Prólogo

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Aquel hombre se encontraba en un edificio, en la habitación 333 con aquella bebé en sus brazos sangrientos, después del acto no hubo ruido, solo un rotundo silencio, que después de aquel grito, todo el mundo en el edificio podía suponer el final de esa situación.

Pero nadie nunca se atrevería a preguntar qué fue lo que ocurrió, algunos porque no les importaba y otros por miedo a terminar como suponen que terminó todo.

El hombre, a pesar de cargar a su hija con sus brazos y sus manos llenas de sangre, no tuvo remordimiento alguno, porque ella era igual a él. Porque a pesar de lo sucedido, aquella bebé ni siquiera lloró; él creía que en el fondo ella sabía lo que estaba pasando.

Y si que lo sabía, solo que después de varios años se le había olvidado. Pero nunca falta ese pequeño pajarito que te recuerda todo.

Después de ese suceso, el hombre escapó con la bebé de aquel edificio. Nadie nunca comentó más nada, porque tampoco encontraron nada que pudiera evidenciar lo que toda la gente en ese edificio suponía. Él se encargó de no dejar rastros, y lo logró.

¿Quién dice que no existe un crimen perfecto? Yo no lo creo. Para cometer el mejor crímen solo debes estar pendiente de cada pequeño o grande detalle.

GÉNESIS RODRÍGUEZ.

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