01. Fiesta de antifaces

865 59 19
                                    

TOM

Último día de vacaciones, última fiesta y último momento de felicidad plena que voy a tener por mucho tiempo. ¿La meta de esta noche? Pasarla bien como y donde sea. Dudo pasarla igual de bien durante el año escolar, así que tengo que aprovechar este sagrado momento.

Bill, Georg, Gustav y yo bajamos del auto. La brisa helada de la noche no tarda en escabullirse por mi ropa, haciéndome tiritar. Miro la enorme casa de la chica que se había propuesto a organizar la última fiesta antes del inicio a clases y luego a mi hermano, quien no tarda en hablar con emoción.

—¿Trajeron sus máscaras? —Bill pregunta y nos mira a los tres—. No los dejarán pasar si no la traen puesta. ¡Es genial! ¿No creen? —mi hermano exclama emocionado y se coloca su antifaz. Georg y Gustav también lo hacen, pero yo dudo.

—Es humillante usar esto, Bill... —bajo la mirada para observar el simple antifaz entre mis manos. Jamás había ido a una fiesta con esta temática, era inusual y un poco ridículo a mí parecer. ¿Cuántos años tenemos? ¿Diez? Ya estamos grandes para esto.

—Eres un puto amargado, en serio —se queja y me mira de mala gana—. Si no quieres usarlo no lo hagas, el que no pasará eres tú, no nosotros.

—A mí me parece divertido —añade Gustav y choca los cinco con Bill.

—Claro, divertido si todavía fuéramos unos niños que festejan Halloween pidiendo dulces —me burlo de él—. Pero tenemos 17, y los únicos disfraces que son los de conejita playboy cada que salimos la noche del 30 de octubre. —menciono y suelto una risa nasal.

—Cállate ya Tom —refunfuña Bill.

—¿Por qué no cierras el pico tú?

—¿Creen que ella estará dentro? —cambiando de tema, Georg nos pregunta con una gran sonrisa en su rostro y sin quitar la mirada de la enorme casa ubicada frente nuestro.

Con decir "ella" se refiere a su crush de toda la vida; su vecina. Ha estado enamorado, por así decirlo, de ella desde hace tres años (o incluso más, ya perdí la cuenta). A este punto, escuchar una sola mención de la chica hace que los oídos de todos sangren. Decir que nos tiene hartos es poco, ¿pero qué le vamos a hacer? No nos queda de otra que seguir escuchándolo.

No sabemos cómo es más allá de lo que Georg nos comenta. Él dice que es hermosa, que sus ojos lo hipnotizan y bla, bla, bla. Básicamente la describe como el ser más precioso y celestial que ha pisado la tierra, pero jamás la hemos visto en persona, y creo que es mejor así.

—Cállate Georg. —el rubio le pega un puñetazo en el hombro con más bronca de lo usual.

—¿Por qué no cierras la maldita boca un segundo?

—¡Has hablado todo el verano sobre ella! Ya es suficiente, ¿no crees?

Georg recibe insultos por parte de todos. Pobrecito, pero al mismo tiempo nada de pobrecito, porque nos ha secado el cerebro con esa tal chica que, para colmo, nadie nunca la ha visto en persona.

Nuestro amigo nos mira con indignación.
—Son los peores, en serio.

—Sí, claro. —ruedo los ojos—. Como si no hubiéramos aguantado tu enferma obsesión con tu vecinita por tres largos años —le digo y comienzo a caminar hacia la entrada, dejando a los tres atrás.

—¡Ni siquiera la nombro tanto! —chilla—. Ustedes solo exageran, les encanta hacerlo.

—¡No mientas! —escucho a Bill y Gustav gritarle con molestia. Una risa se me escapa de los labios y entro a la fiesta con mi antifaz puesto.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃,  tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora