo como una niña cualquiera en un pueblo algo recóndito en las afueras de Chu, en un pueblo fronterizos al norte.

La joven, dotada de un talento magnífico, era apoyada por su madre, Xiàng Wei, su padre, Xiàng Bingwen y el mayor de sus hermanos llamado Xiàng Zen. Años después, cuando la jove Mei tenía cerca de los ocho años, una nueva integrante a la familia se unió, pues sus padres le dieron a ella y a su hermano una nueva hermana. De a poco y sin intención alguna, la familia se hizo más grande.

[...]

Una noche tormentosa de otoño, Mei, se encontraba durmiendo en la habitación que compartía con sus hermanos y padres, pero un estruendo se escuchó en la lejanía, lo que los llevó a despertar de golpe
Se trataba de fuertes relinchidos y galopeos de caballos acompañados de hostiles voces.

El padre de familia junto con el hermano mayor se se levantaron de la cama no sin antes dirigirle una mirada de confort a la mujer que tomó en brazos a su recién nacida hija y a la segunda de sus hijos, quien se aferró al costado de su madre temiendo por el sonido que cada vez se hacía más cercano.

Mei y su madre esperaban pacientemente noticias, sin embargo, lo único que obtuvieron fue el eco a lo lejos de gritos desesperados, voces hostiles y crispadas junto con disturbio. La madre acercó un poco más hacia su cuerpo a sus hijas, en estado de alerta, con los ojos puestos sobre la puerta esperando alguna noticia de su esposo o la llegada de su hijo, pero ninguna de las dos sucedió pronto.

Después de unos insoportables minutos, el padre de familia entró por la puerta con unas cuantas heridas superficiales, salpicado de sangre y claramente agotado.
De inmediato Mei y su madre se alargaron, pero el hombre no les dio tiempo de hablar y puso un dedo sobre sus labios para indicándoles que guardaran silencio.

-Escóndanse...- murmuró mirando a su esposa fijamente sin mostrar ningún gesto de amabilidad ni confort.

-¿Dónde está Zen?- la mujer le cuestionó preocupada.

-Haz lo que te pido.- dijo antes de levantarse e irse otra vez.

La madre de la pequeña Mei tomó a su recién nacida y la escondió en un pequeño cesto de bambú donde guardan algunas frutas, la cubrió cuidadosamente con algunas, teniendo cuidado de no despertarla ni aplastarla u interferir con su respiración.

Luego se dirigió hacia la menor, la tomó por la mano para guiarla a un estrecho lugar en el suelo que solían tapar con tablas de madera que encajaban a la perfección.

-Métete ahí, Mei.- habló entre susurros apresurado a su hija a esconderse.

La niña negó con la cabeza muy asustada al borde de las lágrimas encogíendose de hombros.

En las sombras de la seda y el pincel || 𝒬𝒾𝓃 𝒮𝒽𝒾 𝐻𝓊𝒶𝓃𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora