Capitulo 08

13 10 0
                                    

El escucharlo nombrar el nombre de Johhan siento una fuerte punzada en la zona del corazón. ¿Para que querría un ser como él el libro que cargaba Johhn antes de lo de la explosión? ¡Claro! Pero si el libro es sobre... claro. Y yo aquí pensando en tontería como por qué Alastor anhela tanto tener el libro entre sus manos.

- ¿Olvidas lo que pasó? -le pregunto a sabiendas que puede terminar mal, sin embargo, continúo-. Después de la explosión no sé qué fue lo que pasó. Incluso durante cuando saliste, de quien sabe dónde. No sé dónde está mi padre, ni Johhan y menos ese mugroso libro. Me supongo que debe de estar en lo que antes fue la casa de Johhn. Supongo que debe de estar ahí.

-No. No está ahí. Yo busqué y busqué y no lo conseguí. Te salvé pensando que sabrías decirme donde está.

-Déjame darte la mala noticia de que yo no sé dónde está. Ni de donde lo sacó Johhan o su contenido-musito siendo yo ahora lo que se ha empezado a molestar-.Desconozco cualquier cosa de ese libro, solo que es el libro negro de LaVey

-Te equivocas-replica el extraño ser con una sonrisa un tanto peculiar-. El libro que cargaba ese muchacho no se trataba de eso. ¡Ni en lo más mínimo tenía algún tipo de relación con lo que es en verdad! Es el Args Goemian

- ¿El que de qué?

Al ver la más pura de las ignorancia en un solo cuerpo, Alastor cambia el gesto y termina por echarse a reír al ver que no bromeaba al quedar en confundida con lo que me dijo. Él solo ríe y ríe, como si hubiese visto una escena cómica y se repitiese una y otra vez sin cesar. Una vez que se calma, me siento a la orilla de la cama esperando a que me dijese que fue lo gracioso que dije que lo puse al borde de las lágrimas de las risotadas que lanzaba cada vez más fuerte.

Si bien, es cierto que estoy temblando, y no es más que por lo nervios que siento en este momento. No es por escuchar las extrañas risotadas estridente de Alastor, que ya de por si es algo que a cualquiera se le erizan los pelos. No, no. Lo que me tiene con la boca morada del miedo es la idea que Fátima pueda escuchar cómo se ríe el desquiciado este y suba para ver lo que puede que esté pasando. Consiguiéndose a un tipo en el mismo cuarto que yo, que se presta a muchísimas malas interpretaciones del asunto.

Susurrándole, le pido a Alastor que se calme, que si no lo hace lo que hará es meter en problema. Muy lentamente va cesando la risa. Pero cuando me vuelve a mirar empieza nuevamente a reírse incluso más fuerte que antes. Se ríe hasta sacarse las lágrimas y ponerse una mano en la frente mientras chilla, se detiene, me mira, y se repite el ciclo.

Alzo la mirada al reloj que está encima de mi closet y veo que lleva Alastor riéndose durante tres minutos seguidos y sigue y sigue con lo mismo. No creo que se detenga  si sigue así. Su risa cada vez es más fuerte y escandalosa, tanto que las cosas encima del estante empiezan a temblar y se caen con fuerza al suelo.

Me levanto de donde estoy sacándome la ropa dejándola encima de la cama. Acercándome a la cómoda con el espejo, saco de las gavetas mi pijama favorita de color purpura. Me la coloco sin prisa alguna mientras Alastor se pone una mano en el estómago mientras que con la otra se sujeta del filo de la pared del closet para no caerse.

Estando ya lista para dormir con mi pijama encima, me acerco a la cama agarrando el vestido colocándolo en la cesta con el resto de ropa sucia que están a una esquina del cuarto cerca de la cama.

Escucho unos leves gimoteos. Extrañada por esto, me volteo pensando que Alastor ya se cansó de tanto reírse, y es así. Por fin se cansó de reírse. Él se quita la mano del estómago ladeando la cabeza de un lado a otro mientras intenta respirar profundo. Estando a unos escasos cuatro metros de él, escucho perfectamente como tiene la nariz tapada; le detallo el rostro notando que tiene los ojos rojos, hinchados, y lleno de lágrimas, así como estaba yo hace un buen rato atrás, pero dudo que sea por la mismas razones que las mías.

- ¿Por qué estás vestida así, Dakota? -me interroga con la voz ronca y entrecortada-. Vestida así no creo que puedas salir.

-Es que no me pienso mover de aquí. Creo que ya ha sido mucha acción por hoy para mí, ¿no crees?

Abre la boca como queriendo decir algo no sin antes meditarlo bien lo que diría. Al cabo de unos segundos el cierra la boca quedándose con la mirada completamente perdida. Está mirando hacia donde estoy, incluso, me atrevería a decir que me está viendo por la dirección en la que está, pero es como si su mirada, me pudiese penetrar y estuviese viendo "más allá" de lo que se puede apreciar a simple vista. Sin nada que perder, recojo las sabanas de la cama y me cuesto en esta apagando la luz de la lámpara que está encima de la cómoda de noche a un lado de la cama.

Con el cuarto a oscura, se escuchan unos extraños gruñidos que se extienden por todo el cuarto. Como si alguien estuviese murmurando con mal humor algo que extrañamente no puedo entender si acaso están hablando en el mismo idioma que yo o es que se ha puesto Alastor a hablar en una extraña lengua.

Con el temor que me provoca no entenderle nada de lo que dice, cierro los ojos con fuerza para quedarme dormida y dejar de sentir, oler, ver, y escuchar todo lo que me recuerde a este nuevo sufrimiento por el que tengo que pasar ahora. Las voces se hacen cada vez más fuertes, por más que se siguen escuchando como murmullos combinados con gruñidos parecidos a los que hacen los perros. El miedo es tanto, que no puedo evitar temblar del miedo y que las lágrimas se me escurran de los ojos.

Las voces con los múltiples ruidos se hacen cada vez más fuertes hasta que de repente, todo se detiene. No se escucha nada. Abro poco mis ojos para parecer que sigo con los ojos cerrados; no logro ver a Alastor, ni siquiera puedo sentir que esté cerca observándome en algún lugar del cuarto. Mi respiración agitada se va normalizando, la fuerte presión en mi pecho se va desapareciendo poco a poco al igual que las punzadas en la cabeza. Todo se siente cálido; como si Alastor hubiese decidido abandonarme de repente.

Pasan segundos, minutos, y no pasa nada. He cubierto mi cuerpo con las sabanas hasta tapar mi cabeza por miedo a que decida aparecer de nuevo.

Ya ni llevo la cuenta de cuánto tiempo ha pasado, ni siquiera sé si ya amaneció o no. Todo está en total calma y silencio sin tener una noción exacta de lo que está pasando del otro lado de las sábanas.

Cada vez el cansancio se hace más acentuado haciendo que mis ojos se cierren sin clemencia alguna. Es un hecho, ya este ser se ha ido. No creo que vuelva a aparecer. Mis ojos se cierran solos por más que luche para seguir alerta. Dando por el problema por acabo decido que lo más sano es dormir. Después de todo, ya se fue. Al parecer.

Cayéndome en un profundo sueño, siento como la luz anaranjada de la habitación se prende. Desorientada por completo, me levanto con dificultad de la cama chequeando de donde viene la luz. Al girar mi cuerpo hacia un lado me choca la luz de la lámpara de noche en toda la cara. Tocando todo lo que podría tener de frente, busco el pequeño interruptor que está en el mismo cable de la lamparilla. Con los ojos cerrados por la luz enceguecedora que golpea mi rostro siento una superficie que no la reconozco; no se siente a la madera de la mesa de noche, ni a la cerámica de la lámpara, ni el cable, nada... levanto mi mano para ver si la textura cambia o hasta donde podría llegar. Al subir y subir hasta donde el brazo me diese siento algo frío, muy frío que toca mi mano y me la sostiene en alto. La luz de la lámpara baja la intensidad hasta que pude abrir los ojos sin sentir que me molestaba.

Al abrir los ojos veo a Alastor serio totalmente. No. neutral es el término que más se ajusta a él. No se le ve ningún tipo de emoción al mirarme.

-No. No me he ido. Ni tengo planes de hacerlo. Más bien... vístete que necesito buscar el libro. No lo podré buscar solo en la situación en la que estoy así que vístete y vámonos.

Un cruel angelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora