EL SEÑOR MYRIEL SE CONVIERTE EN MONSEÑOR BIENVENIDO
El palacio episcopal de D. estaba contiguo al hospital, y era un vasto y hermoso edificio construido en piedra a principios del último siglo. Todo en él respiraba cierto aire de grandeza: las habitaciones del obispo, los salones, las habitaciones interiores, el patio de honor muy amplio con galerías de arcos según la antigua costumbre florentina, los jardines plantados de magníficos arboles.
El hospital era una casa estrecha y baja, de dos pisos, con un pequeño jardín atrás.
Tres días después de su llegada, el obispo visitó el hospital. Terminada la visita, le pidió al director que tuviera a bien acompañarlo a su palacio.
-Señor director- le dijo una vez llegados allí-: ¿Cuántos enfermos tenéis en este momento?
-Veintiséis, monseñor.
-Son los que había contado- dijo el obispo
- Las camas -replicó el director- están muy próximas las unas alas otras.
- Lo había notado.
- Las salas, más que salas, son celdas, y el aire en ellas serenueva difícilmente.
- Me había parecido lo mismo.
- Y luego, cuando un rayo de sol penetra en el edificio, el jardín esmuy pequeño para los convalecientes.
- También me lo había figurado.
- En tiempo de epidemia, este año hemos tenido el tifus, se juntantantos enfermos; más de ciento, que no sabemos qué hacer.
- Ya se me había ocurrido esa idea.
- ¡Qué queréis, monseñor! -dijo el director-: es menesterresignarse.
Esta conversación se mantenía en el comedor del piso bajo.
El obispo calló un momento; luego, volviéndose súbitamente haciael director del hospital, preguntó:
- ¿Cuántas camas creéis que podrán caber en esta sala?
- ¿En el comedor de Su Ilustrísima? -exclamó el directorestupefacto.
El obispo recorría la sala con la vista, y parecía que sus ojostomaban medidas y hacían cálculos
- Bien veinte camas -dijo como hablando consigo mismo;después, alzando la voz, añadió:- Mirad, señor director, aquíevidentemente hay un error. En el hospital sois veintiséis personasrepartidas en cinco o seis pequeños cuartos. Nosotros somos aquítres y tenemos sitio para sesenta. Hay un error, os digo; vos tenéismi casa y yo la vuestra. Devolvedme la mía, pues aquí estoy envuestra casa.
Al día siguiente, los veintiséis enfermos estaban instalados en elpalacio del obispo, y éste en el hospital.
Monseñor Myriel no tenía bienes. Su hermana cobraba una rentavitalicia de quinientos francos y monseñor Myriel recibía del Estado,como obispo, una asignación de quince mil francos.
El día mismo enque se trasladó a vivir al hospital, el prelado determinó de una vezpara siempre el empleo de esta suma, del modo que consta en lanota que transcribimos aquí, escrita de su puño y letra:
Lista de los gastos de mi casa
Para el seminario $1500
Congregación de la misión $100
Para los lazaritas de Montdidier $100
Seminario de las misiones extranjeras de París $200
Congregación del Espíritu Santo $150
Establecimiento religiosos de la Tierra Santa $100
Sociedades para madres solteras $350
Obra para mejora de las prisiones $400
Obra para el alivio y rescate de los presos $500
Para libertar a padres de familia presos por deudas $1000
Suplemento a la asignación de los maestros de escuela de la diocesis $2000
Cooperativa de los Altos Alpes $100
Congregacion de señoras para la enseñanza gratuita de niñas pobres $1500
Para los pobres $6000
Mi gasto personal $1000
Total $15000
Durante todo el tiempo que ocupó el obispado de D., monseñorMyriel no cambió en nada este presupuesto, que fue aceptado conabsoluta sumisión por la señorita Baptistina. Para aquella santamujer, monseñor Myriel era a la vez su hermano y su obispo; loamaba y lo veneraba con toda su sencillez.
Al cabo de algún tiempo afluyeron las ofrendas de dinero. Los quetenían y los que no tenían llamaban a la puerta de monseñor Myriel,los unos yendo a buscar la limosna que los otros acababan dedepositar. En menos de un año el obispo llegó a ser el tesorero detodos los beneficios, y el cajero de todas las estrecheces. Grandessumas pasaban por sus manos pero nada hacía que cambiara omodificase su género de vida, ni que añadiera lo más ínfimo de losuperfluo a lo que le era puramente necesario.
Lejos de esto, como siempre hay abajo más miseria quefraternidad arriba, todo estaba, por decirlo así, dado antes de serrecibido.Es costumbre que los obispos encabecen con sus nombres debautismo sus escritos y cartas pastorales. Los pobres de la comarcahabían elegido, con una especie de instinto afectuoso, de todos losnombres del obispo aquel que les ofrecía una significaciónadecuada; y entre ellos sólo le designaban como monseñorBienvenido. Haremos lo que ellos y lo llamaremos del mismo modocuando sea ocasión. Por lo demás, al obispo le agradaba estadesignación.
- Me gusta ese nombre -decía-: Bienvenido suaviza un poco lo demonseñor.
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Los Miserables
Historical FictionEsta obra quizá sea la más universalmente conocida del escritor romántico Víctor Hugo. Es una novela que expone, de manera magistral, los sufrimientos y la degradación que en los seres humanos produce la miseria, el horror del maltrato y la necesida...