Han pasado tres semanas desde que las cosas dieron un giro muy inesperado para mí. Sam y Peter me buscan todos los días en cada receso para platicar de cualquier cosa o jugar al tenis sin que los profesores nos vean. Casi siempre me traen bebidas y snacks para compartir. Sin embargo a veces dudo o mi mente se pone a reflexionar que nada de esto está pasando, pero tengo que dejar de indagar tanto en vagos pensamientos que solo se crean a partir de la ansiedad. Me estoy permitiendo ser feliz de a poco.
Se acercan las vacaciones de invierno y estoy muy ansioso por ir a ver las nuevas películas que se van a estrenar en unos días (espero que Sam y Peter acepten mi invitación al cine) y así poder distraerme de tantos exámenes cansadores que anduve teniendo todo este trimestre.
Necesito comprarme más libros para mi biblioteca porque los que tengo, ya los he leído de izquierda a derecha, de principio a fin, normal y al revés. Tal vez mi madre podría acompañarme a elegir algunos o mi padre que es el que paga aquí y podría facilitarme la nueva lectura que estaría rogando con urgencia.- No te has cambiado Dante, ¿por qué? -dijo Greta confundida con una cámara de fotos vieja en las manos que sacó de su cartera espaciosa de color oliva.
- Perdón, me olvidé por completo que íbamos a la casa de los abuelos- dijo Dante y añadió-. Me alisto en segundos, pero antes mamá quería preguntarte, ¿Sam y Peter podrán acompañarnos? Me gustaría enseñarles el lugar.
- Por supuesto hijo, además, tu padre y yo queríamos hacerte esa propuesta pero te nos adelantaste ¡Ve y avisales qué se preparen! -dijo Greta con una sonrisa de oreja a oreja, agarrándole la mano a Daemon qué también estaba contento.Mis padres tuvieron la excelente idea de visitar a mis abuelos en Trondheim, una ciudad grandiosa y extraordinaria de Noruega. Estoy muy emocionado por verlos ya que hace cinco años que no tengo contacto con ellos (solo llamados mediante el teléfono de mi mamá de vez en cuando porque no tengo teléfono propio) y lo último que me dijeron es que habían adoptado a dos gatitos; uno color café claro y otra blanca como lo son las nubes.
Hilda y Clemens son mis dos abuelos maternos y encantadores, quienes viven de los cultivos y la ganadería en el campo. Mi abuela, una mujer de cabellos blancos a tal alas de ángeles y sonrisa cálida, es conocida por sus deliciosas recetas tradicionales en la ciudad y su amor por la naturaleza qué nunca le ha de faltar. Mi abuelo, un hombre apacible con manos curtidas por el trabajo en el campo y de gran practicidad a la hora de hacer tareas del hogar, es un experto en cuidar de la tierra y los animales que les rodean. Podrían entablar conversaciones con cualquier persona durante horas y contar sobre sus vivencias y experiencias a lo largo de su larga (pero tan bien llevada) pacífica vida.
Al llegar a la ciudad teníamos que dirigirnos a la cabaña de mis abuelos, pero antes pasamos por una despensa para no ir con las manos vacías, por eso fuimos los encargados de llevar el postre (aunque de seguro mi abuela ya tenía algo preparado) y unas bebidas para celebrar. La cabaña de madera se alza majestuosa en medio de un prado verde salpicado de flores silvestres y árboles frondosos. Su fachada de tablones de madera en tonos cálidos y poco barnizados, dejaban ver el pasar del tiempo en cada trozo de madera gruesa, pero le confiere un toque de encanto rústico y acojedor. El tejado a dos aguas cubierto de tejas de color bordó desgastado, se fundé naturalmente con el entorno.
Al acercarse, se percibe el aroma a madera fresca y los sonidos de la naturaleza que rodean la cabaña: el canto de los pájaros, el murmullo de un arroyo cercano y el susurro del áspero viento entre las ramas de los árboles. El porche delantero, adornado con macetas de enormes girasoles y margaritas, invita a adentrarse en este refugio campestre.
-¡Hola mi hermosa familia, los estábamos esperando! -dijo Hilda con una enorme sonrisa, agarrándose de la puerta y sin que se enganchara su hermoso vestido a lunares blancos y de fondo rosa- y añadió -. Pasen, pasen, Clemens está afuera en el patio rociando las suculentas.
- ¡ Abuela, te extrañé tanto!-dijo Dante fundido en un gran abrazo a su abuela, con tics en el ojo derecho y enseñándole que trajo algo mucho más importante que solo una torta de chocolate.
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𝑳𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒐𝒍𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑾𝒐𝒍𝒇𝒔𝒌𝒊𝒏.
Teen FictionWolfskin Dante es un joven de 17 años, tímido y que rara vez, trata de socializar con los demás. Le fascina leer y las pastas caseras, pero no tiene amigos debido a su extraño síndrome, sólo sus agradables libros de literatura lo acompañan. Con el...