DOS

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Su mirada estaba fija en la ventana del autobús, parecía lejana a todo lo que a su alrededor sucedía.

La señora de al lado se levantó al llegar a su parada dejando el lugar libre para aquel que quería sentarse a su lado. Su rostro no era amistoso. Y eso de alguna forma evitaba a las personas acercarse al asiento.

Félix sopló en su manos animándose internamente: Está era su oportunidad. Tomando las tiras de la mochila, se acercó lentamente dando un leve silbido en tono feliz. Se quitó la mochila y tomó asiento a su lado.

—Lindo día ¿Verdad?

La joven sólo mantuvo los ojos en la ventana en silencio.

—Se nota que la primavera está a punto de llegar.

Celeste parpadeó.

—¿Te gusta la primavera?

Celeste suspiró.

Bien. Ya había tenido suficiente.
La tercera era la vencida.

Decidido golpeó el hombro de la joven que regresó la mirada a Félix, saltando del susto.

—¿En qué momento llegaste? —soltó con el corazón acelerado.

El joven mostró sus dientes con una perfecta sonrisa.

—Hace un momento.

Celeste asintió, y regresó a su tarea de mirar la ventanilla.

Por su parte Félix, solo sonrió levemente. Eran vecinos, pero conocía poco de ella desde el divorcio de sus padres. 

Desde el día en que la pelota de Celeste golpeó la cabeza del joven, había sido flechado directo en el corazón. Sus facciones finas eran dignas de un dibujo, sus ojos celestes era semejante apreciar el silencio del mismo cielo, y su voz poco escuchada, era como la de una canción en invierno.

El cálido sol alumbró el rostro de la joven, llenándolo de luz, una natural que le atrajó mucho más. Con velocidad, sacó sus hojas en blanco, un lápiz y una goma para borrar de su mochila. Sus piernas se cruzaron, apoyó el blog en ellas y comenzó su tarea.

Celeste sintió una chispa en el corazón.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó intentando moverse.

—Quieta y sería —le ordenó el castaño manteniendo su rostro de la forma original.

—¿Me estás dibujando? Sin mi permiso.

Félix sonrió.

—El arte es algo empírico.

—Si, pero se debe pedir permiso —respondió ella mientras una sonrisa brotó de sus labios.

Los ojos de Félix quedaron suspendidos en ese accionar.

—¿Qué sentirías si te dibujo sin tu consentimiento?

El joven sonrió, grabando la sonrisa de la joven en su memoria.

—Me sentiría halagado y agradecido porque de tantas personas en la ciudad o en el bus, fuí su escogido.

La rubia chasqueó la lengua.

—Me siento avergonzada —admitió.

—Es parte del proceso.

Celeste volvió a sonreír. Su vecino era gracioso. Aunque de una forma peculiar.

—¿Por qué siempre estás sonriente? —preguntó sin contenerse.

—¿Por qué no lo estaría?

—Porque existen días malos, tal vez.

Félix trazó el lápiz con suavidad sobre la hoja y sonrió ante las palabras de Celeste.

—Vale, existen días malos. Pero somos nosotros los que elegimos la manera en que nos afecta.

—Eso es una falacia.

—Eso dicen muchos —respondió el castaño examinando el perfil de su modelo —Está en nosotros caer en mentiras o buscar la verdad.

La rubia lo observó de reojo mientras los dedos del joven la mantenían quieta sosteniendo su mentón.

—Es mucho trabajo.

Félix sonrió siguiendo en su actividad de dibujo.

Con suavidad trazó los cabellos de la joven, y fijando sus ojos en sus lunares en forma de "x", detalló algunas partes de los ojos y borró algunos contornos, añadió luz en otros lugares. Y al final, sonrió.

—La vida es un trabajo —murmuró tomando la hoja y poniéndola enfrente de la rubia, que inmediatamente abrió los ojos con sorpresa.

—¡Guau! ¿Cuánto debo pagarte? —habló levantando del asiento junto al joven.

—Nada.

—¿Gratis?

—Tómalo como un regalo.

—Mejor lo tomó como un retrato —habló la joven sin mover los ojos del dibujo.

Ambos se acercaron al conductor del autobús que inmediatamente luego de señalar la parada, descendió la velocidad.

Una vez abajo, los dos caminaron a sus hogares. Celeste aún mantenía su mirada en la hoja que tenía entre las manos.

—¿Ésto fue un trabajo para tí? —le señaló.

—No. Fue un regalo.

La rubia arrugó la frente confundida.

—¿Y el motivo?

—Los regalos no tienen motivo, nacen de la nada como una sonrisa ante la lluvia de la felicidad.

—Metafórico.

—Si, pero también soy realista —notificó sacando las llaves de su casa del bolsillo del uniforme  —Nos vemos mañana, Celeste.

—Mañana es sábado —dijo confundida.

—Y aún así existe la probabilidad de que podamos vernos, somos vecinos después de todo.








Muak!

Sonrisas Encantadas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora