Amélie Lambert
Hace cuatro años
Entré a la oficina con una furia que parecía salir por mis oídos. Mis tacones resonaban en el pasillo y mi mirada, implacable, estaba diseñada para intimidar. Desde el momento en que el ascensor se detuvo en el duodécimo piso, pude sentir el miedo palpable en el aire, como si todos mis empleados estuvieran conteniendo la respiración.
Esta mañana, mientras intentaba disfrutar de un desayuno sencillo en casa, revisé mi correo y me encontré con un mensaje que arruinó mi paz. La demanda era clara: los trabajadores a quienes había confiado la supervisión del proyecto no habían hecho su trabajo. En menos de quince minutos, estaba en camino a Lambert & Éclat, furiosa por la incompetencia que parecía dominar el lugar.
Avancé con pasos firmes, dejando que el sonido de mis tacones anunciara mi llegada. Al llegar a la oficina, encontré a los responsables de supervisar los planos, los materiales y los contratos, mirándome desde el ventanal. Ellos eran todos hombres, y en ese momento, sus miradas nerviosas me confirmaban que el miedo era justificado.
—¡Me pueden explicar qué es esto! —Exclamé, arrojando el archivo sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.
La rabia me hizo arremangar mi chaleco hasta los codos, apoyando mis brazos sobre la mesa en un gesto de superioridad ante el grupo de testosterona que tenía frente a mí.
—¡Fue una orden! —Mi voz resonó en la sala. —¿Quién era el encargado de los planos? —La pregunta salió más como un desafío, y ellos se miraron entre sí, nerviosos. —¡No pienso volver a preguntar!
—Yo dirigí la construcción, señorita Lambert —dijo Ferguson, un hombre de mi edad que parecía estar al borde del colapso, intentando mantener la compostura mientras sus manos temblaban al tomar un vaso de agua.
Lo miré con desdén, mis ojos disparando dagas invisibles.
—¿Supervisaste la construcción? —Mi tono era una mezcla de incredulidad y enojo.
—Sí, señorita Lambert.
—¿Sí? —Le cuestioné, haciéndolo tambalear con mi mirada. —Entonces, ¿por qué carajos estamos siendo demandados por incumplimiento de contrato?
Nadie respondió. El silencio era pesado y cargado de culpa.
—"Las tuberías fueron instaladas de manera inadecuada, con alineaciones incorrectas y ajustes mal hechos. Este error provocó fisuras en cuatro de los ocho muros, permitiendo que el agua se filtrara y pusiera en peligro a los clientes del restaurante" —leí en voz alta una parte de la demanda, buscando desesperadamente una explicación entre sus rostros palidecidos. —¿Me pueden explicar qué significa esto?
—Amélie. —Escuché mi nombre, pronunciado con un tono de desesperación por uno de los empleados.
—No te he dado permiso de tutearme. Eres mi empleado, rebájate a eso.
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Deseos y Desafíos
RomanceAmélie Lambert, ha logrado ascender en el mundo del diseño de interiores y la arquitectura con dedicación y creatividad. Tras la muerte de su padre, Louis Lambert, el peso de continuar el legado recae sobre sus hombros. A pesar de la presión, Amélie...