Se recuesta en la cama, los perros lo persiguen, el viento zumba contra las ventanas, silba y la rejilla mosquitera de la puerta exterior del frente se rasga, por poco, debido a las luchas contra ese chorrillero de aire desalentador de años de trascendencia.Toda fatiga se rezuma en sus párpados, como dueño de la pereza, hunde la cabeza en la almohada, prueba boca arriba, abajo, del derecho y al revés, nada funciona, es víctima del insomnio. Su malestar es tal, que días le llevó distinguir si está despierto o dormido, si el Destripador de Chesapeak fue capturado, si nada de lo que construyó funciona para hacerlo olvidar, si solo extraña a cierta persona. Y vaya que eso sería peor para sí, porque cada día se percibe más loco que cuerdo y más allá que acá. Culpable por engañar a Molly de ese modo, y sobre todo, a su hijo.
Agradece que está solo para sumirse en esa desgracia, que nada lo delata.Trata de cerrar los ojos, reúne el esfuerzo y las ganas de dormir y nada da el resultado que busca, observa las bisagras de la puerta de en frente y luego las luces tenues que traspasan los cristales. La hora y media transcurre y él, milagrosamente, logra conciliar el sueño. Todo es hueco y oscuro, su mente deambula en el caso, en las personas que conoce, en vagos recuerdos.
Su infancia, su madre y hermana, en el abandono de su padre y lo disfuncional que él era en la vida en general, lo mucho que le afectó la pérdida de su mascota cuando era adolescente, su carrera como perfilador criminal y cuánto creció hasta ahora. Finalmente, cómo conoció a ese hombre misterioso.Se halló en la habitación condecorada de manera ostentosa, ligero de ropajes, y observó los muebles que no eran los suyos, el piso, el techo y las ventanas, era de noche. Sus perros tampoco estaban, pero no le molestó. Miró el dedo anular, una joya de oro se posaba allí, sencillo, sin aparentar figuras ni bordes en los dobleces. Lo tocó y giró en descubrimiento, con extrañeza.
Todo normal en lo aparente. Hannibal entró por la puerta del cuarto, desajustando su corbata y despojándose del saco de sastrería. Eso lo sorprende y se voltea para verlo.
-Buenas noches, Will.
Él avanza en la penumbra hasta el nombrado y le roba un casto beso, que corresponde tan rápido y sin pensar. Pero dura más lo incierto que el propio tacto.
-Llegas tarde -sus palabras son de añoranza hacia él, quien se sonríe y le aprieta los flancos, apegándolo como un imán a su vientre.
-Lo lamento, el último paciente entró en una crisis y tuve que consolarlo -la ternura gotea de sus palabras y lo mima. Pero está molesto, como si de una infidelidad se tratase.
Pronto suspira de indignación. -¿Dos horas demás? -reclamó. Las palabras se sentían suyas.
Hannibal está acostumbrado a estas quejas, no le producen sino estimación. Sabe cómo persuadirlo.
-No tienes porqué temer, Will. A las justas puedo pasar tiempo contigo ¿y crées que lo desperdiciaré en alguien más? -lo meció entre oraciones y le besó la garganta, sin dejarle escapatoria.
Era confuso saber si le habla Hannibal o la figura negruzca con astas enormes que ahora abraza y lo empuja al vacío, cerró los ojos de inmediato, con el calor sofocándolo. No tiene tiempo para detenerlo cuando ya la suavidad de las sábanas lo estrechan de pies a cabeza, ahorcándole las extremidades. El viento cesó, los silbidos se alejaron y el tumulto trémulo de sus sueños le hacen perder la lasitud de la frente.
Se sienta sobre la cama de un salto. Parpadea y restriega sus ojos con los nudillos para despavilarse. El gesto apresurado de mirar a sus alrededores le tranquiliza. Todo está en orden, allí en su habitación, sobre la cama, sus perros y su pijama. Todo menos él, que la fiebre lo abochorna.
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Entre el deber y el poder [Hannigram]
FanfictionPesadillas que se sienten reales, realidad que se siente un sueño. Will Graham está confundido. Un corto basado en la serie de Bryan Fuller, titulada "Hannibal".