TRAGICO VERANO

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CAPITULO I

Hay etapas de nuestra vida que nos marcan y dejan huellas imborrables, queaunque pase el tiempo, siguen intactas, las cuales cuidamos celosamente, la mía sin duda es miniñez, crecí en una familia grande; nueve hermanos, un padre extraordinario y unamadre maravillosa.

Se puede tener un "Don" ?

Ese algo especial, que Dios te regala?

Por supuesto.

Les contare un pequeño fragmento, acerca de ese "Don" que tenía mi madre y parami desafortunada memoria me persiguió por muchos años.

Mi padre trabajaba en la compañía de Recursos Hidráulicos, comoaforador, su trabajo era tomar lectura diaria del nivel del agua en la presaSanalona.

Que por cierto le diré que esta presa fue la primera en construirse yahí, en ese pueblo nací yo.

Sanalona, se sitúa en la sierramedia de Sinaloa, cuyo vocablo híbridonáhuatl e hispano que se compone del atezquismo canautli, pato; y lona,aumentativo castellano que significa lugar de patos grandes, cosa que para ser sinceros nada tiene que verpues esos patos grandes nuncaexistieron.

Recordando un poco les diré, que el vaso de la presa Sanalona, comenzó suconstrucción bajo la orden presidencial del General Lázaro Cárdenas del Río en1939 y terminó la obra el ingeniero Juan Guerrero Alcocer el primero de Enerode 1948.

Fue inaugurada el 2 de Abril deese mismo año por el Presidente de la República Miguel Alemán Valdez.

Mi padre tenía que irse a vivir por un tiempo fuera del pueblo pues lalectura del nivel de agua le quedaba lejos de donde vivíamos, así que leasignaron una casa a las afueras del pueblo.

Teníamos que caminar por toda la orilla del río y cruzar, algunos metro de arenales, quecansaban las piernas y cuando el sol calentaba mucho deseabas no estar ahí, eseera el camino que a diario mis hermanos tenían que atravesar para asistir a laescuela, apenas recuerdo nuestra estancia en esa casona, bonita pero tenebrosa;su fachada era muy bonita; arcos al frente, con un amplio portal, el piso era mosaico de color rojo con naranja, cuatropilares gruesos y altos techo daban la bienvenida, había una salita de estar, amano derecha estaba la cocina era grandecon amplios ventanales que daban a un bello jardín que hizo mi madre.

Las habitaciones también eran grandes con puertas de madera e igual, grandes ventanales con enrejados, y tenía, recuerdo una terraza en forma circular.

La casa, no estaba cercada, ni tenía bardas, nada era una casona enmedio de la nada, color blanco.

Un hogar que imponía y dabamiedo, más cuando llegaba el atardecer, pues no había luz, mi padre ponía lámparas depetróleo en puntos estratégicos de la casa para iluminarla.

En la terraza circular y que estaba con rejas muy bonitas, parecíanhechas de filigrana, muy bellas, ahí, pasábamos las tardes jugando, no podíamos salir mucho, de casa, pues a unos metros estaba el río, conaguas transparentes, un color turquesa hermoso eso si muy frío.

Mi madre nunca nos dejaba solos, mi papá se iba a trabajar al río y nosquedábamos con mamá tres de mis hermanos y yo, los más pequeños, ella, siempreveía, a través de las ventanas y nosdecía:

--No se alejen de mí. Aquí jueguen.

Mi inocencia infantil no entendía las palabras de mamá.

Pero como sentía miedo en esa casa, pasábamos muy cerquita de ella, quea decir verdad nunca renegó siempre nos abrazaba, como protegiendo de algo o dealguien.

Y más tarde lo entendimos todos, esa casa bonita y acogedora, en lastardes se volvía fría y tenebrosa, esa fue quizás la etapa más dura de nuestravida, apenas recuerdo mi estadía ahí pero lo que recuerdo y nunca olvidare, fueuna tarde mientras mi madre preparaba la cena, a mi pequeña hermana y a mí se nosocurrió salir de la terraza e ir a explorar el jardín y los árboles que habíacerca, así como la hortaliza que mi mamá había sembrado.

Relatos de una serranitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora