Miradas que matan

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21 de Julio , aquel día empezaban las fiestas en Megeces ,un pueblo no muy grande pero con mucho ambiente.
Irene formaba parte de una peña de 15 personas llamada el Alboroto, ese día  se encontraban en su peña por la noche cuando derrepente llamaron a la puerta , era la peña el descontrol que habían venido para pasar el rato.
Sin permiso entraron y se sentaron como unos maleducados pero en ese mismo instante Nacho ,un chico de baja estatura , se quedó mirando fijamente a Irene mientras se mordía el labio y le abultaba el pantalón, Irene lo noto y no le apartó la mirada,
Irene y Raquel se dirigieron a la pequeña barra improvisada que habían montado en la peña Alboroto. Mientras Raquel preparaba los cubatas, Irene no podía evitar pensar en Nacho y en la intensidad de su mirada. Las luces del local parpadeaban al ritmo de la música, creando un ambiente casi mágico.

—¿Te pasa algo con Nacho? —preguntó Raquel con una sonrisa pícara, entregándole el cubata a Irene.

Irene se encogió de hombros, tratando de parecer despreocupada.

—No es nada, solo me ha sorprendido la forma en que me miraba, eso es todo.

Raquel levantó una ceja, claramente escéptica, pero no dijo nada más. Ambas regresaron al grupo, donde el ambiente seguía animado. Nacho aún estaba allí, sentado en un rincón, con los ojos fijos en Irene. Ella decidió acercarse, su curiosidad superando cualquier duda que pudiera tener.

—Hola, Nacho —dijo, intentando sonar casual—. ¿Te lo estás pasando bien?

Nacho pareció sorprendido por la iniciativa de Irene, pero rápidamente recuperó la compostura.

—Sí, claro. Este lugar tiene un buen ambiente —respondió él, sonriendo tímidamente.

Ambos comenzaron a conversar, al principio de temas triviales como la música y las fiestas del pueblo. Poco a poco, la conversación se fue tornando más personal. Irene se dio cuenta de que Nacho, a pesar de su aspecto tímido, era un chico muy interesante, con una risa contagiosa y una forma de ver el mundo que le intrigaba.

La noche avanzaba y, entre risas y miradas, la conexión entre ellos se hacía más palpable. Los demás en la peña seguían disfrutando, ajenos a la creciente tensión entre Irene y Nacho.

En un momento dado, la música cambió a una canción lenta. Nacho se levantó y, con una mirada que lo decía todo, extendió su mano hacia Irene.

—¿Bailamos? —preguntó él, con una mezcla de timidez y decisión.

Irene sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Aceptó su mano y se dejaron llevar por la música, moviéndose lentamente al compás. En ese instante, todo lo demás dejó de importar. Las luces, las risas, las voces de fondo se desvanecieron. Solo quedaban ellos dos, inmersos en una burbuja donde el tiempo parecía detenerse.

Mientras bailaban, Irene levantó la vista y se encontró con los ojos de Nacho, llenos de una intensidad que la hacía sentir vulnerable y emocionada al mismo tiempo. Sabía que esa noche era solo el comienzo de algo que no podía prever, pero estaba dispuesta a descubrirlo.

Al final de la canción, sin romper la magia del momento, Nacho se inclinó hacia Irene y le susurró al oído:

—Me alegra haber venido esta noche.

Irene sonrió y, con un brillo especial en los ojos, respondió:

—A mí también.

IreneXNachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora