Tomaba café mientras leía los artículos del periodico de Yorkshire, el sitio donde vivía era un pequeño pueblo, muy pintoresco y agradable, perfecto para inspirarse, escribir novelas y poemas.
El periodico era aburrido pero intentaba, ya desesperado, lograr conseguir inspiración para una novela -de las que me caracterizo por siempre hacer- pero nada había aparecido, nada me había cautivado lo suficiente para empezar a escribir.
Que puede pasar en un pueblo que sea material para eso? Todo o nada, pero bien...era, en fin, un pueblo amable por lo menos, sobre todo por los pobladores, que tenian un gran cariño rayano en la idolatría hacia mi. Siempre invitándome a sus fiestas y cenas como si fuera un actor o político importante y no como yo realmente me sentía, un patético escritor que narraba cosas demasiado reales y deprimentes que había tenido suerte en ser publicado. Siempre había tenido cierto escepticismo en poder ganar dinero de mi profesión, pero al final del día, solo amaba escribir y me importaba poco cuanto me pagaran.De esas tantas cenas y fiestas, los recuerdos de una noche, la cena en casa de Los Lester fue extrañamente particular.
Los Lesters eran, sin duda alguna, la familia más particular que había conocido. Eran ocho integrantes, el Sr. Lester, agradable inversionista y comerciante era en gran medida muy conversador y ocurrente. La Sra. Lester era increíblemente atenta y su genuino interés en lo que tenía por decir, era enternecedor. Las tías, Myrtle y Daisy eran muy elocuentes, contando muchas anecdotas increíbles y curiosas que me hicieron sentir animado a tomar una pluma y escribirlas en la servilleta. Los abuelos, Frannie y John, se veían tan enamorados y sonrientes, que de solo mirarlos deseaba sonreír como un idiota. Y luego estaba, Phil Lester, un chico amable, -como todos los Lester, sin duda- de unos cuantos años mayor que yo, era muy carismático e interesante aunque sus chistes eran clichés, y a veces, los datos aleatorios que decía sobre animales y plantas se ganaban miradas de hastío por parte de algunos de sus familiares, a mi me causaban gracia y una extraña ternura a pesar de que, en realidad, era 5 años mayor que yo.
La cena fue increíble y me fui, complacido de haberlos conocido, crucé algunos abrazos con los señores Lester y varios besos y abrazos con las tías y los abuelos y por parte de Phil solamente un apretón fuerte de manos. Curiosamente, sus ojos azules eran intensos, cosa que había notado desde que me había sentado frente a él durante la cena y me miraba fijamente mientras hablaba. Tal vez era de esos que miraban a las personas tratando de decifrarlas.
Me despedí de ellos entonces, muy entrada la noche y esperé, ya acostado en la cama de mi casa, que la pequeña Reina Mab llevara a cabo su magia, pero no podía dormir. Los ojos de Phil me miraban al cerrar los párpados, tal vez escribiría una historia inspirada en los Lesters, y en sus brillantes ojos inocentes. En alguna hora de la madrugada mi cerebro decidió permitirme conciliar el sueño. Solo recuerdo despertar sintiendo que alguien llamaba mi nombre, y un destello azul me devolvía a la realidad.
Varios meses despues, seguía tropezándome con los Lester por calles, el Sr. Lester solía frecuentar el café donde me encantaba desayunar y la Sra. Lester siempre estaba paseando a su perro Duke cada tarde pasando por la acera frente de mi casa.
Phil Lester, sin embargo, era alguien a quien casi no veía, y si lo encontraba al llegar a casa, estaba siempre acompañado de su amigo PJ. Solo cruzabamos palabras de saludo y despedida, y solo una vez hablamos, esperando a que llegara la Sra. Lester (para abrir la cerradura de la casa porque había olvidado la suya) sobre nuestros gustos de animales y descubrí su gran admiración por los leones.
Ese día en cambio, el café que tenía sostenido estaba frío, y en mi mente trataba de recordar una anecdota de la Tía Daisy -sintiendo el posible brote de inspiración en mi- en mi cuando sonó el teléfono de casa.
Cuando me llamaban eran solo 3 personas las que se preocupaban por mi: mi publicista Tyler, mi madre y mi hermana Louise.
Contesté al tercer repique y sostuve el auricular a mi oreja a la expectativa.
- ¿Sr. Howell?
- Sí, habla él. ¿En que puedo ayudarle?
- Sr. Howell, soy la ama de llaves de la familia Lester, le llamamos pues a ocurrido una tragedia.
- Oh, dios, ¿que ha ocurrido?
- Es el señorito Phillip, esta gravemente enfermo, tiene tanta fiebre que delira, mira personas y amenazas que no están allí, balbucea, y se queja, pero siempre llama a una sola persona.
- ¿Quien es la desdichada persona?
- Es usted, Sr. Howell. En nombre de mi señora, le pedimos que se digne a ayudarnos esta circunstancia. El doctor Johnson ha dicho que su presencia tal vez pudiera aliviar aunque sea un poco su locura. ¿Podrá hacerlo entonces?No sabía que responder, era terrible, terrible que un chico tan joven como el estuviera sufriendo en una enfermedad infernal, pero de todas las personas, porque inexplicablemente era a mi a quien quería ver?
En contra de cualquier sentido de razón, respondí:
- Por supuesto.
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De la Locura Al Amor
RandomPhil Lester cae terriblemente enfermo, pero los efectos colaterales de la enfermedad eran extraños... le hacían sentir delirios de amor por su nuevo vecino Dan Howell. Inspirada en "La meningitis y su sombra" de Horacio Quiroga