Capítulo 4: Control

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Hyunjin

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Hyunjin


En 2BILLION Dance, la academia de danza más prestigiosa de Seúl, aprendí que los malos tragos en compañía es como beber el amargo y abrasador soju, te atonta y, pese a no gustarte su sabor, te hace reír. También aprendí, que no basta con poner buena cara y ser guapo para ser merecedor de un hueco en el escenario, que tienes que demostrar con tus movimientos y constancia que mereces el hueco que ocupas en él. Por eso voy de persona en persona hasta dar con Félix, el último concursante en hacer acto de presencia en As de Picas. Porque no me gusta estar solo. Porque quiero estar rodeado de gente que sume y yo sumarle también.

No querer estar solo es lo que me trajo aquí. Concretamente extirparle un bulto a Kkami, mi pomerania, que le dificultaba respirar. Y no me arrepiento de nada. Los tres millones de wones mejor invertidos de mi vida. Me da igual que ahora esta corra peligro. Kkami me salvó de la soledad y la depresión y yo iba a salvarlo a él. Sencillo y fácil de entender.

Felix y yo hemos hablando de porqué estamos cada uno aquí y, aunque tenemos diferentes motivos, entiendo y empatizo con la razón de por qué no pidió ayuda a su familia y decidió quedarse en Corea pese a las dificultades.

Caminamos juntos hacia el control, con los ojos de un moreno siguiendo nuestro trayecto. Intento tener contacto visual con él y sonreírle, invitarlo a unirse a nosotros, pero es tarde y ya tiene la vista fija en otro lugar.

No tarda en llegarnos el turno en control, con la de gente que hay esperando. Los staff, los tres que hay a modo de barrera entre la "sala de espera" y la "sala de juego" (por llamarlo de alguna manera) se ponen manos a lo obra y agilizan la fila aunando esfuerzos.

—Siguiente —me señala con frialdad.

La máscara, encima, da un mal rollo que me eriza la piel. La mente me juega una mala pasada e imagino que tras ella hay una cara en carne viva sin dientes.

—Hola —saludo con la lengua pastosa pero sin perder la sonrisa.

El hombre que se esconde tras el traje ancho, muy parecido al uniforme que llevaría un mecánico pero dorado y con una pica negra en los deltoides, no me devuelve el saludo. Lo que sí hace es quitarme la mochila de cuerdas sin miramientos y fisgar en ella de forma minuciosa. Saca las prendas de ropa de una a una, las alisa y se asegura de que todo esté según las exigencias de The Póker. Después las mete hechas un ovillo en la mochila y me pide que ponga los brazos en cruz.

El registro dura poco, pero me violenta la forma en que me toquetea. Me repugna cómo sus dedos pasean por mi suéter gris, y aún me pongo peor cuando me aprieta los muslos y los gemelos por encima del chino beige.

Frunzo los labios, desvío la mirada hacia Felix y pienso en otra cosa. Calentarme la cabeza sobre cuánto voy a echar de menos a Kkami es contraproducente. También lo es plantearme si alguien de la academia, incluso de mi familia, me echará de menos. No he inventado ninguna excusa para justificar mi ausencia, y tampoco creo que nadie la note. Soy un chico fantasma que todo el mundo ve pero nadie echa en falta.

Por fin me quita las manos de encima el desconocido. Me aguanto las ganas de resoplar un "ya era hora", sin embargo, evitar mirarlo con mala cara se me hace imposible. Camino unos metros para apartarme de ellos, no demasiado, lo suficiente para hacerme a un lado y estar lo bastante cerca de Felix y que no sienta que lo he abandonado a su suerte.

—¿Qué es esto? —pregunta el enmascarado que está cacheándolo al llegar a los bolsillos de sus cargo.

Felix respira largo y pausado por la nariz antes de responder.

—Es un mechero, me lo regaló mi hermana.

Joder, la ha cagado. Las indicaciones del tipo que vino a casa a darme la tarjeta de Deudor y hacerme firmar el contrato con As de Picas fueron muy claras: nada de objetos que pongan en peligro la integridad del juego.

—Si no puedes con ello, quémalo —lee la inscripción del zippo con sorna—. Da gracias a que no tengo permiso para quemarte yo, ahora mismo, vivo.

El compañero de la izquierda del staff le da un codazo y le coge el mechero de la mano.

—Se lo daré a The Póker como si fuera un obsequio de tu parte. Me debes una, muchacho.

Felix se muerde el labio inferior, frustrado, y asiente sin levantar la vista del suelo.

Camina hacia mí, con los hombros totalmente hundidos. Le echo un brazo por encima y palmeo la espalda con suavidad.

—¿Significa mucho para ti, verdad? —susurro.

—Más que mucho.

La respuesta me encoge el corazón, aunque no más que lo vidrioso de sus ojos.

Atravesamos el pasillo oscuro tras la puerta de control, que nos lleva a un lugar igual de sombrío que la entrada a la sala de ocio nocturno. Escucho varias voces quejarse, preguntarse unos a otros qué está pasando aquí y qué es este lugar. Una de las voces es la del chico con la cicatriz en el ojo, que más que desorientado suena furioso.

—No te separes de mí —digo a Félix cogiéndole del brazo.

Asiente, aunque no lo veo. Lo sé por las ligeras sacudidas de sus brazos. Giro el cuello a derecha e izquierda y fuerzo la vista en busca de algo.

Alguien camina y se para tras de mí, y por lo caliente que siento su aliento en mi cuello diría que está demasiado cerca de lo considerado aceptable.

Unos minutos después, cuando supongo que los cincuenta participantes estamos dentro de la lúgubre sala, centenares de focos, que van prendiendo hilera por hilera, nos ciegan. Un murmullo generalizado ensordece el sonido de las bombillas al encenderse.

—¿Qué cojones? —maldice el chico de la cicatriz en el ojo.

Dos círculos de un rojo tan brillante como el rubí coronan una sala con cincuenta sacos colgando de lo más alto de unas poleas.

—¿Quién diríais que es el más fuerte? —dice en voz queda I.N, abriéndose paso entre la multitud.

El chico moreno queparecía demasiado asustado como para entablar conversación, tiene la miradaperdida entre los sacos, las poleas y los trazos de los círculos. 

As de Picas: Las pruebas © (Stray Kids)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora