CAPITULO 12

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CAPITULO 12
ADICCIÓN
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DIAMANTE
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Dormir con una erección.
Despertar con una erección.
Pensar en ella era tener una maldita erección.
Y no había nada que podría calmar a este maldito pene.

Mi mano me dolía, e incluso mi maldito pene ya estaba rosado de toda la maldita presión que hacía en ella. Pero no dejaba de ponerse duro cada vez que pensaba en Serenity.

—Maldita mierda

Ya no podía masturbarme. Llegaría tarde al trabajo, y deseaba pasar por un café en esa absurda cafetería.

—Eres un idiota —maldije al sujeto que se apretaba entre las telas que le impedía el paso—. Pareces un adolescente

¿Qué más podía hacer?
Trataba de pensar en cualquier cosa que no fuera esa mujer tonta.
Pensaba en toda la mierda del trabajo, en el próximo producto disponible en nuestra empresa, pensaba incluso en películas para niños pero todo aquello no servía en nada.
Sólo en mi mente se proyectaban esas imágenes de tener a Serenity abierta de piernas para mi, en su olor, su sabor, la forma en cómo sus manos siempre buscan mi contacto, sus gemidos o jadeos, o lo peor de todo, en imaginarla de rodillas con mi pene en su boca.
Todo aquello era una maldita y cruel tortura.

—Para de una puta vez

Maldije subiendo al auto no sin antes acomodar la maldita casa de campaña sobre mis pantalones.

Creí que probando solo un poco de Serenity tendría lo suficiente para calmar esta maldita sed que tengo en ella, pero supuse demasiado mal.
Necesitaba volver a verla, volver a planear alguna excusa estúpida para pasar a la segunda lección.

Estacioné el auto sin importarme si el sitio era elegible para estacionarse. Lo que yo necesitaba era un café, uno bastante cargado para dejar de pensar en estupideces y concentrarme en el trabajo, pero desafortunadamente la cafetería estaba en su punto de apogeo, la fila era larga, personas solo estaban formados para pedir un café e irse a sus trabajos, la mayoría de los asientos estaban siendo ocupados para aquellos que esperaban su café.

—Me lleva la mierda —maldije en voz baja.

La mujer que estaba enfrente de mí me miró frunciendo el ceño ante mis palabrotas.
Miré la hora en el reloj, serían las ocho de la mañana, iba tarde al trabajo.
Los mensajes en el teléfono móvil ya estaban presentes, dos de ellos eran de Darien, los demás eran de mi secretaria avisándome sobre la junta programada en hora y media además de sus mensajes de doble sentido dejando en claro lo que desea. Ya me la había follado una vez, pero realmente no fue de mi agrado.

Maldije de nuevo al solo avanzar un par de pasos.
¿Por qué diablos vengo a esta cafetería? No es la única en la ciudad, puedo hacer otra parada en otra cafetería mucho más lujosa y rápida que esta pero, aquí estaba, sin saber exactamente el porqué.

Seguí mirando las personas en la fila, al menos había quince personas por delante de mi. Me iba a ir de aquí, hasta que alguien de la fila se giró hasta encontrarse con mi mirada. Hizo doble toma para asegurarse de lo que estaba viendo.

Bingo. Esta mañana está iniciando bien.

Sonreí alegrándome.
Sólo me bastó un par de pasos para acercarme a ella y sonreírle.

—Me has salvado el día —le miré

Su mirada seguía en mí sin parpadear, y cuando lo hizo negó mirando al frente.
Me alegraba de verla, de volver a tenerla a mi lado a pesar en que mis manos cosquilleban con tocarla, con quitarle ese maldito sujetador deportivo y meterme en la boca sus deliciosos pezones.
De solo imaginarlo y recordar lo que había sucedido el día de ayer, mi polla empezaba a endurecerse de la misma manera que lo ha hecho en toda la jodida mañana.

Imperfecto Amor	[PAUSADA TEMPORALMENTE] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora