Desde joven, siempre estuve fascinado por la velocidad. Recuerdo las tardes en las afueras de Moscú, donde el rugido de los motores resonaba entre los edificios de concreto y el asfalto marcado por las carreras clandestinas. Para mí, cada carrera era un desafío personal, una oportunidad de demostrar mi destreza al volante y mi determinación de llegar a lo más alto.
Mi padre, un hombre con las manos ásperas por el trabajo duro, era mi héroe. Con paciencia y dedicación, me enseñó los entresijos de cada motor que caía en nuestras manos. No solo me transmitió conocimientos técnicos, sino también el amor por la velocidad y la precisión. Cada victoria en aquellas calles polvorientas era un triunfo compartido entre padre e hijo, un símbolo de nuestra pasión compartida por los autos y las emociones que solo las carreras pueden ofrecer.
El día en que recibí la llamada de Alpine F1 Team, supe que todos esos años de sacrificio y entrenamiento habían valido la pena. Había pasado incansables horas en la academia de Mercedes, enfrentando mis propios miedos y perfeccionando mi habilidad en cada curva y recta. Pero el mayor desafío siempre fue el miedo a las altas velocidades, un adversario que acechaba en las sombras de mi determinación.
Ahora, parado en el garaje de Alpine, con el uniforme de piloto ajustado y el casco bajo el brazo, me sentía preparado para enfrentar cualquier curva que la vida y la pista me tuvieran reservadas. Mis ojos brillaban con determinación mientras visualizaba las emociones encontradas: la emoción de competir en la máxima categoría del automovilismo mundial y el temor persistente que me impulsaba a perfeccionar cada detalle.
Pero más allá de las carreras y las máquinas, sabía que esta temporada me reservaba algo más. Algo que cambiaría mi perspectiva sobre la velocidad y el significado del éxito, algo que encontraría en los giros inesperados de la vida y en la presencia de una persona que transformaría mi mundo en y fuera de la pista.
...
Llegar a las oficinas centrales de Alpine fue como entrar en un mundo completamente nuevo y familiar al mismo tiempo. La estructura moderna de vidrio y acero se alzaba majestuosa bajo el sol del mediodía, reflejando el dinamismo y la precisión que caracterizaban a la escudería francesa.
Con paso firme y el corazón acelerado por la emoción, atravesé las puertas automáticas hacia el vestíbulo, donde fui recibido por una recepcionista amable que sonrió al reconocerme.
—¡Bienvenido a Alpine, Viktor! Estamos emocionados de tenerte con nosotros —me saludó con entusiasmo, extendiéndome la mano.
—Gracias. Es un honor estar aquí —respondí con sinceridad, devolviendo el apretón de manos con firmeza.
Desde que recibí aquella llamada para unirme al equipo, había imaginado este momento una y otra vez. Era un paso monumental en mi carrera. Mis ojos azules exploraron el vestíbulo mientras seguía a la recepcionista por pasillos elegantes y modernos hacia las oficinas.
—Tu primer día será bastante emocionante. Tendrás una reunión con el director del equipo en unos momentos. ¿Necesitas algo antes de empezar? —preguntó la recepcionista mientras caminábamos.
—Solo mi determinación y mi pasión por las carreras —respondí con una sonrisa, aunque por dentro sentía una mezcla de nerviosismo y expectación.
Al llegar a la sala de reuniones, me recibió un ambiente profesional pero acogedor. El director del equipo, un hombre con décadas de experiencia en el deporte del motor me recibió con un cálido apretón de manos y unas palabras de bienvenida que resonaron en mi mente.
—Estamos encantados de tenerte aquí en Alpine, Viktor. Tu historial en la academia de Mercedes habla por sí solo, y estamos ansiosos por ver lo que puedes lograr con nosotros —me dijo con una sonrisa alentadora.
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El Motor de mí Corazón
FanfictionCon la presión de las carreras y el peso de las expectativas, debía enfrentar tanto mis miedos personales como las duras competiciones en la pista. La temporada estuvo llena de altibajos y descubrimientos, y mientras perseguía mis sueños y buscaba m...