Prólogo

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No soy un buen estudiante.

No soy bueno en muchas cosas, en realidad.

No soy bueno multiplicando números primos, si me preguntan cuánto es 11 multiplicado por 17 lo más seguro es que mi cerebro haga algún tipo de corto circuito y deje de funcionar temporalmente. Tampoco sé calcular el tiempo exacto para que un huevo quede en el punto perfecto de cocción, los puedo sacar como gelatina o como una piedra. Nunca he sabido cómo atar bien los cordones de mis zapatos, por eso prefiero comprarme zapatillas sin agujetas. Por cierto, si hablamos de mis peores fracasos, tengo que mencionar también mi horrible elección en crushes (casi siempre platónicos, casi siempre idiotas). Y la verdad es que no entiendo indirectas, ni siquiera cuando me las lanzan directo a la cara, probablemente lo entenderé una semana después, en mi ducha, mientras recuerdo la conversación y me pregunto porqué fui tan estúpido para no captar algo tan simple. Y de los chistes ni hablar. No los entiendo ni tampoco los sé contar. Soy ese tipo de persona que siempre llega tarde al punto gracioso o que se ríe sólo porque los demás lo hacen.

Y sí, no soy bueno reteniendo información y por ende, tampoco soy bueno en mis clases. Todo lo que entra por un oído sale por el otro sin siquiera detenerse a saludarme o decirme algo útil como: "Hey, estúpido, deberías memorizar esta fórmula en lugar del vídeo del gatito comiendo que viste en TikTok la otra vez". Pero no, mi cerebro prefiere recordar otro tipo de datos, como si una referencia de Shrek 2 pudiera servirme de algo en medio de un examen de física.

Sobrevivo por los puntos extras que los profesores te regalan cuando ven que estás muy jodido y te dan la opción de entregar un trabajo o un proyecto para no reprobar su materia porque están hartos de verte durante el semestre como para también tener que hacerlo durante las vacaciones. El truco está en que debes caerles lo suficientemente bien para que consideren salvarte. No mucho, pero lo justo para que crean que vale la pena hacer ese pequeño esfuerzo extra por ti. En eso sí debo ser bueno, porque lograr que te tengan lástima y te regalen esos puntos requiere de un cierto talento.

No sé porqué hago esto. Me refiero a que, no entiendo porque dejo caer mis calificaciones durante todo el semestre y casi en la recta final intento hacer todas las tareas que olvidé o que simplemente me dieron pereza siquiera empezarlas; muchas veces he dormido solamente 1 o 2 horas cuando perfectamente pudiera ahorrarme todo eso si fuera un chico responsable, como mi amigo Hoseok. O por lo menos un estudiante promedio como todos los demás en mi instituto.

El instituto Whimoon para hombres es conocido por tener sólidos resultados de admisión a la universidad. Según se dice, 9 de cada 10 estudiantes en Whimoon ingresan a la universidad de su preferencia.

Supongo que no hace falta decir que yo soy ese 1% que no lo hace.

Soy un error de fábrica.

—Vamos, Tae. Concéntrate —escucho la voz de Hoseok llamándome con insistencia.

Parpadeo. Tengo mi cabeza recostada sobre mi mano y en frente un gordo y enorme libro de Geometría. Hoseok está sentado en frente mío con otro libro similar. Trae puestos esos lentes que le dan un aire mayor a la edad que tiene y mueve un bolígrafo en sus dedos con impaciencia, como si hubiera estado llamándome durante horas.

—Lo siento —digo, sacudiendo la cabeza—. ¿En qué estábamos?

Hoseok suelta un largo suspiro, casi de manera teatral.

—¿Método de Gauss? —pregunta como si fuera obvio, pero al ver que no digo ni pío, carraspea y agrega—: Vale. ¿Desde cuándo dejaste de prestar atención?

—No lo sé. ¿Desde que abrimos los libros?

Hoseok alza las cejas, sorprendido.

—Lo siento —vuelvo a disculparme—. Es que soy demasiado estúpido para entender.

Moving Closer || KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora