Toda la siguiente semana, se esforzó por llegar unos cuantos minutos antes de su hora asignada, olvidándose de las pequeñas cosas que acostumbraba hacer. Cada mañana que llegaba se transformaba en una pequeña esperanza de que podría volver a ver aquellos ojos tan encantadores y tener la fortuna de volver a apreciar aquella sonrisa, la cual no podía borrar de su mente. Las palabras de su amiga Sofía resonaban una y otra vez: "No te ilusiones", sin embargo, se preguntaba, "¿Por qué me siento así? ¿Por qué tengo esta ansia de saber de él? Por Dios, solo lo vi una vez, no tiene por qué significar nada". Esa voz en su cabeza se convertía en un tormento, pero su corazón se aceleraba cada vez que volvía a pensar en él.
El viernes por la mañana, como toda esa semana, se dirigió temprano a su trabajo. Había decidido desistir, y que ese día sería la última vez que lo intentaría, y entonces se olvidaría de la idea de volver a verlo, si ese día no sucedía. Corría a prisa por llegar, de pronto se convirtió en una de las personas que observaba hace apenas unos días, con el cabello volando en el aire, aceleraba el paso para poder aprovechar su última oportunidad.
Llegó a la cafetería y Sofía era la única que estaba en el mostrador, limpiando y preparando todo lo necesario para cuando fuera la hora de abrir.
—Maite, pensé que ya tomarías tu horario normal.
—No, Sofi, pero prometo que hoy será la última vez. No creo que nada suceda, pero...
—Pero nada, Maite —añadió Sofía sin dejarla terminar de hablar—. De verdad, entiendo lo que sientes, pero no sabes nada de él. No sabes si tiene pareja o incluso si tiene familia.
—Lo sé, Sofi —exclamó con tono triste. Su mirada se percibía apagada; por unos segundos su rostro pálido reflejaba lo decepcionada que estaba por sus intentos fallidos de volver a verlo—. Por lo mismo que no sé nada de él, quisiera por lo menos saber algo, saber su nombre.
—Pero sabes que no vas a poder disimular absolutamente nada si lo ves.
—Como te lo dije, puedo ser capaz de actuar en cualquier momento y controlar la emoción —contestó mostrándose segura de sí misma.
—Te conozco desde hace años. ¿Qué te hace pensar que no lo harás?
—Aunque... puede que tengas razón, realmente no sé cómo actuaría si estuviera frente a él. —Y junto con un suspiro, su piel se erizó al imaginarlo.
En ese momento, la puerta se escuchó abrirse. Maite y Sofía voltearon, era Leonardo quien entraba apresurado, pues faltaban solo unos pocos minutos para abrir el lugar.
—¿Qué sucede? Ya es hora de abrir. Me pongo el uniforme y abrimos —dijo acelerado, dirigiéndose hacia la parte de los vestidores.
—Después hablamos. Ya prepárate, que ya iré a abrir —decía mientras se dirigía hacia la puerta y se acomodaba el delantal. Maite soltó una pequeña risa y se colocó en el mostrador donde se encontraban las cafeteras.
El día pasó. Los clientes llegaban, la gente se acumulaba. Orden tras orden atendían y Maite, cada vez que abrían la puerta, con esperanza reflejada en los ojos, prestaba cierta atención y buscaba la forma de ver quién entraba. Aún con el lugar lleno, mantenía la esperanza de volver a verlo. La vida le hacía una mala jugada; Leonardo, quien le había confirmado que iba todos los días, justo esa semana decidió no aparecer. Para ser un cliente que frecuentaba todos los días el lugar, podría volverse extraño o incluso preocupante el hecho de tener una larga ausencia. "¿Le habrá pasado algo? ¿Debería preocuparme por alguien que ni siquiera conozco?" pensaba ella a solo unos minutos de terminar su turno.
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La época en la que te conocí
RomanceMaite es una chica de 29 años, amante de lo romántico y que sueña con tener una relación a lo que muchos podrían llamar ficción. Un día conoce a Alejandro, un hombre del cual parece que puede cumplir sus expectativas, sin embargo oculta un gran secr...