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Su matrimonio fue arreglado.

En una nueva época en dónde las personas luchan por tomar sus propias decisiones y tener los mismos derechos, sin fijarse en el género o en las castas, no era normal que aún existieran los matrimonios arreglados. Era un acto antigüo que hoy en día ya no se veía a simple vista. Se hablaba de nupcias y compromisos forzados como un rumor a voces apuntando a que solo las familias importantes podían consolidar dicho acto tan arcaico con el fin de mantener el prestigió y el linaje intacto. No era del todo mentira, si bien su compromiso con Max Verstappen fue principalmente para mantener un linaje puro y retacado, sumando también el aumento de bienes físicos y económicos para ambas familias, su relación nunca fue forzada.

Está bien, al principio sí lo fue, pero deben de comprender que él era tan solo un niño de siete años a quien le dijeron de la noche a la mañana que iba a conocer a su futura pareja. No entendía nada, era como si le hablarán de las matemáticas, su madre le explicaba con detalle y hasta con peras y manzanas, pero mientras ella hablaba de lo importante que era su compromiso y su relación con este niño extraño, las palabras le entraban a Sergio por una oreja y salían por la otra.

Al llegar al hogar de la familia Verstappen -una casa muy imponente, tan grande que Sergio se sintió una pulga- Sergio casi hace una pataleta en la entrada con su padre y su madre cargandolo de brazos y piernas -«¡Chamaco grosero, deja de llorar!» «¡Antonio, tu hijo parece chimicuil en comal!»-. Todo era tan aburrido, no había juegos o juguetes con los cuales jugar, él prefería sufrir una hora y media viendo María la del Barrio con su hermana Paola, a estar allí.

¿Qué tenía de bueno conocer a Max?

¡Ni siquiera podía hablar!

Cuando Sergio se asomó en la cuna que su padre le inclinó ligeramente para ver a su futuro prometido, lo único que encontró fue un bebé. Un bebé que tenía las mejillas rojas, balbuceaba cosas sin sentido y que estaba sonriendo mostrando las encías, y que también vestía un ridículo mameluco de león.

Era bastante pequeño, olía a talco para bebé y al aroma de la señora Sophie, Max intentaba alcanzarlo con sus regordetas manitas que se agitaban con el aire y sus piecitos pataleaban contra la colcha que los cubrían.

Sergio frunció el ceño.

¿En serio esperaban que se casara con él?

¡Ni de chiste!

"Está muy feo." Comentó sin pelos en la lengua ganándose un jadeo de su padre y un jalón de oreja de su madre.

Y que va, al parecer, su sufrimiento fue lo bastante divertido para hacer reír al bebé en la cuna.

"¡Checo, no digas eso!", exclamó su madre molesta.

"Mmmm", Sergio hizo un puchero y se sobó su oreja adolorida. No comprende a su madre, ella siempre le dijo que las mentiras son malas y que no era bueno decirlas. ¿Qué hizo mal?

"Disculpa mucho, Sophie, por la imprudencia de Sergio." Marilú se dirigió a la madre Max, quien está sentada en el sofá con su esposo a un lado, la mujer no se ve molesta a comparación de la que se hace llamar su madre, más bien parece divertida.

"Oh. No te preocupes Marilú, Sergio es pequeño y Max sigue siendo un bebé, con el tiempo pasará."

Con el tiempo, si como no.

Estaba enojado. Molesto. A Sergio no le gustaba esto. No solo lo obligaron a venir a conocer a un niño que aún sigue siendo un bebé y que le dicen que será su futuro esposo, también tiene que usar un ridículo chaleco que le incomoda desde el momento que su nana se lo abotonó, tuvo que aguantar los regaños de sus padres en el auto porque llevaba una jetota en la cara, y ahora recibió un jalón de orejas por decir la verdad.

empalagoso | chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora