Los segundos pasaban con lentitud, pero el tiempo no parecía avanzar, raramente no se negaba a esperar, ni se hacía de rogar. Por una vez en la vida no había final. La madrugada se alargaba, aun así el cansancio no le ganaba. Así eran las noches de verano. El silencio reinaba en la ciudad sin tener en cuenta el leve ruido del movimiento de las hojas al chocar entre sí, y el sonido que provocaban las suelas de aquel par de zapatos (probablemente correspondientes a algún borracho sin la consciencia de que vagaba por allí en esos instantes) al entrar en contacto con las baldosas lisas de la calle totalmente muerta. Los detalles se podían observar gracias a la luz tenue que concedía una de las farolas antiguas del barrio. "Es increíble la cantidad de cosas en las que te puedes fijar en tan solo un momento". Esto pensó Alma, la joven del 2º del 40, que estaba mirando a través de la ventana abierta que daba hacia el balcón. Decidió acercarse un poco más y dio unos pasos para terminar de sacar todo su cuerpo al exterior. Una pequeña ráfaga de viento le acarició el rostro que ya presentaba ojeras. Se dejó llevar, relajó cada uno de sus músculos y cerró los ojos. Al abrirlos siguió analizando el panorama que tenía delante de ella. Sentía que las estrellas la miraban. Le invadió la envidia de querer brillar tanto como ellas. "Si pudiera...". Volvió a la realidad y se encaminó a su habitación en puntillas para que no la escucharan. Acompañó con cuidado el cierre de la puerta. Se estiró en la cama, sobre la colcha que la cubría y, antes de acabar de reposar la cabeza sobre la almohada, los pensamientos la irrumpieron. Sí, los mismos que la torturaban minutos atrás.
Dentro de ella empezó a sonar la melodía de la canción "Someone To Stay", de Vancouver Sleep Clinic, que se le había pegado y no hacía más que cantarla una y otra vez. Tuvo una sensación que ya conocía. Un nudo horroroso en el pecho que provocó lágrimas inmediatas. Y algo más: ¿miedo? y ¿ansiedad? Es imposible explicar con palabras el efecto que causaba este raro sentimiento sobre Alma. El ritmo del pulso de su corazón alteró y las gotitas saladas que se habían formado en sus ojos oscuros, entre párpado y párpado, comenzaron a caer lentamente por las mejillas, por los labios secos, por la pequeña barbilla, hasta acabar en su pecho desnudo que no cubría el pijama rosa de tirantes. Intentó ocultar los sollozos que no podía contener aguantando la respiración (técnica que no le resultó muy eficaz). Y entonces el final volvió a aparecer. Sentía que estaba cerca. Al lado de ella. Mientras sus manos frágiles temblaban sin parar la desesperación le azotaba.
Pensó en todo el daño que le habían hecho, en que ella tenía la culpa de ello, en lo sola que estaba, teniendo compañía (familia, amigos, personas que se preocupaban por ella). Sabía que la querían pero aun así no se sentía querida. ¿Por qué? Si lo tenía todo, a todos ¿cierto? ¿Qué más querría tener? Al darse cuento de esto sintió más responsabilidad al sentirse mal, más odio hacia ella misma, un odio que según ella merecía. Reflexionó en las veces que ciertas personas se fueron de su vida anteriormente (tema al que le estuvo dando demasiadas vueltas esos días, o mejor dicho, que volvió a hacerlo). Ella entendía que si alguien se iba de su vida había alguna razón. Creía en el típico "Todo pasa por algo". Porque las amistades y los amores, van y vienen. Como cada etapa tiene un inicio y un... final. Y con el tiempo se supera, a veces poco, otras mucho. Pero claramente no pudo evitar hacerse aquella estúpida pregunta otra vez: ¿Y si yo soy el problema? Sí, ¿y si tenía la culpa?, ¿y si se cansaban de ella, y por eso se iban?, ¿y si no se merecía que la amaran de verdad?, ¿y si era difícil de querer? Tantos, "¿y si?", que la pobre se cuestionaba lastimándose más y más. En aquel momento (y siempre) necesitaba un hombro en el cual llorar, sin dar explicaciones de los complejos sentimientos. Alguien que la quisiera de verdad, sin que la juzgara por su sencilla y a la vez complicada manera de querer que solo ella tenía. Alguien que entendiera su intensidad, sensibilidad e impotencia. Alguien que diera y que recibiera. ¿Cuesta tanto pedir algo tan simple? Todos necesitamos a alguien que se quede, como decía la canción, una persona que esté allí, cerca.
Como seres humanos siempre pensaremos antes en la parte negativa, en los acontecimientos negativos, en el pasado, que en las cosas buenas, en el presente, en la buena vida. Esta es la sociedad en la que vivimos. Pesimistas. Estamos acostumbrados a estar mal, pero no a hablar de ello. Cada vez que te preguntan "¿Cómo estás?" o "¿Estás bien?" debes responder "Bien" o "Sí", respectivamente (para quedar bien, claro). Si decimos lo contrario eso estará... ¿mal? Porque no es común escucharlo.
Mientras la canción avanzaba en su mente Alma repetía las frases. Y así, perdida entre sus pensamientos, el dolor y el llanto, el sueño le iba ganando poco a poco hasta quedar profundamente dormida, con varias lágrimas restantes arrastrándose por su blanquecino rostro.
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Noche de Verano
Non-FictionUna simple noche de verano en la que una joven llena de sentimientos y emociones reflexiona sobre temas de la vida.