único.

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La noche había caído, la madre de Ellie había prometido haber vuelto para este momento de su breve viaje de negocios, por eso al salir del colegio y no encontrar sus llaves por ninguna parte, ni siquiera se preocupó, y eso ahora le estaba pasando factura. Su madre la mañana anterior había dejado todas las ventabas bien cerradas y aseguradas, la castaña, considerado el frío del invierno ni siquiera se dio la tarea de abrirlas. Su madre era bastante protectora, y creía que eso de perder las llaves era solo una excusa para irse de fiesta por ahí, o a dormir a la casa de algún chico, prefirió llamar al vecino de al lado quién se había mudado hace un año y logró volverse amigo de su madre para que dejara a Ellie pasar la noche en su casa, o al menos hasta que llegase a la madrugada.

Ellie.

Esperaba a Toji afuera, estaba cansada y deseaba ducharme, eran ya casi las nueve de la noche, tenía alrededor de seis horas esperando que el señor Fushiguro saliera del trabajo ya, y el desespero me estaba carcomiendo. Que Toji fuera a recibirme en su casa era más que una buena noticia, sabía que mi mamá confiaba en el por algunos inconvenientes de los que él me había salvado en ocasiones anteriores, y a mi me encantaba estar involucrada con él, era justamente el tipo de hombre que me gustaba, alto y fuerte, con esos rasgos tan varoniles, esa mirada penetrante, y la cicatriz en sus labios que le daba ese toque, que lo hacía ver quizás un poco malo, pero me volvía loca.

Detallé mi uniforme en una ventana, desabroché el primer botón y acomodé mi falda de tablones color gris, casi negra que apenas llegaba a la mitad de mi muslo. Mi cuerpo se marcaba bien, y me veía un poco cansada, pero sabía que me veía linda. Acomodé mi cabello por quinta vez en los últimos quince minutos, bufé mirando mi reflejo en la ventana y el reloj en mi muñeca con desespero, pero apenas escuché el sonido del mercedes de Toji corrí a sentarme en una de las sillitas que estaban al lado de la puerta.

Toji.

Cuando llegué lo primero que vi fue a la pequeña chica sentada afuera de la casa, tenía ya un año y unos cuantos meses de conocerla, estaba un poco más grande que la primera vez que la vi, había crecido por mucho unos tres centímetros y había empezado a formarse más como una mujer, pero seguía teniendo ese rostro aniñado, femenino y tierno, con esos ojos grandes y grises y su cabello largo y castaño. La muchacha era preciosa, su madre la cuidaba muchísimo, y a mi me atraía de una manera ciertamente incorrecta, siempre me le había insinuado de forma sutil, con gestos protectores, sabía que funcionaba porque la chica respondía tan bien a cada una de nuestras interacciones que lo hacía obvio, pero era demasiado tímida como para mostrar ella sus intenciones, por esa misma razón, no notaba las mías.

—¡Oye, Ellie!. —La llamé apenas bajé del carro y ella se puso se pie para venir hacia mi.

—Hola, señor Fushiguro. —Saludó con una amplia sonrisa, mostrándome esos blanquecinos y bonitos dientes, de los cuales los incisivos centrales eran un poco más grandes que el resto, dándole esa apariencia de conejita que tanto me agradaba.

Le sonreí también yo. —Toma esto. —Le entregué una bolsa donde estaban las hamburguesas que había comprado para cenar, ella la cargó en su muñeca y me miró a los ojos, yo al ver esa cara tan angelical de ella acaricié su cabello como si se tratase de un gato. —Debes estar hambrienta, niña linda.

Pude ver como sus labios se entreabrieron y sus cejas se relajaron a mi tacto. La condenada era tan sensible y obediente que me causaba cosquillas en la polla. Ese uniforme que tenía puesto le sentaba bien, la falda color gris oscuro que dejaba ver sus piernas bien definidas y se veía más corta en la parte de atrás gracias a que la chica jugaba voleibol e iba seguido al gimnasio. Mientras caminábamos para entrar, noté un poco más su cuerpo, sus caderas eran más grandes que su torso, su cuerpo estaba tonificado, se veía esbelto, su cintura estaba bien marcada, sus nalgas eran grandecitas, redondas y proporcionales a sus piernas, sus pechos eran pequeños, no podía ver mucho pero conocía perfectamente la forma que tenían, la había visto ya por la mañana un par de veces con esos pequeños vestidos de pijama de seda que no dejaban mucho a la imaginación, era bajita, pero sus extremidades y torso tenían las proporciones perfectas, esa niña era hermosa.

Next Door | Toji Fushiguro +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora