La última de Afrodita

1 0 0
                                    


A veces tengo miedo de que esta sea la última carta, que sea mi última carta para ti... porque eso solo podrá significar que acepté mi pérdida, que acepté la derrota de un ser enamorado que no fue correspondido. Oh, diosa Afrodita, vuelve a tus andanzas y conviértete nuevamente en el río del desamor, como hiciste hace tantos años.

En cada palabra que escribo, se esconde el temor de que este sea el punto final, el adiós definitivo a un amor que nunca floreció. Cada letra es un susurro de lo que pudo ser y nunca fue, un eco de sueños que se desvanecen en la distancia. Este miedo no es solo mío, es el miedo de todos los corazones que han amado sin ser amados a cambio, que han dado todo de sí mismos sin recibir nada a cambio.

La aceptación es un proceso doloroso. Es como una herida que se niega a sanar, una cicatriz que se queda para siempre en el alma. Aceptar la derrota en el amor es reconocer que todos los esfuerzos, todas las esperanzas y todos los deseos no fueron suficientes. Es enfrentarse a la realidad de que el amor, por más fuerte y puro que sea, no siempre es correspondido.

Oh, diosa Afrodita, tú que conoces los caminos del amor y del desamor, guíame en este momento de incertidumbre. Ayúdame a entender que el amor no correspondido también tiene su belleza, que en la entrega incondicional y en la devoción desinteresada hay una forma de pureza que no necesita reciprocidad para ser válida.

Cada intento por enamorarla fue un reflejo de mi propio enamoramiento. La forma en que la miraba, la forma en que susurraba su nombre en mis pensamientos, todo era un reflejo de ese sentimiento profundo que me consumía. Intenté mostrarle mi amor a través de pequeños gestos, a través de actos de bondad y ternura. Quise que viera, en cada detalle, el inmenso amor que sentía por ella.

Pero ahora, al borde de la despedida, me doy cuenta de que quizá nunca veré en sus ojos el mismo reflejo de amor que yo llevo en los míos. Y eso está bien. El amor, en su esencia más pura, no necesita ser correspondido para ser real. Es suficiente con saber que amé con todo mi ser, que di lo mejor de mí y que, en ese proceso, me descubrí a mí mismo.

La diosa Afrodita, en su infinita sabiduría, sabe que el desamor también es una forma de aprendizaje. Es un recordatorio de que el amor no es una transacción, sino una ofrenda. Es dar sin esperar recibir, es entregarse sin condiciones. Y en ese acto de amor incondicional, hay una belleza y una fortaleza que no todos son capaces de entender.

Quizás esta sea mi última carta, el último suspiro de un corazón que amó sin ser amado. Pero en estas palabras dejo un legado de amor verdadero, un testimonio de lo que significa amar con todo el alma. Y aunque el dolor de la no correspondencia sea profundo, también hay en él una lección invaluable.

A veces, el amor no correspondido es el que más nos enseña, el que más nos transforma. Porque en la ausencia de reciprocidad, encontramos nuestra propia fortaleza, nuestra propia capacidad de amar sin límites. Es en esa entrega total, en esa devoción, sin esperar nada a cambio, donde reside la verdadera esencia del amor.

Oh, diosa Afrodita, convierte mis lágrimas en sabiduría, mi dolor en fortaleza. Permíteme entender que el amor no correspondido también es una forma de amor puro, un amor que trasciende la necesidad de ser retribuido. Y que, en esa pureza, hay una belleza que ilumina incluso los rincones más oscuros del corazón.

Tal vez nunca seré elegido, tal vez mi amor nunca será correspondido de la manera en que soñé. Pero eso no disminuye su valor. Porque en cada intento, en cada gesto de amor, dejé una parte de mi alma. Y en ese acto de entrega, encontré una verdad profunda: el amor verdadero no espera nada a cambio, simplemente es.


El Río del Desamor de Afrodita.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 06 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Sombras y SiluetasWhere stories live. Discover now