Yolendi creció en Guatemala, hija de Evita Camila y Kappa Kapita. Sus padres eran españoles y al principio ella iba a crecer y vivir en las calles de Madrid, pero el destino decidió ponerla en el norte de Guatemala.
Cuando Evita Camila quedó embarazada todos pensaron que sería el Rubius, por su famosa relación, o Misha, por ser una de sus relaciones públicas más recientes, pero el padre resultó ser Kappa y decidieron llevarlo en secreto hasta que Evita Camila llegó a pesar 95kg y todos se extrañaron porque dejó de subir vídeos enseñando sus bailes sensuales y maquillajes propios de la revista Vogue.
Kappa siempre quiso hacerse cargo de Yolendi, pero al ser hija de su ex se le apagaron las ganas de criarla por completo ya que no se habían casado y estaba muy ocupado reivindicando los derechos de los niños palestinos.
Nació en la bañera en casa de Evita Camila, bañera que tuvo que llenar con un cubito yendo y volviendo una y otra vez desde la cocina hasta el baño porque en su baño no había agua caliente y vivir en España no quiere decir ser rico.
Fueron cuatro horas de arduo parto, el cual fue asistido por Lola Lolita, la cual fumaba sentada en un banquito mientras le daba ánimos a Evita. Esta vez no fumaba en un bar.
También presenciaron el parto Luisito Comunica y Arisita. Ellos dos estuvieron haciendo apuestas si el hijo se enredaría en los pelos del culo de Evita o nadaría como un kappa, típico de un cuento japonés, en el agua de la bañera.
Al final no ganó ninguno porque entre el humo de la cachimba de Lola Lolita nació Yolendi como un bebé sano y —aparentemente normal—.
Evita Camila no pudo aguantar más la presión de Tik Tok dado a que Lola Lolita publicó el video de cuatro horas de su parto y se veía claramente cómo salía la criatura entre el agua de la bañera, así que envío a su hija Yolendi a vivir con la Maeb, que también era ex de Misha y su público aún los seguía shippeando.
Yolendi creció con Maeb y aprendió a rasurarse la concha, a beber Coca-Cola con arroz, a tirarse peos en directo, a tirarse eructos encima de la gente que le preguntaba si era gitana y a cobrarle a la gente por ir a sus castrosos cumpleaños en los que mil euros no serían suficiente para satisfacer su ombligo.
A pesar de tener tan malos hábitos de alimentación nunca tuvo verdaderos problemas de salud y cuando su madre, Evita, decidió enviarla a vivir a Guatemala, sola, no tuvo problemas con beber leche que más se asemejaba al laxante para caballos que a la leche a la que estaba acostumbrada.
No había mucha diferencia entre España y Guatemala; la misma corrupción en la política, los mismos niños crueles, los mismos viajes de ida y vuelta de la cocina al baño para llenar la tina de agua caliente, y las calles llenas de ladrones donde era mejor tener el móvil metido en la cuca que llevarlo en la mano aunque te hubiera costado cincuenta euros en el paki de la esquina.
Cuando comenzó el colegio todos se burlaban de su acento español, el cual estaba extremadamente "madrileñizado" debido a que no solo pronunciaba la "z" sino que acababa las palabras acabadas en -dad con una "z" final, -daz, como un madrileño promedio. En lugar de decir "amistad", "felicidad", "Madrid", o "David", ella decía "amistaz", "felicidaz", "Madriz" y "Daviz".
En lo que sí se pudo adaptar fue en lo físico, porque por alguna razón tenía el color de piel estándar en Latinoamérica, no demasiado oscuro como para llamarse afroamericana, pero tampoco demasiado claro como para llamarse Whitexican. Tenía color Latinoamérica.
Sus compañeros se burlaban un poco por la forma en la que se expresaba. Decía que sabía inglés y lo intentaba, pero, por alguna razón, le salía un acento similar o equivalente a una vieja sin dientes después de una anestesia general en el dentista, la cual comienza a sentir que le falla la función de contención del recto.
Tenía muy malas notas porque no era muy inteligente y hacía muchísimas faltas de ortografía que nunca corregía.
Además, cuando se reía parecía un payaso haciendo gárgaras con un acordeón, pero su tía Maeb la había enseñado a defenderse en condiciones y no solo verbalmente, también la enseñó a defenderse con los puños.
Así fue como se pasó toda su infancia lidiando con el bullying que los niños guatemaltecas le hacían todos los días.
Ser objetivo de burlas parecía importarle poco porque ella siguió haciendo lo que la hacía feliz: dar cringe.
Entonces llegó el momento del encierro. El coronavirus acechaba por todo el mundo y ella, como todos, se aburría muchísimo en su casa que compartía con vagabundos ayudados por la Iglesia.
Estaba muy cansada de limpiar pulgas y piojos ajenos, las llamadas desinteresadas de sus padres y su tía Maeb y las clases en línea a las que a lo único que se dedicaba era a contarle las canas a su profesora, que, de hecho, siempre le encontraba una nueva.
Supuso que a la mujer le salían porque su marido no le quería, así su madre justificaba las suyas.
Durante esta pandemia ella se descargó algo de lo que todo el mundo se estaba hablando:
TIK TOK.
Y ahí comenzó a ver videos que le parecían interesantes y descubrió a una de sus muchas ídolas: Charli D'Amelio.
Comezó sus videos de Tik Tok imitando sus bailes que para ella salían muy bien, pero solo conseguía siete likes por video.
Alcanzó al menos mil likes, pero solo tenía tal suma de likes porque había subido muchísimos videos uno tras otro y a la gente no le llamaba la atención.
Se limitaban a poner comentarios tipo:
"Elimina Tik Tok"
"Mi sobrina hermosa 😘"
"Qué fea"
"Yo cuando no tengo qué hacer en cuarentena:"
Y eso le molestó muchísimo.
Si a todos les gustaba cuando lo hacía Charli, ¿por qué a nadie le hacía gracia cuando ella lo hacía? ¡Aquello no era justo!
Y ese fue el principio de todo.
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𝕄𝕚 𝕒𝕞𝕠𝕣 𝕥𝕖𝕣𝕔𝕖𝕣𝕞𝕦𝕟𝕕𝕚𝕤𝕥𝕒
HumorYolendi es una chica normal con una vida normal, pero nadie sabe su secreto; ella es influencer y se dedica a dar vergüenza ajena. Hija de unos padres que no la quieren vive con la horrible necesidad de que todos la acepten, pero lo que ella no sabe...